miércoles, 29 de julio de 2020

Moderación en la victoria pro vida


El miércoles 29 de julio México tuvo una importante victoria pro vida. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, con cuatro votos en contra y sólo uno a favor, desechó el proyecto para despenalizar el aborto en el estado de Veracruz. De haberse aprobado, el grave peligro es que la ley del aborto se hubiera extendido a otros estados de la república y con ello tendríamos aborto libre en todo el país. La decisión del órgano jurídico supremo nos ha dado una gran alegría, sin embargo, no podemos cantar victoria.

Los ministros de la corte tomaron su decisión haciendo alusión a que había irregularidades técnicas en la forma en que se presentó el amparo, pero en el fondo todos coincidieron en que debe brindarse protección a los derechos de la mujer. Esto significa que la decisión del miércoles pasado que tomaron los magistrados no es necesariamente una resolución pro vida. Si no hubiera habido error técnico en la forma en que se presentó la demanda, los juristas habrían llegado al fondo del asunto y, por proteger los llamados derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, muy probablemente habrían votado a favor de la despenalización del aborto en Veracruz. Por eso no podemos enarbolar la bandera de la gloria.

Las batallas en el álgido tema de la cultura de la vida contra la cultura de la muerte van a continuar y, hoy más que nunca, quienes estamos contra la violencia y el asesinato institucional que traería la despenalización del aborto, no debemos bajar la guardia. En todos los congresos de los estados de México hay iniciativas para ampliar las leyes abortistas, por lo que hemos tener en mente que la guerra entre la luz y las tinieblas sigue en marcha.

Las organizaciones que han estado detrás de esta iniciativa para despenalizar el aborto en Veracruz, y extenderlo al resto del país son: Colectivo Akelarre –de evidente rostro brujeril–; MexFam –la cual es la sucursal de la agencia abortista Planned Parenthood en México–; las Católicas por el Derecho a Decidir, –grupo anticatólico que se disfraza de católico para confundir a los católicos–; Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, y otras organizaciones derechohumanistas con apariencia de "buenistas".

El combate que polariza tanto a nuestra sociedad mexicana es meramente espiritual: luz contra oscuridad, verdad contra mentira, ciencia contra ideología, vida contra muerte. Las estrategias para vencer están en todos los niveles, desde el cabildeo político en las cámaras legislativas hasta la lucha que enfrentan hoy los padres de familia para proteger a sus hijos del secuestro ideológico que la educación sexual escolar les quiere imponer. Es encomiable la labor que muchos laicos están haciendo para que triunfe el respeto a la vida humana en la vida social.

Para los católicos, una señal de alarma es lo que hoy sucede en el ambiente juvenil de muchas parroquias. Los párrocos se están dando cuenta de que una gran cantidad de sus jóvenes no acepta las enseñanzas de la Iglesia en materia de moral de la sexualidad y la vida. No es extraño que muchos perciban la fornicación y las prácticas homosexuales como algo natural y den la espalda a las enseñanzas de la ética católica. De ahí a aceptar el aborto como un derecho sólo hay un pequeño paso. Sin duda el espíritu del mundo, como un río cenagoso que todo lo arrastra, se lleva hoy a buena parte de la flor de nuestras comunidades parroquiales.

La protección y defensa de la vida humana triunfará sólidamente a través de la educación. Cuando los jóvenes descubren, a través de la teología del cuerpo, que fueron creados para el amor verdadero y no para gastar sus vidas en placeres efímeros que los dejan vacíos, entonces se les abren los ojos. Descubren el engaño de la ideología de género y, sobre todo, conocen la vocación al amor a la que Dios los llama. La formación de los jóvenes católicos hoy, más que nunca, necesita de la teología del cuerpo. Dicha teología se hace cada vez más popular en otras partes del mundo y hoy comienza a tener más espacio dentro de nuestras parroquias diocesanas. 

