miércoles, 28 de febrero de 2024

Visita al zoológico


He visitado estos días San Diego California, donde vine a tomar un descanso. Como tengo afición a los museos de historia natural y a lo que tenga que ver con la naturaleza, no podía dejar de visitar el Zoológico de San Diego, que es uno de los más grandes e importantes del mundo. El parque es un lugar fenomenal que conserva más de cuatro mil ejemplares de 800 especies de animales traídos de todo el planeta en un área de 40 hectáreas, donde también se conservan más de 700 mil plantas exóticas.

San Diego Zoo no solamente cuida y exhibe los animales en ambientes semejantes a los de sus habitats naturales, sino que participa en la preservación de especies que están en grave peligro de desaparecer, como el rinoceronte blanco o el león africano que, debido a la caza clandestina, ven amenazada su supervivencia en el planeta. El zoológico además participa en proyectos en países africanos para preservar las especies en vías de extinción.

Los zoológicos, en general, son lugares que no solamente cuidan la fauna silvestre, sino que salvan la vida humana del caos al que nos quieren conducir las ideologías que hacen de los animales, ídolos. Estos parques, así como Sea World y otros lugares donde podemos admirar las maravillas de la creación, tienen la función de recordarnos que los seres humanos no somos bestias, sino que somos administradores de la naturaleza visible y que tenemos una responsabilidad con ella.

El animalismo prospera en una civilización que desprecia al hombre. Quienes adoran la fauna y el planeta quisieran que la población humana se redujera al máximo, y que la Tierra regresara a un estado de naturaleza salvaje ya que, según esta cosmovisión, somos los seres humanos el coronavirus de la creación. Las ideologías animalistas son una forma de nihilismo –filosofía que niega que la vida tenga sentido– que clasifica a todas las especies vivas en el mismo nivel de importancia.

Mi visita al Zoológico de San Diego me ha recordado que no es el león el rey de la selva, sino el hombre, rey de toda la creación, que ocupa un puesto abismalmente más alto en la jerarquía de los seres. El animalismo ensalza a las bestias y rebaja al ser humano sembrando el caos; una visión antropológica inspirada en el cristianismo eleva al hombre a la dignidad de hijo de Dios con una alta responsabilidad: cuidar y administrar el jardín que Dios le encomendó como don y tarea.

En el zoológico hay muchas explicaciones sobre las fieras y la flora que ahí se salvaguardan; se hacen investigaciones científicas y se trazan acuerdos de cooperación con organismos de otros países para custodiar la naturaleza. Todo ello no es sino un destello, una manifestación de la inteligencia divina, del lenguaje y la razón –el Logos– que ordena la creación según un propósito trascendente y que, en lenguaje cristiano, no es otro sino el Verbo eterno de Dios.

Gracias al cristianismo podemos reconocer la diferencia entre los hombres y los animales. Sin el pensamiento cristiano sería difícil para nosotros ubicarnos dentro del universo. Hoy el animalismo y el antiespecismo quieren borrar toda diferencia y propagar, ciegamente, que ser hombre o ser una cebra es lo mismo. Este es el verdadero oscurantismo del siglo XXI.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Sujeción diabólica



En los últimos días he seguido las noticias sobre una mujer a quien apodan la "Chely". Ella tiene 22 años de edad y es altamente peligrosa, pues ha tenido una participación muy activa en el narcotráfico fronterizo México-Estados Unidos. Hace unos días, autoridades norteamericanas la arrestaron en El Paso Texas, no sólo por delitos de tráfico de drogas, sino por estar involucrada en una serie de escalofriantes homicidios en México.

Lideresa de un grupo criminal al servicio del cártel 'Artistas Asesinos', la Chely se ha distinguido por su brutalidad extrema en asesinatos en grupo, desmembramiento de los cuerpos y extracción de lenguas y corazones, para ofrecerlos en el altar de la "santa muerte". Estos abismos de maldad insólita nos hacen preguntamos porqué. ¿Qué ocurre en la vida de personas como la Chely para que se conviertan en monstruos temibles?

¿Podemos decir que los actos de brutalidad extrema se deben solamente a trastornos mentales que padecen algunas personas? Si es así, entonces debería ser suficiente brindarles terapias psicológicas o fármacos para que dejen de ser malas o, al menos, no causen daño. Sabemos que eso no basta. Para abordar el problema de la violencia absurda que padecemos en México debemos ir a la raíz del mal, y reconocer que, más allá de problemas familiares y sociológicos, se trata de un enigma teológico.

