sábado, 28 de marzo de 2020

Miedo por el fin del mundo

Algunas personas me han externado su preocupación y temor por los eventos que vive la humanidad en este momento. Por si la pandemia, que ha sembrado desolación y muerte en algunas regiones del mundo fuera poco, en días pasados tuvimos un movimiento telúrico de poca monta en esta frontera de México y Texas, lo que vino a liberar aún más el miedo colectivo. ¿Se acerca el fin del mundo?, es una pregunta que flota en el aire.

La peste del coronavirus, además de que nos prepara para darle batalla y a vivir la solidaridad con los más vulnerables, es una llamada para que aprendamos a contemplar este mundo como efímero y pasajero. La peste del coronavirus está despertando en muchos no creyentes la pregunta sobre Dios, y nos está haciendo recordar nuestra condición de viajeros que navegan por los tormentosos mares del tiempo y se dirigen hacia la vida inmortal y eterna.

Un virus nos doblega y hemos de aprender a ser humildes. Durante años hemos puesto nuestra confianza en las ciencias y en las conquistas industriales. Hemos creído tener el control de todo lo que sucede e incluso manipulamos, con absoluta soberbia y sin temor de Dios, las mismas fuentes de la vida. Sin embargo muchas variables se nos escapan. No contábamos con que algo tan pequeño como un microorganismo, –algo que ni siquiera podemos ver a simple vista–, siegue, en tan poco tiempo, miles de vidas y plante tanto dolor y miedo.

El hombre espera demasiado de la ciencia y de su esfuerzo. El progreso material se ha convertido en el último fin de la vida y de la historia. Parece que no existiera ninguna otra aspiración más que llegar a tener un dominio absoluto sobre la naturaleza y a disfrutar del universo equiparándolo con un gigantesco cuerno de la abundancia que dará satisfacción a todas nuestras aspiraciones.

Un cristiano debe de rechazar esta visión de la vida y de la historia. Por la fe y la razón sabemos que la vida comenzó en Dios, y en Dios tendrá su consumación y su destino final. Con san Ignacio de Loyola creemos que el fin de la vida del hombre es amar, conocer, alabar y servir a Dios en esta vida para alcanzar la salvación eterna. Creemos también que este mundo está en un proceso de envejecimiento y descomposición, y que no puede permanecer eternamente girando sobre la rueda fatal del tiempo. El mundo tuvo un principio, tiene una permanente agitación y tendrá un final.

No creamos que la epidemia del Covid-19 es una señal de que el fin del mundo está muy próximo. En todas las épocas de la humanidad han aparecido crisis y conmociones. En tiempos de los Macabeos se vieron signos celestiales. El pueblo estaba aterrorizado y rogaba a Dios que esos presagios fueran para su salvación y no para su perdición.

Cuando los romanos sitiaron Jerusalén en el año 70, el Santo de los Santos y el Templo tuvieron misteriosos temblores con ruidos y voces de seres invisibles. En el año 999 se creía que el fin del mundo era inminente. La peste negra del siglo XIV, que causó la muerte de un tercio de la población europea, fue un cataclismo adjudicado a la cólera de Dios.

Evitemos el error de interpretar la peste del coronavirus o cualquier desastre natural como señales del fin del mundo. Cuándo ocurrirá, es un secreto que Dios se ha reservado y que saberlo está fuera de nuestras previsiones. Sin embargo la pandemia actual no deja de ser un acontecimiento por el que Dios se comunica con sus hijos. Nos dice que el universo, con absoluta certeza, tendrá un final y que vendrán los cielos y la tierra nueva. Pero también es una fuerte llamada de atención contra la relajación y las falsas seguridades en que hemos cimentado nuestra civilización. Es momento para hacernos la pregunta sobre Dios, y para cimentar sobre la roca de su Palabra nuestra seguridad absoluta.

jueves, 26 de marzo de 2020

La Sabiduría, verdadera riqueza


Reflexionemos sobre cuál es la riqueza verdadera de la vida y en dónde podemos encontrarla. Es momento de hacer el balance más importante y decisivo de nuestra vida.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Coronavirus, el rostro del mal

La zona de Bérgamo en Italia es quizá la más afectada del mundo por el coronavirus. Esta bella ciudad, declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad, vive una situación de angustia y dolor permanente. Desde el 23 de febrero, cuando fue detectado el primer caso, el número de contagios ha crecido exponencialmente. Hoy Italia cuenta casi 70 mil el número de infectados y cerca de siete mil muertos. Los cadáveres son incinerados sin que sus familias puedan despedirse ni darles sepultura digna.