Mientras continúa la lucha entre la civilización y la barbarie, una buena y permanente formación católica nos capacitará para escapar de los engaños de la cultura, para formar familias sólidas y para edificar la Iglesia de Cristo.

miércoles, 22 de julio de 2020

Pin parental, piedra de tropiezo

En México, en este momento histórico, más importante que el debate sobre el aborto y la defensa de la vida, es el debate sobre el pin parental. Este pin es un veto, un indicador a los maestros de parte de los padres de familia que, en materia de educación sexual, ellos no podrán educar a sus hijos. El pin es la desautorización de los padres de familia a la educación sexual escolar que hoy se imparte en las aulas; una señal de que son ellos, los progenitores del niño, los que tienen el derecho natural de educar a sus hijos en materia de valores, afectividad y sexualidad. El pin parental es una herramienta para defender a la familia natural de un sistema dictatorial que pretende destruirla.

El debate está encendido en algunos Estados de la república por la simple razón de que la educación sexual que se imparte hoy en las escuelas es escandalosa y un desastre educativo. Desde edades tempranas a los niños se les enseña a explorar su cuerpo y a experimentar tocamientos y sensaciones. Se les inculca que la masturbación es inofensiva. Aprenden que tener sexo con responsabilidad es saber utilizar condones y anticonceptivos. Son instruidos con la idea de que existe una gama de preferencias y gustos sexuales con los que es bueno experimentar y que la relación hombre–mujer es sólo una de tantas, ya un poco pasada de moda. Los niños y adolescentes van captando que no somos lo que nuestro sexo biológico nos indica, sino que podemos ser lo que nuestra fantasía nos sugiera. En esta mentalidad es lógico que la pornografía se convierta en la instructora de la niñez y de la juventud en materia sexual.

El debate sobre el pin parental es un debate sobre quién ejerce la patria potestad de los niños y adolescentes. El derecho natural afirma que son los padres de familia quienes tienen el derecho de brindar educación a sus hijos, según sus principios y valores familiares, y que en una materia tan delicada como es la sexualidad y la afectividad, al sistema escolar no le corresponde hacerlo.

Por otra parte los gobiernos y escuelas, así como la misma Comisión Nacional de los Derechos Humanos, presionados por grupos internacionales que promueven el aborto y la ideología de género, tienen como gran objetivo apropiarse de la educación sexual escolar por la sencilla razón que haciéndolo, se apoderarán de las mentes de los niños y jóvenes, crearán individuos débiles, manipulables y con una identidad confusa, derribarán la estructura de la familia natural como célula básica de la sociedad y podrán construir una nueva sociedad en la que las diferencias sexuales sean irrelevantes. Entonces el aborto libre será automáticamente una realidad para todos.

Como ciudadanos de este país creemos que la Secretaría de Educación Pública debe brindar educación científica y no ideológica. Hoy la educación en materia sexual se ha alejado  de la ciencia y del verdadero humanismo para convertirse en instrumento de la ideología de género. Reconocemos que el pin parental es una genuina expresión del derecho que tienen los padres de familia para decidir –por encima de la autoridad escolar– si sus hijos asisten a las clases de sexualidad o si se abstienen de ellas. Son los padres quienes tienen el derecho a ser informados sobre los contenidos de las asignaturas y también a impartir esas materias a sus hijos, si ellos así lo deciden. 

Afirmamos que el sistema educativo no puede obligar a ningún alumno a tomar esos cursos, los cuales han de ser optativos. Consideramos que el simple hecho de impartirlos es empujar a la niñez hacia la confusión y a vivir experiencias que les dejarán daños irreversibles para toda su vida; imponerlos de manera obligatoria es hacer que México se encamine hacia la dictadura de género.

sábado, 18 de julio de 2020

Hatuey, el indio que no quiso bautizarse

Estatua de Hatuey en Baracoa, Cuba

Cuando Diego Velázquez y los hombres de su expedición llegaron a Cuba en 1511, combatieron contra Hatuey y sus guerreros, quienes eran indios taínos que poblaban la isla. Hatuey, el jefe, años antes había huido de La Española –hoy Haití y República Dominicana– debido a los estragos que los colonizadores estaban haciendo en la vida de los indígenas.