Muchas personas han dejado de creer en la existencia de los ángeles caídos. En la teología protestante liberal prácticamente no se cree; pero aún en ámbitos católicos se ha rechazado su existencia como seres reales operantes en el mundo. El cardenal Walter Kasper, por ejemplo, ha afirmado que los demonios son seres mitológicos del mundo de la Biblia; Herbert Haag también los niega al afirmar que se trata de un fenómeno cultural y que, más bien, se identifican con el pecado. Son varios los teólogos que enseñan –en contradicción con el Magisterio de la Iglesia– que el demonio es sólo un símbolo del mal, pero que no se trata de un ser personal.

La Iglesia, basándose en la Biblia, la Tradición y el Magisterio, siempre ha creído en la existencia Satanás como ser personal, "pervertido y pervertidor", como lo describió san Pablo VI. Si bien el Antiguo Testamento es abundante al hablar de los ángeles, al diablo casi lo margina; y aunque la Revelación es clara sobre su existencia en el relato de la caída en el libro del Génesis, será hasta después del exilio en Babilonia, cuando se hable de Satanás como criatura (Sab 2,23-24), pero bajo el dominio total de Dios (Jb 1,6-12; 2,1-7).

En cambio el Nuevo Testamento revela plenamente al existencia del ángel caído, mencionándolo más de 180 veces (Lc 10,18; Jn 8,44; Mt 25,41; 2Pedro 2,4; Jd 6). Los Santos Padres de la Iglesia jamás pusieron en duda la existencia de los demonios, y siempre enseñaron sobre su naturaleza y su acción. La verdad del demonio en el Magisterio es tan evidente que, si bien nunca se proclamó como dogma, varios concilios hablaron de su ser y su actividad, especialmente el Concilio IV de Letrán. Vaticano II se refiere a él en varios de sus documentos.

A pesar de que haya obispos, sacerdotes y teólogos que niegan la existencia de Satanás y sus ángeles, como católicos fieles a las enseñanzas de la Iglesia hemos de creer que estos seres existen y obran en la tierra. El reino de las tinieblas que los demonios crearon a partir de su rebelión a Dios, nos hace comprender mucho mejor la Redención traída por Jesucristo y la instauración del Reino de Dios. De otra manera no se entendería la obra salvadora del Señor.

Mientras dura nuestra permanencia en el tiempo no podemos ver a Dios cara a cara, ya que Dios es espíritu puro; pero sí podemos verlo reflejado en sus criaturas, pues estas son un destello de sus perfecciones: "los cielos proclaman la gloria de Dios, el firmamento anuncia la obra de sus manos" (Sal 19,2). Podemos percibirlo, sobre todo, en la vida de los santos, "ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos" (Heb 12,1).

Al diablo tampoco podemos verlo directamente porque se trata de un ángel caído, espíritu también. Sin embargo lo podemos percibir en las almas oscuras, errantes, esclavas de su perversión. A veces los grados de maldad a los que pueden llegar algunos individuos es tal, que nos lleva a intuir la presencia de un espíritu ajeno y opuesto a Dios que opera en esas personas, manteniéndolas sujetadas a sus cadenas. Al diablo no lo encontraremos en los libros, sino en las almas, lugar en el que trabajan.

La sujeción diabólica es el sometimiento más o menos explícito de una persona al demonio por medio del pecado. Esta sujeción llega a ser extraordinaria cuando el demonio tiene dominio moral totalitario sobre toda la actividad de las facultades superiores –inteligencia y voluntad– porque la persona se la ha ofrecido, como es el caso de la Chely y de muchos otros pandilleros y narcos. Aunque los demonios no obligan a nadie a pecar, las personas que pactan libremente con el mal sí pueden ser influidas en sus facultades por el enemigo, a tal grado que les es sumamente difícil abstraerse. Es necesario un milagro de la gracia para resucitarlos a una vida nueva y ponerlos en ruta de la conversión.

