martes, 26 de enero de 2021

Las vacunas y la Bestia


E
n el artículo "Vacunas y aborto" que publiqué la semana pasada, escribí sobre la legitimidad que significa, para un católico, ponerse la vacuna contra el Covid-19, cuando se sabe que las inoculaciones tuvieron su origen el líneas celulares provenientes de dos embriones humanos abortados hace 50 años. La conclusión fue que aplicarse la vacuna es moralmente legítimo, incluso conveniente, aunque queda en la libertad de la persona vacunarse o no. Quien se vacuna no peca. Así lo ha manifestado la Congregación para la Doctrina de la Fe y así lo han puesto en práctica, haciéndose vacunar, el papa Francisco y Benedicto XVI. Yo también lo haré a la brevedad posible.

Desde hace meses estamos siendo bombardeados, a través de las redes sociales, por múltiples mensajes –provenientes incluso de gente de la Iglesia– que denuncian que la vacuna contra el Covid-19 es una estrategia de los poderosos del mundo –el nuevo orden mundial– para controlar a la población en esta "nueva normalidad" a la que nos ha llevado la pandemia. Se ha llegado a decir que la inoculación es la marca de la Bestia a la que se refiere la profecía del libro del Apocalipsis, capítulo 13, y que aquellos que sean vacunados llevarán en su cuerpo la cifra del 666. Desafortunadamente hay católicos que creen en estas cosas que están fuera de la lógica bíblica y de la razón.

Vayamos primero a la Biblia. Las bestias son la fauna maligna en conexión con la presencia de demonios; bestias representadas en diversos libros de la Escritura por animales que actúan contra la humanidad pecadora evocando los castigos divinos. Estas bestias malditas evocan al maldito por excelencia, quien combatirá con el linaje de la mujer. León Dufour afirma que "la Bestia se encarna, en cierto modo, en los grandes imperios paganos que tratan de dominar el mundo, que hacen la guerra al pueblo de Dios y manifiestan una arrogancia sacrílega". La cifra 666, según las últimas interpretaciones, representa a César Nerón, el emperador pagano que persiguió cruelmente a los cristianos del siglo I. Es posible que la cifra represente también a los grandes poderes del mundo que, durante la historia, persiguen a la Iglesia.

Acerca de la marca de la Bestia con la cifra 666, Jimmy Akin, uno de los mejores apologetas católicos y conocedores de la Biblia en Estados Unidos, en una entrevista para su programa en internet "Jimmy Akin Mysterious World", explica que en el mundo antiguo se ponía una marca en la mano derecha y en la frente para poder comerciar. La mano derecha era la mano del trabajo, del obrar y de la honestidad. La mano izquierda era utilizada para cosas menos nobles como la limpieza del cuerpo. La frente simbolizaba la conciencia, la decisión de la persona. La vacuna contra el Covid-19 no se pone ni en la mano ni en la frente. Nadie pone vacunas donde hay huesos prominentes (la frente), ni en lugares donde hay una gran cantidad de tendones y nervios (la mano). La vacuna se pone en el brazo pero no en la mano ni en la frente. Es absurdo creer que las vacunas tengan conexión bíblica alguna con la marca 666. Habría que hacer muchos malabares mentales para relacionar a la Bestia con la vacuna.

Hace algunos años, cuando la ley de salud se aprobó en Estados Unidos (Obamacare), se desataron fuertes rumores de que con esa ley se implantaría un microchip subcutáneo que contendría toda la información de la persona, incluyendo sus estados financieros. Todo aquello fue sólo un rumor que se hizo viral y que resultó falso. Algo similar está sucediendo hoy con la vacuna del coronavirus, de la que se dicen cosas tan ilógicas y tontas como eso de que borrará el recuerdo de Dios en la memoria de la persona vacunada.

La razón también desmiente la relación entre vacuna y Bestia. Jimmy Akin da un argumento contundente: Dios, que nos ama tanto, nunca permitirá que recibamos la marca de la Bestia contra nuestra voluntad y de manera inconsciente. La marca de la Bestia no es algo físico, sino es una decisión moral. Si la marca de la Bestia significa oponernos a Dios con nuestros actos, trabajo y habilidades –representados por la mano derecha– y con nuestra libre decisión –representada por la frente– Dios no permitirá que esto suceda por casualidad. Corresponde a una decisión libre de las personas. 