El destino lo alcanzó en Cuba y cuando fue capturado y condenado a muerte, un sacerdote se acercó para preguntarle si deseaba recibir el bautismo para ir al cielo. Preguntó Hatuey: "¿Y mis verdugos, los castellanos, están bautizados?" –Sí– respondió el sacerdote. "Entonces, ¿ellos también irán al cielo?", indagó el jefe taíno. Y añadió: "En esas condiciones no quiero ser bautizado, para no encontrarme después de la muerte con aquellos que han asesinado a mi pueblo y se preparan para matarme".

Fue el fraile dominico Antonio de Montesinos quien en 1514 predicó un célebre sermón al gobernador Diego Colón y a sus encomenderos en La Española. Desde el púlpito, con un ímpetu verbal que hizo temblar hasta las piedras, acusó a los españoles de exterminio a los pueblos indígenas, únicamente movidos por el afán de lucro, y los declaró a todos en pecado mortal. La homilía cayó como balde de agua helada y pronto el predicador fue expulsado a España. Sus lamentos y acusaciones fueron ecuchados por el rey Fernando de Aragón, lo que dio origen a las Leyes de Burgos, que fueron el primer marco jurídico para el buen trato a los indios en América.

Es profundamente consolador descubrir que Dios no abandonó a aquellos indígenas americanos oprimidos por el yugo europeo que buscaba, al menos en los primeros años de su llegada a las Antillas, primordialmente, el oro. Fueron los mismos frailes de diversas órdenes religiosas, motivados por los reyes de Castilla y Aragón, Fernando e Isabel que, en la América colonial del siglo XVI, hicieron visible la misericordia a los indígenas, y así les mostraron el verdadero rostro de Dios.

viernes, 17 de julio de 2020

Tiempos de Covid: en las manos de Dios


Después de casi cinco meses de presencia del Covid-19, imaginar el futuro puede ser motivo de ansiedad para muchas almas. ¿Saldremos bien librados de la peste? ¿Quiénes más irán a morir, víctimas de coronavirus? Nos preguntamos, como Judas en la Última Cena; "¿acaso seré yo, Maestro?" No lo sabemos. Hay incertidumbre. Si el futuro puede causar ansiedad, recordar el pasado es también fuente infecta de preocupaciones y tormentos. Recordar las injurias que hemos sufrido o los pecados que están en las páginas negras de nuestra historia suele ser tormento para el corazón.

Dios es el Señor del tiempo pasado, presente y futuro. El libro de Isaías describe la ocasión en que Ezequías, al ver que se terminaban los días de su vida, imploró a Dios por vivir un tiempo más sobre la tierra y Dios, en su generosidad, le concedió 15 años extras. Luego Ezequías pidió una señal de que podría subir a la Casa del Señor y Dios, como signo, hizo retroceder diez grados la sombra en el reloj de Ajaz. Las intervenciones milagrosas de Dios en el tiempo ocurren con más frecuencia de la que imaginamos. ¿Por qué nos parece inverosímil que la sombra de un reloj solar retroceda diez grados, cuando san Martín de Porres, san Pío de Pietrelcina y sor María de Ágreda recibieron el portentoso regalo sobrenatural de poder estar en dos lugares al mismo tiempo, fenómeno que conocemos como bilocación? Dios, sin duda, puede jugar con el tiempo y el espacio. Él es el Dueño absoluto de todo lo que existe.

No podemos remar hacia atrás en el río del tiempo para llegar a aquellos pecados vergonzosos e inconfesables y borrarlos de nuestra historia. Sin embargo Dios puede colocar su mano bendita sobre nuestro pasado y sanarlo todo con el vino de su consuelo y el aceite de su esperanza. Él es capaz de curarlo todo con su perdón. En el sacramento de la Confesión y en el silencio de la oración, el Señor me ha permitido sanar mi propia historia, tan llena de pecado, al grado que lo que quedó atrás ha dejado de ser un suplicio para mí. También me ha permitido ver las llagas purulentas de otros hermanos cuando ellos me han abierto su alma, implorando la misericordia divina. Como santa María Magdalena, que vio a sus demonios huir, yo también he sido testigo de la victoria de Dios sobre el tiempo pasado, en carne propia y en la de muchos hermanos.