La Chely y su pandilla han sido adoradores de la muerte ofrendándole corazones y lenguas humanas. Es un ejemplo claro de sujeción diabólica. Esa sujeción es lo que los demonios quisieran lograr a través de todas sus acciones en las vidas de los hombres. Las personas que viven en pecado mortal, sin remordimiento de conciencia, son aquellos que corren mayor peligro de quedar sujetados, en mayor o menor grado, a estas tenebrosas y hercúleas cadenas. Que nuestra súplica por nuestra salvación y la de todos, llegue hasta Dios.

martes, 13 de febrero de 2024

La eutanasia de Paola Roldán




¿Vale algo la vida de Paola Roldán, de 43 años de edad, con el 95 por ciento de su cuerpo paralizado y después de años de cientos de cirugías que no han dado resultado? Entre tantos sufrimientos físicos que la atormentan, ¿tiene su vida alguna cotización, o es que sólo valía cuando era una mujer productiva?

Antes de su progresiva enfermedad ella pudo viajar, según se aprecia en fotos publicadas en redes sociales en las que se muestra frente al Taj Mahal en la India. Todo parecía que aquella sí era vida. Paola misma declaró que ha vivido "una vida plena". Pero desde que apareció la maldita enfermedad, y ahora que su cuerpo desfallece en una cama y con asistencia las 24 horas, ¿su vida se quedó sin plenitud y se desplomó su valor? Ante una vida considerada indigna para un ser humano, la muerte se vislumbra como la única solución.

El gobierno de Ecuador despenalizó la eutanasia el pasado 7 de octubre. La Corte falló a favor de Paola Roldán luego de escuchar su petición de que se le concediera tener una "muerte digna" debido a sus tormentos por la esclerosis lateral amniotrófica.

Con esta decisión de los magistrados aparecen los miedos y el espanto de una sociedad que mide el valor de la vida por el grado de bienestar, belleza física, productividad y placer que sus miembros pueden obtener. Y cuando estos parámetros desaparecen, entones se descubre el lado horrendo de la existencia y se manifiesta la tentación de querer controlar la muerte, anticipándola.

Sin duda, los argumentos de Paola son dramáticos: “No hay medida paliativa que me permita transitar los dolores emocionales. El dolor de saber que todos mis sueños han sido mermados. El dolor de tener a mi hijo acostado a mi lado con fiebre y no poder extender mi mano dos centímetros para tocarle la frente. Díganme ustedes qué cuidado paliativo sirve cuando semana a semana soy testigo consciente de cada facultad que voy perdiendo”, relató ella misma.

Cuando las élites globalistas y los gobiernos que las apoyan quieren legalizar la cultura de la muerte, utilizan la estrategia de conmocionar al pueblo con casos extremos y trágicos. Para despenalizar el aborto la gente debe quedar estremecida por alguna niña de nueve años que fue violada por pandilleros, quedó embarazada y ahora su vida corre peligro. Esta misma maniobra se aplica para legalizar la eutanasia: se mediatiza un caso dramático como el de Paola Roldán para que el pueblo se sensibilice, y con esta manipulación de la opinión pública la mayoría termina aceptando la "muerte digna".

No es la capacidad de viajar, producir y consumir donde se deriva nuestra grandeza. Llegamos a ser magnánimos por la capacidad de amar, de combatir y de sufrir por Dios, por la patria y por los demás. Si Dios permite a sus hijos pruebas de todo tipo es porque de ello se deriva un bien para nosotros que, quizá, no podemos verlo de inmediato.

Los héroes y los santos se forjaron en las batallas. El valor nos ennoblece; somos más hombres cuando sabemos acometer y resistir en medio de las tormentas cotidianas o en las luchas crueles contra los peligros, las enfermedades, la pobreza o las tentaciones.

El silencio lúgubre de la nada es el horizonte que pueden avizorar los que, en su ateísmo, apoyan la eutanasia. Y los partidarios de la "dulce muerte" que se llaman cristianos no imaginen que después del último suspiro del enfermo asesinado, Cristo recibirá con vítores y aplausos a quien creen que le hicieron un favor. Al cielo se entra por la puerta estrecha y se sube por la escalera de la cruz, y sin pretender ser dioses para disponer del momento supremo de morir.

Si Jesús padeció dolores indecibles en el patíbulo, murió haciendo de su Sacrificio la ofrenda que trajo la Redención, y nos unió a su martirio, quienes creemos y esperamos en Él podemos encontrar luz y fortaleza para nuestros sufrimientos, pequeños o grandes. "Si vivimos, para el Señor vivimos. Y si morimos, para el Señor morimos. Ya vivamos, ya muramos, somos del Señor" (Rom 14).