Los hospitales han llegado al colapso y se han convertido en foco de infección; incluso, debido al alto nivel de estrés que ello genera, miembros del personal sanitario han llegado a quitarse la vida. La pesadilla italiana es similar a la que viven en España, donde la cifra de muertes ha superado a la de China.

El planeta en que vivimos está constantemente en agitación. A veces se desencadenan fuerzas descomunales que se vuelven incontrolables como son las epidemias, las plagas, los terremotos, incendios forestales, tsunamis, huracanes y otros fenómenos que dejan, a su paso, ríos de sufrimiento y miedo. Brotan muchos interrogantes que el corazón no alcanza a responder.

Sin embargo, en medio del mar del dolor brota, incontenible, el torrente del amor. La tragedia del coronavirus está despertando la solidaridad. En Italia y España los ciudadanos, las empresas públicas y privadas, todos, están brindando su apoyo. Se han multiplicado los voluntarios. Los ancianos y personas con discapacidad están siendo asistidos por sus vecinos para hacerles la compra en el super y en las farmacias. Empresas se organizan para fabricar mascarillas y mandiles para el personal sanitario. Existe ayuda psicológica y espiritual en línea. Algunos chefs y cocineros se han organizado para brindar alimentos a médicos y enfermeros. La gente dona comida y hay, en las ciudades, una sensación de profunda unidad.

Toda esta fuerza de solidaridad no es sino el poder del amor de Dios, de un Dios que también está herido por la presencia del mal en la vida de sus hijos, principalmente en el pecado. Dice el cardenal Robert Sarah: "Los cristianos saben que Dios no desea el mal. Y, si ese mal existe, Dios es su primera víctima. El mal existe porque no se recibe su Amor, un Amor ignorado, rechazado y combatido". Dios, a quien hemos tantas veces olvidado, se sigue haciendo presente en medio de las tragedias para confortarnos e invitarnos a vivir en comunión de amor con Él.

Ciudad Juárez espera en silencio la llegada de la peste. En la oración y en la obediencia solidaria a las autoridades estemos preparados para combatirla. Con la fortaleza de Dios y la intercesión de la Virgen podremos salir victoriosos. Así nuestras parroquias y capillas nuevamente se verán rebosadas de los hijos de la Iglesia que, con su amor agradecido, quieren manifestar su cercanía para sanar la herida que lacera el corazón de su divino Maestro.

miércoles, 18 de marzo de 2020

La Iglesia no nos abandona

Fue una dolorosa decisión: el señor obispo junto con los sacerdotes llegamos al acuerdo de que la Eucaristía, durante los días de contingencia del coronavirus, se celebre en la diócesis de manera privada sin la presencia de los fieles laicos. La resolución ha causado perplejidad en muchos fieles y, en otros, molestia; incluso hay personas que piensan que la Iglesia abandona a sus hijos al negarles el pan eucarístico, pan que nos hace fuertes en el camino de la vida.

De manera personal el corazón se me desgarra cuando sé que tengo que colocar algunos letreros en las rejas de la catedral para avisar que no habrá Eucaristía dominical. Pienso en los feligreses que encontrarán las rejas del atrio cerradas y me viene una tristeza enorme. Con dolor imagino la mesa eucarística vacía y recuerdo la frase del Señor: "Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar". El Esposo únicamente estará disponible en las parroquias para ser adorado, pero no comido, como él hubiera querido.

Sin embargo pienso en el amor de Dios por su pueblo que se manifiesta a través del obispo, vicario de Cristo entre nosotros, y en el amor que los sacerdotes ofrecemos al pueblo. Los pastores debemos de cuidar amorosamente de la grey que Dios nos ha encomendado; por eso cuando vemos que hay algún peligro, no sólo espiritual sino también físico –como la epidemia de coronavirus que hoy nos amenaza–, debemos de tomar decisiones que, a veces drásticas, pero necesarias en vistas al bien común. Si no aplazáramos la Eucaristía estaríamos actuando con enorme irresponsabilidad. Por eso la Iglesia no abandona a sus hijos, ¡jamás!