Si hoy el Covid-19 pone turbaciones en nuestra mente sobre el futuro que nos espera como personas, familias, empresas y parroquias, si nos sobresalta pensar en la muerte, Dios nos invita a ponernos en manos de su Providencia divina y descansar confiados en ella. Estamos habituados a ser parte del engranaje de la gran maquinaria del mundo –producción, consumo y ocio–, mientras que Jesús nos dice que "el Hijo del hombre es Señor del sábado". Así nos recuerda que, más allá de la rueda en que se mueve la humanidad, hay un día de descanso último y definitivo hacia el cual la historia se dirige. Ese día es el encuentro glorioso con nuestro Padre Dios.

San Agustín no vivió intimidado por su pasado pecaminoso. San Maximiliano María Kolbe no se alteró por su futuro antes de entrar en aquel calabozo donde le esperaba una muerte lenta y atroz. Los santos participaron de la victoria de Dios sobre el pasado, el presente y el futuro. Descubramos a Dios como el Señor del tiempo y de nuestras vidas, y entremos, confiados, en su descanso.

lunes, 13 de julio de 2020

Misiones franciscanas en llamas


La incivilidad y la barbarie han llegado a extremos inauditos en Estados Unidos. Han prendido fuego a la Misión de San Gabriel, la cuarta que fundó san Junípero Serra en 1771, y que fue cuna de la ciudad de Los Ángeles California. La misión que fue piedra angular de aquella gran ciudad y su corazón espiritual ha sido reducida a ruinas por la voracidad de las llamas, justamente cuando había sido restaurada para la celebración de sus 250 años. Con esta atrocidad el movimiento antirracista comienza a quemar iglesias para destruir el maravilloso legado que san Junípero Serra y los franciscanos hicieron a su nación. Serra es considerado por el papa Francisco uno de los padres fundadores del vecino país.

Quienes incendiaron la Misión de San Gabriel y derribaron las estatuas del santo misionero californiano, han comparado a san Junípero con Adolfo Hitler. Según ellos las misiones franciscanas fueron campos de concentración con un sistema de esclavitud. Nada más lejos de la verdad histórica. Para los ignorantes anarquistas las misiones católicas eran semejantes a las plantaciones en los estados del sur de Estados Unidos y en el Caribe donde, efectivamente, existía un sistema esclavista cuya finalidad era el lucro de los blancos con los productos que se exportaban gracias al trabajo de los esclavos negros.

Las misiones eran un sistema de aprendizaje de oficios; los indígenas eran formados por los frailes franciscanos en hábitos, religiosidad, disciplina y un oficio, como a cualquier muchacho joven de la sociedad novohispana. Las misiones franciscanas –en palabras de monseñor José Gómez, arzobispo de Los Ángeles y estudioso del tema–, "eran comunidades multiculturales de culto y de trabajo con sus propios gobiernos y con una economía autosuficientes basada en la agricultura y en las artesanías. Al vivir y trabajar juntos, los nativos y los españoles crearon una nueva cultura mestiza que tuvo su reflejo en un arte distintivo, en la arquitectura, la música, la poesía y las oraciones que brotaron de las misiones".

No todo fue miel sobre hojuelas. Es cierto que durante la Colonia hubo abusos sexuales a las mujeres indígenas por parte de algunos soldados colonizadores. También hubo azotes, lo cual era una práctica frecuente y aceptada en el siglo XVIII en la que, para empezar, los mismos padres indígenas azotaban a sus hijos por mala conducta, y los maestros de oficios a sus aprendices. Sin embargo san Junípero "vivió y trabajó junto con los pueblos nativos y pasó toda su carrera defendiendo la humanidad de ellos y protestando por los crímenes e indignidades cometidos en su contra", dice monseñor Gómez. San Junípero nunca llegó a conquistar sino a hacerse hermano de todos.

Los verdaderos crímenes y abusos contra los indios no ocurrieron durante la vida de san Junípero, sino mucho tiempo después de su muerte, ocurrida en 1774. Fue hasta 1848, con la fiebre del oro anglosajona, cuando el gobernador de California llevó a cabo una guerra de exterminio. En doce años las poblaciones indígenas de California pasaron de 150 mil a sólo 30 mil. Historiadores como Brendan Lindsay afirman que en California se pagaban cinco dólares por cabellera de indio, y se destinó un millón de dólares en recompensas por matar a los nativos. Nada semejante ocurrió en las misiones hispanas.

