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Hatuey, el indio que no quiso bautizarse

Estatua de Hatuey en Baracoa, Cuba

Cuando Diego Velázquez y los hombres de su expedición llegaron a Cuba en 1511, combatieron contra Hatuey y sus guerreros, quienes eran indios taínos que poblaban la isla. Hatuey, el jefe, años antes había huido de La Española –hoy Haití y República Dominicana– debido a los estragos que los colonizadores estaban haciendo en la vida de los indígenas.

El destino lo alcanzó en Cuba y cuando fue capturado y condenado a muerte, un sacerdote se acercó para preguntarle si deseaba recibir el bautismo para ir al cielo. Preguntó Hatuey: "¿Y mis verdugos, los castellanos, están bautizados?" –Sí– respondió el sacerdote. "Entonces, ¿ellos también irán al cielo?", indagó el jefe taíno. Y añadió: "En esas condiciones no quiero ser bautizado, para no encontrarme después de la muerte con aquellos que han asesinado a mi pueblo y se preparan para matarme".

Fue el fraile dominico Antonio de Montesinos quien en 1514 predicó un célebre sermón al gobernador Diego Colón y a sus encomenderos en La Española. Desde el púlpito, con un ímpetu verbal que hizo temblar hasta las piedras, acusó a los españoles de exterminio a los pueblos indígenas, únicamente movidos por el afán de lucro, y los declaró a todos en pecado mortal. La homilía cayó como balde de agua helada y pronto el predicador fue expulsado a España. Sus lamentos y acusaciones fueron ecuchados por el rey Fernando de Aragón, lo que dio origen a las Leyes de Burgos, que fueron el primer marco jurídico para el buen trato a los indios en América.

Es profundamente consolador descubrir que Dios no abandonó a aquellos indígenas americanos oprimidos por el yugo europeo que buscaba, al menos en los primeros años de su llegada a las Antillas, primordialmente, el oro. Fueron los mismos frailes de diversas órdenes religiosas, motivados por los reyes de Castilla y Aragón, Fernando e Isabel que, en la América colonial del siglo XVI, hicieron visible la misericordia a los indígenas, y así les mostraron el verdadero rostro de Dios.

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