Aunque nos pusieran una especie de tatuaje en el cuerpo diciendo que es la marca de la Bestia, eso no afectaría a quienes en su alma han tomado la libre decisión de seguir al Señor y serle fiel. Además, afirma Akin, si el día de mañana nos marcaran con el 666 a través de la vacuna, ¿qué valor tendría la profecía de san Juan (Apoc. 13) para las siguientes generaciones de cristianos? Carecería de valor por haber tenido su cumplimiento.

Es ridículo no vacunarse por creer que se trata de la marca de la Bestia. Rechazar la vacuna no traerá la salvación eterna a nadie. Lo que como cristianos nos llevará al Cielo es no someternos a la Bestia –el secularismo anticristiano y antihumano que hoy quiere imponerse para todos– viviendo en la impiedad. La marca que queremos que no se borre y que debemos acrecentar, más bien, es la marca de la gracia divina que recibimos en el Bautismo, la marca de la amistad con el Señor y la fidelidad a Él.

martes, 19 de enero de 2021

Vacunas y aborto



El papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI se han vacunado contra el Covid-19. Habiendo recibido la inoculación han dado ejemplo para que también lo hagamos los millones de católicos que somos la Iglesia y que queremos erradicar la pandemia. Lo que hicieron los papas estaría libre de controversia si no fuera porque la vacuna tiene su origen en líneas celulares que se desarrollaron a partir de dos abortos ocurridos alrededor de hace 50 años.

Cinco obispos emitieron un documento –tres de ellos de Kazajstán, uno de Letonia y otro estadounidense– en el que rechazan la vacuna para no cooperar ni remotamente con un pecado que la Iglesia ha combatido con tanta determinación en su historia. Para estos obispos cualquier tipo de vacuna que tenga que ver con el aborto, aunque sea remotamente, es éticamente inaceptable, y los católicos deberían de preferir ir al martirio antes que hacer fila para vacunarse.

La mayoría de los obispos y teólogos en la Iglesia –incluidos Francisco y el papa emérito– están a favor de que los católicos nos vacunemos. Hay que aclarar que los laboratorios no están sacrificando embriones humanos para producir vacunas, sino que las vacunas existentes –Pfizer, Moderna y Astra Zeneca– se obtuvieron a partir de células de dos embriones abortados hace más de cinco décadas. Por ser asesinatos, aquellos dos abortos provocados fueron, sin duda, actos intrínsecamente malos. 

¿Es pecado, entonces, vacunarse contra el Covid-19? La Congregación para la Doctrina de la Fe emitió un documento en el que explica que existen diversos grados de cooperación con el mal. Son más responsables quienes orientan la producción de las vacunas en esas empresas farmacéuticas que aquellos que no tienen poder de decisión. En ese sentido cuando no existen vacunas éticamente impecables, o cuando los gobiernos sólo ofrezcan un solo tipo de vacuna, aunque presente problemas éticos, "es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la Covid-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción", explica el cardenal Luis Ladaria, prefecto de la Congregación.

Hay que señalar que las vacunas con una remota conexión con el aborto son Pfizer y Moderna, mientras que Astra Zeneca está, en su fabricación, más comprometida con el aborto. Es esta la que debe evitarse en caso de que no haya otras disponibles.

Vacunarse se trata, entonces, de una cooperación remota y pasiva con el mal del aborto provocado, y no una cooperación formal, activa y directa; por lo tanto quienes se vacunan contra el Covid no pecan. ¿Estamos obligados a vacunarnos? La Congregación nos dice que no, a menos de que estemos atravesando por una emergencia sanitaria causada por un agente patógeno grave que, por los posibles contagios, pone en riesgo las vidas de otras personas.

Por las circunstancias de pandemia que hoy atraviesa el mundo, y para proteger la vida de los demás, es conveniente que los católicos, de manera voluntaria, nos pongamos la vacuna contra el Covid-19. Sin embargo, también está el derecho que tenemos a la objeción de conciencia. Quienes consideran inadmisible vacunarse por tratarse de un material biológico que tiene su origen en células de embriones abortados, deben obedecer su conciencia y no ponerse la vacuna, pero con el deber moral de evitar conductas que puedan contagiar y poner en riesgo la vida de los demás.