Como católicos no debemos de avergonzarnos de nuestra historia. Desde hace cinco siglos existe todo un aparato de propaganda anticristiana y, sobre todo, anticatólica, para infundir en nosotros la vergüenza por nuestro pasado. Se nos quiere convencer de que somos culpables de todos los males del mundo. Nosotros, casi siempre ignorantes de nuestras raíces, terminamos por creer en esas leyendas negras de la Iglesia. Aprendamos más de lo que fueron las misiones en el norte de México, sumerjámonos mejor en nuestra historia cristiana, y veremos cómo abunda la presencia de lo sobrenatural y de la civilidad por encima de las sombras.

miércoles, 8 de julio de 2020

Medicina ayer, medicina hoy


La medicina es una profesión que se ha abierto camino en la historia de la humanidad gracias a la aparición de enfermedades. Si no hubiera males que curar no existirían los médicos. La historia de la medicina ha avanzado entre grandes aciertos y errores garrafales. Los éxitos se han obtenido, en variadas ocasiones, con una buena dosis de salvajería. Imaginemos una cirugía antes de 1842, año en que se inventó la anestesia. Los cirujanos van a amputar una pierna. Deben trabajar a toda velocidad con sus filosos cuchillos e instrumentos rudimentarios para que no se desangre el paciente. Mientras tanto, algunos sujetan con fuerza al enfermo que se retuerce entre alaridos de dolor. Por cierto, santa María Goretti tuvo que soportar una cirugía de vientre abierto y sin anestesia, antes de su último suspiro.

Durante la Edad Media y el Renacimiento, a las personas con fracturas en el cráneo en los campos de batalla se les practicaban unos procedimientos llamados trepanaciones. Estas las hacían los médicos taladrando la corteza craneal del herido, sin anestesia, para extraer hueso. Al paciente se le daban algunos soporíferos para adormilarlo, como el alcohol o el opio, incluso cannabis. La muerte era frecuente por las infecciones y las hemorragias, y se dice que una operación recurrente para detener el sangrado era colocar en la herida un hierro cauterizador al rojo vivo. Pocos sobrevivieron para contarlo.

Trepanaciones y cirugías sin anestesia se practicaron a través de los siglos, además de muchas otras prácticas atroces –otras no tanto– que, poco a poco, fueron haciendo avanzar la medicina. Mirando los siglos anteriores, hemos de agradecer al buen Dios que nos haya traído al mundo después de la invención de la antisepsia que previene las infecciones destruyendo los microbios. Alabemos al Señor porque hoy nuestros hospitales cuentan con anestesia y antibióticos, con refrigeración y con disponibilidad de agua corriente, lo que hace 150 años era impensable.

Somos afortunados quienes vivimos en el siglo XXI, aún en tiempos de Covid-19. La pandemia apareció muchos años después de que Ignaz Semmelweis enseñara que el lavado de las manos de los médicos con soluciones de cloro disminuía muchísimas muertes de pacientes. Y no podemos ser ingratos con la divina Providencia por esa asombrosa obstinación de Louis Pasteur que, a pesar de que tres de sus hijos perdieron la vida, él no se desanimó sino que siguió investigando, y así revolucionó la medicina con el nacimiento de la bacteriología. Es una bendición haber nacido durante, o después del siglo XX.

El coronavirus aparecido en Wuhan en diciembre pasado ha puesto a los médicos de cabeza. Mientras que a principios de julio son más de siete millones de personas contagiadas en el mundo, los profesionales de la medicina siguen enfrentando a un enemigo desconocido. Uno de los sectores más afectados por el Covid-19 ha sido justamente el de la salud, en el que numerosos médicos y enfermeros han sido infectados y muchos han muerto por la enfermedad. Esto no debe descorazonarnos. Al contrario, saber que la Sabiduría de Dios dirige la historia, así como el desarrollo de la medicina para curar al hombre, es motivo para vivir en amor y gratitud.