Cristo, el Esposo, se nos da como alimento en su Palabra, pero los católicos sabemos que sin la Eucaristía su presencia es incompleta. Postergar la celebración de la Santa Misa, mientras pasa el peligro del contagio, no sólo contiene una privación, sino que esconde algo positivo para el alma creyente. Con este ayuno eucarístico prolongado hemos de recordar que estamos lejos del Señor y caminamos hacia Él. Aunque por el momento duela el corazón –como en el purgatorio–, Dios nos prepara para el encuentro gozoso con el Esposo cuando llegue el tiempo de Pascua y al final de nuestra vida. Su ausencia hoy ha de purificar nuestros corazones de afectos desordenados y encender mayores anhelos de recibirlo en la Comunión.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Lecciones del 8 y 9 de marzo

Después de las tensiones vividas durante el Día Internacional de la Mujer y durante la jornada del paro nacional del día 9 creo que, como cristianos y ciudadanos que aspiran a vivir en un México digno para todos, podemos aprender algunas lecciones.

Primero, miremos qué hay detrás de la rabia contenida. Miles de mujeres, buscando justicia, vandalizaron monumentos y se manifestaron contra el machismo agresivo. Algunas lo hicieron por el dolor y la preocupación. Otras, en cambio, buscando la paz sacaron toda la agresividad y la violencia de sus almas haciendo pintas en monumentos y destruyendo propiedades de otros.

La protesta fue una mezcla de verdades y mentiras. Es cierto que las mujeres están muy lastimadas por la violencia contra ellas. Imaginemos el sufrimiento de las madres con hijas desaparecidas. Su dolor es un dolor que la mayoría compartimos. Sin embargo las mujeres más agresivas están adheridas a la ideología de género, una ideología que no tiene sustento en la razón y que sólo aspira a tener puestos de poder para la causa feminista en la sociedad. No obstante, detrás de muchas de ellas se esconden vidas muy dañadas por abusos y violencia, lo que las llevó a adherirse a un movimiento social que terminará por hacerles daño. Esta furia y ceguera feminista también nos duele.

Segundo, nos preguntamos por qué atacaron los templos católicos. El domingo dejó un saldo de varias catedrales profanadas y templos vandalizados, con insultos a la Iglesia y daños emocionales en personas vulnerables que celebraban la Eucaristía. Una razón de las agresiones es porque la Iglesia es la gran institución en el mundo que se opone al aborto y a la ideología LGBT, contrarias a los objetivos del feminismo. Un segundo motivo es porque la Revelación divina, que predica la creación del hombre para la mujer y ésta para el hombre, y la encarnación de Dios en un varón llamado Jesús de Nazaret, son el origen del patriarcado que ellas detestan. Me atrevo a decir que el principal blanco de ataque del 8M es el cristianismo y, concretamente, la Iglesia Católica.

Tercero, ¿por qué hay una desconexión entre los jóvenes católicos con la Iglesia? Muchos de ellos no participan en las marchas pro vida por tener amigos con atracción al mismo sexo o por estar de acuerdo con el aborto y, en cambio, apoyan las marchas feministas del 8M. En estas actitudes se deja ver el adoctrinamiento que, a través del sistema escolar y la ideología LGBT presente en los medios, están recibiendo. Pero además la desconexión se debe a que ellos han tenido muy escasa formación en temas pro vida dentro de las estructuras de la Iglesia. Muchos colegios católicos y sacerdotes hemos fallado al no educarnos para la promoción de la cultura de la vida y la dignidad de la persona; nos hemos contaminado, en cambio, del espíritu del mundo que el Señor condenó. ¿Qué podemos entonces esperar de nuestros jóvenes que se forman en las parroquias y colegios?

Cuarto, hay que valorar y agradecer a todas las personas valientes que salieron a defender los templos católicos ante los ataques de las mujeres. Alguien me hizo el comentario de que le hubiera gustado ver también a sacerdotes en esa defensa pacífica y firme, junto a sus comunidades, lo que muy probablemente encendería aún más la furia feminista y desencadenaría mayor violencia. Tengamos claro que esas agresiones continuarán y, seguramente, arreciarán.