Como católicos rechazamos el aborto por tratarse del asesinato de seres humanos inocentes. También consideramos moralmente ilegítima la fabricación de vacunas a partir de células de fetos abortados. Es inadmisible que la industria farmacéutica no busque fabricar vacunas éticamente aceptables, fuera de toda relación con el aborto procurado. Nuestro deber como católicos es crear las condiciones para tener sistemas sanitarios que respeten la dignidad del ser humano –aún el no nacido– y que se fabriquen vacunas moralmente aceptables. 

lunes, 11 de enero de 2021

La fe cristiana de Hernán Cortés


Si la leyenda negra contra España –muy injusta por cierto– tiene un representante, ese es Hernán Cortés. Las versiones oficiales de la historia de México lo presentan como el gran villano, el hombre desalmado que sólo llegó a esta tierra para matar y saquear. Esa es una falsa visión del Conquistador. Sin canonizarlo pero tampoco satanizarlo, Cortés fue un político de pocos escrúpulos pero también un hombre con grandes preocupaciones religiosas. Era un cristiano convencido de evangelizar a los indígenas.

Cuenta Robert Ricard en "La Conquista espiritual de México" que Hernán Cortés fue un gran devoto de la Virgen María cuya imagen siempre llevó. Rezaba diariamente sus oraciones y oía misa. Tenía por estandarte una cruz y su lema era: "Amigos, seguid la cruz, y si tenemos fe, de verdad, en este signo venceremos". En su escudo de armas llevaba la imagen de la Virgen al lado de las armas de Castilla y León.

En su mente siempre estuvo la idea de que la conquista política y militar debía ser paralela a la conquista espiritual. Para Cortés la conquista se justificaba solamente con la conversión de los indígenas al cristianismo. Es verdad que muchos de sus hombres no tuvieron siempre este ideal, o lo perdieron, pero también es cierto que varios de sus compañeros de armas se hicieron frailes más tarde.

A Cortés lo acompañó siempre fray Bartolomé Olmedo, sacerdote mercedario, quien fue su consejero espiritual. Si bien el Conquistador quería muchas veces actuar precipitadamente y con poca reflexión para combatir la idolatría de los indios, le padre Olmedo lo frenaba, temperaba su celo y lo llevaba por el camino de la prudencia. Cuando Cortés quiso plantar la cruz y dejárselas a los indios, el sacerdote le aconsejó no hacerlo porque los nativos no estaban evangelizados y podían utilizarla para prácticas de idolatría.

La piedad de Cortés y de sus soldados intrigó siempre a los nativos. Desde que llegaron a las costas de Veracruz, el Jueves Santo, 21 de abril de 1519, los españoles celebraron misa solemne, rezaron arrodillados el rosario frente a una cruz sobre la arena. A diario rezaban el Ángelus al toque de la campana. Los indios no comprendían por qué aquellos hombres se humillaban frente a dos palos de madera. Era entonces cuando el padre Olmedo les explicaba la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

En una ocasión quiso Cortés que los indios en Tlaxcala se hicieran católicos de la noche a la mañana. Una vez más intervino Olmedo aconsejándole que los dejara en paz porque no estaban suficientemente catequizados, y sería injusto hacerlos cristianos por la fuerza. En Cholula pretendió el Conquistador derribar los ídolos pero la prudencia de su consejero espiritual lo impidió.

En Tenochtitlan la gran preocupación de Cortés era convertir a Moctezuma, el emperador, pero nunca lo logró. Ni siquiera los sermones del padre Olmedo hicieron que el tlatoani dejara de ofrecer sacrificios humanos en sus templos. En una ocasión quiso Cortés plantar una cruz en lo alto del Templo Mayor junto a un estandarte de la Virgen para ahuyentar al demonio pero, una vez más, el sacerdote se opuso diciendo que aún no era prudente.

Quizá Bartolomé Olmedo no fue el primer sacerdote que pisó tierras mexicanas, pero sí fue el que mereció el título de primer apóstol de la Nueva España. El padre murió en 1524 y se dice que toda la ciudad lloró su muerte. Cortés lo tenía como un santo que había dado a los indios el conocimiento de Dios y había ganado sus almas para el cielo.

Hernán Cortés fue un hombre de fe, preocupado, realmente, por la evangelización del Nuevo Mundo. En sus Cartas de Relación insistió a Carlos V la necesidad de proveer de auxilio espiritual para la salvación eterna de los indígenas. Le pidió que enviara religiosos y que se edificaran monasterios. Al principio solicitó que vinieran obispos y clero secular pero luego cambió de parecer y sólo pidió que fueran frailes.