Legalizar la eutanasia no es un triunfo para Ecuador ni para los países que la han despenalizado, sino un síntoma de declive social. Cuando el pueblo claudica en sus reservas espirituales, pierde su fortaleza y la ciudad queda indefensa ante los enemigos internos y externos. Contar con un ejército de hombres y mujeres fuertes es un deber de una nación, una necesidad moral, una exigencia ética y política para garantizar el bien común.

martes, 6 de febrero de 2024

Promiscuidad


Me escribe un hombre soltero de 50 años de edad que frecuenta la Eucaristía casi a diario, visita el Santísimo, reza el Rosario con regularidad y es devoto de la Preciosa Sangre. Luego de exponer sus virtudes espirituales, abre un poco más su corazón y me dice que su defecto es ser mujeriego, por lo que recurre a veces a la Confesión. Pero después deja ver un poco más el alma y me comparte que tiene varias novias con las que tiene relaciones sexuales. Finalmente me pregunta si tener relaciones al día siguiente de la confesión, o pasados unos días, le impediría comulgar, y de qué clase de pecado se trata, si es pecado mortal o venial.

Como cristianos, que vivimos en un mundo que mira la sexualidad de manera tan deformada y que además promueve la promiscuidad, podemos entrar en una grave confusión de la conciencia y creer que el sexo fuera del matrimonio es un "pecadillo" de poca monta cuando, en realidad, el daño que provoca es muy elevado para quien lo practica, así como también para la vida familiar y social.

Ser mujeriego a los 50 años de edad –y a cualquier edad– es reflejo de una actitud adolescente de alguien que no ha madurado en su vida afectiva y emocional, y que vive de aventura en aventura, sin lograr consolidar un proyecto sólido para su futuro.

Los seres humanos nacemos con un pegamento emocional que hace su efecto, sobre todo cuando la persona inicia su vida sexual. El enamoramiento ocurre más fuertemente con la actividad sexual, que muchas veces es frecuente entre novios. Generalmente las relaciones de noviazgo mezcladas con sexo llegan a romper. Entonces los novios sienten que se les desgarra el corazón por el desprendimiento de ese pegamento emocional que se había creado entre ambos.

Si el varón inicia una nueva relación con otra mujer, hará lo mismo que con la anterior, sólo que su pegamento emocional será menor. Y si vuelve a fracasar en esa relación y después inaugura otra relación y hace lo mismo, su pegamento emocional se irá agotando, como se acaba el pegamento de una cinta adhesiva que se pega y se despega de una superficie.

Entonces ocurre lo peor: el hombre se vuelve incapaz de conectar emocionalmente con las mujeres. Sólo quiere acostarse con ellas para desahogar sus instintos sexuales, pero con ninguna puede hacer comunión realmente. De esa manera se puede convertir en un don juan adolescente que con todas galantea, pero imposibilitado para formar una familia. Y si se llega a casar, será muy difícil para él vivir en fidelidad con su esposa.

El pecado del sexo fuera del matrimonio tiene graves consecuencias, no sólo para el seductor libertino sino para las familias y para la sociedad; el nacimiento de hijos fuera del matrimonio priva a éstos de la figura paterna, además de incrementar la proliferación de enfermedades de transmisión sexual. Al ver todas estas consecuencias nos queda más claro por qué el sexo fuera del matrimonio es un pecado mortal.

¿Se puede comulgar en esta situación? No se debe recibir el Cuerpo de Cristo en estado de pecado mortal, pero sí se puede recibir una vez que, con arrepentimiento, el pecado haya sido confesado. Para comulgar debe haber, en la persona, una verdadera lucha por salir de esta atmósfera de pecado.

No se recomienda confesarse inmediatamente después de las caídas, pues podría resultar en una banalización del sacramento. ¿Hay esperanza de recuperar el pegamento emocional? Por supuesto que sí. Lo más aconsejable es acudir a un director espiritual que pueda guiar a la persona para que, en Cristo, ella pueda sanar sus emociones. Nada hay imposible para Dios.

México, la viña y las elecciones

El próximo 2 de junio habrá una gran poda en México. Son las elecciones para elegir al presidente de la república, a los diputados y senador...