martes, 6 de mayo de 2014

La piedad romana




Durante la historia los pueblos católicos fueron herederos de la antigua piedad romana. Roma tuvo siempre recelo de la tiranía como de la democracia descontrolada, y se defendió de ambas cosas por la paternal virtud de la piedad. Esta virtud es la que ennoblece al hombre y lo vincula estrechamente con los antepasados, con la Ciudad y con los dioses. Piadoso era el hombre que respetaba su pasado como seña de identidad y que intentaba ser leal a esos principios y a esas personas. Era el hombre ‘arraigado’ que tenía raíces y se nutría de ellas. La Piedad cristiana tiene algunos puntos en común con esta noble idea, pero tiene algunos rasgos que la diferencian. Por lo pronto está dirigida a todos los hombres, que se sitúan en un plano de radical igualdad. El horizonte de la Ciudad, de la familia, de los lazos familiares se ensancha con el cristianismo a toda la humanidad.

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