En México no existe una sola calle o plaza que lleve el nombre del Conquistador. La historia oficial lo ha juzgado como un gran villano; juicio que, en lo personal, me parece injusto. Si bien Cortés cometió el grave error de quererse construir un feudo en México al margen de la Corona española, sus intenciones de ver por la salud material y espiritual de los indígenas, aunado al gran amor que estos le profesaron, es suficiente para darle un sitio más honroso en la historia de México.

miércoles, 6 de enero de 2021

Diferencias cerebrales entre María y José


¿Quién era más inteligente, la Virgen María o san José? Escuchando lo que afirma la ciencia hoy, es cierto que el cerebro de José era 15 por ciento más pesado que el de su esposa, lo que no significa que él tuviera una capacidad mental superior. Ambos tenían el mismo número de células cerebrales, aunque en el caso de María estaban agrupadas más densamente, en un cráneo más pequeño. No era ella más inteligente que él, sino que los cerebros de ambos se comportaban como complementarios para cumplir su función de esposos y, sobre todo, la misión de proteger y guiar a Jesús, el Hijo de Dios.

Sin embargo la Virgen le llevaba una ventaja: ella había sido concebida sin pecado original, por lo que gozaba de los dones preternaturales que Adán y Eva tuvieron en el paraíso, antes del pecado. En ese sentido María tenía una disponibilidad, una intuición y una facilidad mayor para captar las cosas de Dios y hacer su divina voluntad.

Como todo varón, José tenía un elevado nivel de testosterona, lo que le permitía tener más habilidades que su cónyuge para manejar el espacio. Por eso sabía trabajar bien la madera y las herramientas para fabricar muebles y artesanías. Pero también su testosterona le hacía tener una menor capacidad lingüística que su esposa. María, por su nivel alto de estrógenos, tenía mucha más fluidez verbal que José. De hecho, los evangelios no dejan ver ni una sola palabra que el santo varón haya proferido; en cambio de la Virgen sí conocemos algunas frases.

San José, cuando estuvo en el vientre de su madre y cuando fue niño, fue un ser más débil que María. Por su condición de varón, tuvo más probabilidad de haber sido abortado de manera espontánea; y si hubiera nacido de modo prematuro, hubiera tenido menos probabilidades de sobrevivir que su mujer. Además maduró más lentamente que la Madre de Dios. María, a los 13 o 14 años ya había alcanzado una madurez cerebral correcta y adecuada a su edad, mientras que José tuvo más dificultad. Su masculinidad tenía que ser conquistada al tener que abrirse paso por la vida, al enfrentar la pobreza y al aprender a defender, a sostener y guiar a la que sería su esposa.

En los relatos de los evangelios de la vida pública de Jesús, no aparece san José. Se cree que murió antes de que Jesús iniciara su ministerio. Aunque no lo sabemos, quizá murió por ataque cardíaco, esto porque los varones tienen una tasa de mortalidad prematura por infarto; el doble que las mujeres. Si atendemos las estadísticas actuales sobre la diferencia de años entre la muerte del hombre y la de la mujer, la Virgen María pudo haber sido viuda durante siete años, es decir, José habría muerto cuando Jesús tenía 26 años.

Por ser de sexo masculino, san José pudo haber tenido más problemas de salud mental, trastornos de personalidad y conductas violentas. Nada de ello vemos en la vida del santo. Al contrario, en él observamos un gran equilibrio, y una gran madurez –obra de una educación en casa y, sobre todo, fruto de la gracia de Dios– que le permitió ser modelo varonil para su hijo Jesús.

En su vida de ama de casa en Nazaret, la Virgen María podía hacer varias cosas a la vez como platicar con alguna vecina mientras lavaba o tendía la ropa, preparar  la comida y jugar con el niño. Sus hemisferios cerebrales estaban mucho mejor conectados que los de su santo marido. Este, en tanto, estaba sumergido en su trabajo, con absoluta concentración. Gracias a su configuración cerebral varonil –con menos conexiones que el cerebro femenino–, san José pudo llegar a ser un gran especialista en su trabajo. Era más capaz que María para concentrarse en un asunto y tomar decisiones firmes, como tomar a su esposa y al niño para llevarlos a Egipto y así evitar que Herodes matara a Jesús.

Actualmente las corrientes feministas se empeñan en abolir las diferencias entre varones y mujeres, así como en construir una sociedad carente de masculinidad y feminidad. Es importante redescubrir que uno y otro sexo tenemos enormes diferencias biológicas y cerebrales que nos hacen ver y vivir la vida de manera diferente. Por eso Dios creó al hombre y a la mujer como seres complementarios. 

El Año de san José, decretado por el papa Francisco, nos ayude a educar a nuestra cultura en la biología y a la biología en la cultura para potenciar las habilidades de cada sexo, y así construir mejores relaciones interpersonales que fortalezcan la vida familiar.

Practicar yoga

Pregunta : La Yoga, ¿Va o no va en contra de la fe Católica? Hay quien dice que si es solo para ejercitarse, no hay problema. Respuesta : P...