Ante el cambio de época que estamos viviendo –lo que significa una manera de ver la vida totalmente distinta a la óptica cristiana– no podemos continuar siendo una Iglesia que sólo sabe resistir a los que no piensan cristianamente. Ni el insulto, mucho menos la agresión física, pueden ser nuestra artillería, sino sólo la fuerza de la caridad y de la verdad. Cuando sea necesario habrá que proteger el templo por ser la casa de Dios, pero sobre todo debemos tener una propuesta educativa más audaz y atractiva, especialmente para los jóvenes, que construya cultura católica.

La marcha del 9M no debe frustrarnos ni amedrentarnos. Al contrario, ha sido una oportunidad para fortalecer nuestra identidad católica y para buscar, con inteligencia y ánimo generoso, propuestas a los desafíos de este cambio de época.

miércoles, 4 de marzo de 2020

No apoyemos "Un día sin nosotras"


Las marchas feministas de este domingo 8 de marzo y el paro nacional "Un día sin nosotras" del lunes 9 no es más que una jugada política, muy bien orquestada, para empujar la legalización del aborto y dividir a la sociedad mexicana. El disparo lo hicieron las feministas que, con mucha astucia, y auspiciadas por intereses extranjeros, supieron canalizar la justa indignación nacional del caso de Fátima, la niña secuestrada y asesinada en Xochimilco. En torno al tema, hoy el país está más dividido que nunca: segmentadas las izquierdas, fraccionadas las derechas y hasta divisiones hay dentro de la Iglesia Católica. Alguien muy astuto ha sembrado cizaña en el trigal.

Con maliciosa inteligencia se está engañando a las mujeres que no se identifican con el feminismo para llevarlas a su movimiento. A muchos católicos que apoyan "Un día sin nosotras" les ha faltado información sobre cuál es la mano que mece la cuna; otros quizá no tuvieron el valor de verse políticamente incorrectos y decidieron respaldar. Lo cierto es que la violencia ha llegado a ser indignante para todos y queremos hacer algo para reducirla, pero ello no justifica que nos sumemos a un movimiento de izquierda política cuyo objetivo es que las madres puedan matar a sus hijos y las mujeres agudicen su odio hacia los varones.

Muchas mujeres argumentarán diciendo que ellas apoyan la iniciativa del 9M pero nunca el aborto ni el odio a los hombres. Su ingenuidad terminará inflando las cifras de un colectivo que a todas luces reclama el aborto como el primero de los derechos femeninos.

El movimiento "Un día sin nosotras" no es algo original de México; comenzó en Islandia en 1975 liderado por un grupo feminista radical. Continuó en 2016 en Polonia donde las mujeres exigieron derecho a decidir sobre sus cuerpos y libertad sexual. En Argentina nació el movimiento "Ni una menos" como protesta por los asesinatos de mujeres, así como la exigencia del aborto legal. Lo mismo ocurrió en Estados Unidos y Reino Unido donde "Un día sin nosotras" exigió la equidad de género, el alto a la impunidad, seguridad para las mujeres y control sobre sus cuerpos. Hoy el movimiento se extiende rápidamente por Latinoamérica. Conociendo su trasfondo, los católicos no debemos auxiliar a un movimiento pervertido desde su origen.

Oremos intensamente por México. Este 8 y 9 de marzo ofrezcamos la Eucaristía y pongámonos de rodillas ante el Santísimo Sacramento para que Dios nos ayude a crear una sociedad libre de violencia, donde se respete la dignidad de todos: hombres y mujeres, nacidos y no nacidos, jóvenes y ancianos. Las marchas feministas y "Un día sin nosotras" podrían fácilmente culminar en el aborto libre, legal y gratuito en todo el país. Entonces sí la violencia se volvería institucional y nosotros lloraríamos de pena.

lunes, 2 de marzo de 2020

La Peste Negra y el coronavirus

La aparición del coronavirus, en diciembre de 2019, y su expansión por diversas partes del mundo, me hace pensar en el impacto emocional y espiritual que han causado algunas epidemias en la historia de la humanidad, de manera particular la Peste Negra en la Europa del siglo XIV. China está señalado hoy como el foco de infección del coronavirus así como también fue la tierra donde tuvo su origen la Peste Negra.