Es cierto que quienes contraen Covid tienen que aguantar el aislamiento y, en el peor de los escenarios, la colocación de un tubo respiratorio. Atrás quedaron las cirugías a cuchillo abierto y con tragos de whiskey o fumaradas de mariguana para soportar los dolores. Aunque comparados con aquellos años hoy estemos en un edén, hemos de orar por el avance de la ciencia médica así como por los profesionales de la salud. Ellos luchan hoy contra el miedo de quedar contagiados de Covid, porque se sienten llamados por Dios a cuidar nuestras vidas. Descubramos en ellos la obra silenciosa del Christus medicus. A nuestros médicos, enfermeros, camilleros, laboratoristas y personal de las ciencias de la salud sea dada toda nuestra gratitud, respeto, cariño y oración.

miércoles, 1 de julio de 2020

El odio a las estatuas


En días pasados el movimiento antirracista, que se ha extendido por muchos países, vandalizó y destruyó algunas estatuas de grandes héroes en los Estados Unidos y Europa. Hombres y mujeres ilustres que dejaron un valioso legado histórico y cuya influencia ha sido notable en esos países, hoy quieren ser borrados de la memoria colectiva por ser considerados, de alguna manera, racistas.

Turbas en California identificadas con el movimiento antirracista "Black lives matter" echaron por tierra diversas estatuas de san Junípero Serra, el sacerdote y fraile franciscano que fundó nueve misiones en aquellas tierras durante el siglo XVIII, y que fueron origen de grandes ciudades como Los Ángeles, San Diego, Santa Bárbara y San Francisco. San Junípero, quien fue evangelizador, promotor y un gran defensor de los indígenas, fue canonizado por el papa Francisco en su visita a Estados Unidos en 2015.

Las estatuas de Cristóbal Colón también han ido cayendo por tierra en toda la Unión Americana. El navegante genovés descubridor de América, auspiciado por Isabel de Castilla, inspiró en 1882 al padre Michael McGivney, próximo a ser beatificado, a fundar la organización fraternal católica más grande del mundo, los Caballeros de Colón, que distribuye anualmente alrededor de 190 millones de dólares en obras de caridad. Ni siquiera se salvaron las esculturas de Abraham Lincoln, el presidente que logró la abolición de la esclavitud en su país y quien luchó por la igualdad racial. Tampoco quedó en pie la efigie de Winston Churchill, defensor en Inglaterra contra el nazismo y el fascismo.

La profanación de estatuas que han hecho los miembros de "Black Lives Matter", obedece al más majadero e irracional salvajismo inspirado por la idea de querer destruirlo todo. Lejos de ser solidario con los indígenas, el movimiento antirracista ignora la política de mestizaje que tuvieron los españoles y que impulsó la reina Isabel de Castilla, así como desconoce la lucha por los derechos humanos de san Junípero y de Lincoln.

¿Qué seguirá? ¿Cuáles son los próximos objetivos para ser eliminados? Si ya derribaron a san Junípero –un verdadero héroe y santo– y lo quisieron hacer con San Luis Rey en St. Louis Missouri, no tardarán mucho en pretender atentar contra las imágenes de Jesucristo y contra su Madre la Virgen María, que fueron blancos y judíos, y que hoy están representados en innumerables vitrales, pinturas, estatuas y obras de arte dentro de las iglesias. Ellos serían, desde una óptica racista, una forma grosera de supremacía blanca.

El movimiento "Black Lives Matter" no es otra cosa más que una expresión de la izquierda post comunista que promueve la lucha de clases y no su integración. Es uno de esos "buenismos" disfrazados –semejante al feminismo abortista–, que nunca admitirá que hay negros que matan policías ni musulmanes que cometen atentados terroristas. El culpable es únicamente el hombre blanco, así como el delincuente ha sido el hombre de clase alta. Ambos tienen que ser demolidos. Estamos ante el asalto a la sociedad para instaurar la utopía de una sociedad sin clases.

Practicar yoga

Pregunta : La Yoga, ¿Va o no va en contra de la fe Católica? Hay quien dice que si es solo para ejercitarse, no hay problema. Respuesta : P...