El probable origen del coronavirus fue un platillo culinario de murciélago. Se dice que los chinos comen todo animal que se arrastre, camine, nade y vuele; desde tarántulas, escorpiones y ratas hasta palomas y medusas. Con ese apetito y esa gastronomía nadie se libra de una infección de vez en cuando, ni de una buena diarrea.  De manera parecida, hace algunos siglos, el bacilo llamado "Yersinia Pestis" salió de tierras chinas a través del comercio de sus exóticos productos y, siguiendo la ruta de la seda, viajó por las estepas del Asia central hasta llegar al sur de Italia en 1347, donde desencadenó una de las epidemias más espantosas de todos los tiempos.

El mortífero bacilo de la Peste Negra se transmitía a través de las picaduras de las pulgas de las ratas que viajaban en los barcos. De esa manera los grandes puertos europeos se convirtieron en grandes focos de propagación de la epidemia. Una persona infectada manifestaba la aparición de pústulas de sangre o hemorragias en la piel llamadas `bubones´; de ahí que también se le llamó `Peste Bubónica´. La enfermedad se acompañaba de dolores de cabeza, temblores, sudor y diarrea. Muchos morían a los pocos días de contraerla.

La Peste Negra mató aproximadamente a un 30 por ciento de la población europea. En ciertas ciudades portuarias y comerciales murieron más del 60 por ciento de sus habitantes. Era terrible ver cómo sucumbían las poblaciones de las ciudades. En su introducción al Decamerón narra Bocaccio el ambiente que vivía Florencia, ciudad que fue profundamente afectada: “¡Oh, cuántos memorables linajes, cuántas opulentas herencias, cuántas célebres riquezas no tuvieron sucesor! ¡Cuántos hombres ilustres, cuántas bellas mujeres, cuántos jóvenes gallardos, a quienes Galeno, Hipócrates o Esculapio hubieran juzgado sanísimos, almorzaron por la mañana con sus parientes, compañeros y amigos, y cenaron por la noche con sus antepasados, en el otro mundo.”

San Roque, patrono de los infectados por epidemias (siglo XIV)
Aquel pánico que causó la Peste Negra entre 1347 y 1400 está lejos de causarlo el coronavirus. Es cierto que éste hoy se ha diseminado en 48 países, apenas a dos meses de su aparición. La buena noticia es que la tasa de fatalidad es muy pequeña. El coronavirus mata a muy poca gente. Únicamente entre el 2 y el 4 por ciento de los infectados han fallecido, y esto ha sido en Wuhan (China), y del 0,7 por ciento fuera de Wuhan. La mayoría de los muertos en China por la neumonía provocada por el coronavirus han sido personas muy mayores que presentaban patologías previas. Lo mismo ha ocurrido en Italia, el país con más infecciones en Europa.

En México no debemos caer en pánico si aparece el coronavirus. Simplemente hemos de seguir las indicaciones de la Secretaría de Salud y tomar las medidas preventivas, pero con toda la confianza puesta en Dios, sin dejar de asistir a las iglesias para celebrar la Santa Misa donde encontramos al Médico divino. 

Bien haremos en rezar a san Roque, quien vivió durante la época de la Peste Negra en Italia. El santo se dedicó a cuidar a los enfermos y consiguió curar a muchos haciendo sobre ellos la señal de la cruz. En un hospital contrajo la peste mortal, pero como no quiso ser carga para nadie, se trasladó a las afueras de la ciudad, a una cueva. Ahí fue alimentado milagrosamente por un perro, cuyo amo acabó brindando a san Roque cuidados y atención. Cuando se vio curado, el santo regresó a la ciudad donde curó milagrosamente a muchas personas y a numerosas cabezas de ganado. Hoy san Roque es invocado durante las epidemias.

Nuestros cuerpos sufrientes

A medida en que pasan los años nos vamos haciendo personas más vulnerables en nuestra dimensión física. Aparecen nuevas dolencias, se manifi...