miércoles, 29 de septiembre de 2021

Ceremonias de ayahuasca


Están cobrando más popularidad en México, Estados Unidos y Europa. Las personas apartan su lugar con anticipación para vivir un viaje espiritual en grupo, guiadas por chamanes. Con el propósito de superar traumas del pasado, curar enfermedades, encontrarse consigo mismos, liberarse de odios, bloqueos y complejos, o querer entrar en las regiones más profundas del yo, a través de un ritual, los adeptos llegan a ingerir una bebida indígena llamada ayahuasca o yagé. El brebaje se compone de una mezcla de dos hierbas alucinógenas que utilizan algunos pueblos indígenas amazónicos de Brasil, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia.

La infusión se toma en una ceremonia donde participan cinco o más personas –hasta cien– en lugares apartados y en entornos naturales. Aquí en Ciudad Juárez, por ejemplo, se busca hacer estos rituales en las dunas de Samalayuca. En un ritual dirigido por un brujo o chamán, las personas alteran su estado de conciencia que los lleva a tener visiones y cambios en la manera de percibir la realidad. Algo similar a lo que ocurría a muchos jipis cuando consumían LSD, famosa droga psicotrópica de los años 60. A muchas personas les produce vómitos y diarrea, pero los hechiceros defienden estas alteraciones interpretándolas como un proceso de limpieza emocional.

Conozco a algunas personas que han vivido las ceremonias de ayahuasca y han tenido experiencias distintas. Una chica con fuertes problemas emocionales proveniente de una familia completamente disfuncional cuenta que, para ella, la bebida fue una verdadera pesadilla. Si en el mundo real su vida ya tenía graves carencias afectivas, la ayahuasca la introdujo en un infierno lleno de horribles visiones y delirios. Otra persona me contó que haber bebido el potingue le provocó el efecto contrario y pudo ver la naturaleza como jamás la imaginó, con un esplendor y belleza fuera de serie; incluso creyó ver la divinidad. Evidentemente se trata de una falsa experiencia de Dios, pues Él no se manifiesta a través de las drogas; es, más bien, un escape a un paraíso artificial que no existe en la realidad.

Consumir ayahuasca tiene un doble peligro. En el plano físico puede causar cuadros psicóticos graves, incluso irreversibles, porque afecta la corteza del cerebro. Además puede provocar problemas mentales como la esquizofrenia o la bipolaridad. El segundo peligro es espiritual, lo que es peor, ya que se trata de una alteración del estado de conciencia de la persona, una pérdida de su dignidad, lo que para un cristiano es un pecado mortal. Además se trata de una ceremonia de religiones paganas hechas por brujos que rezan invocando espíritus de animales como el jaguar y el colibrí, espíritus de la naturaleza y de otras cosas, lo que es un pecado grave que traiciona el primer mandamiento, con la posibilidad de que fuerzas demoníacas ejerzan una acción extraordinaria sobre la persona.

Las personas que recurren a este tipo de prácticas donde se mezclan la drogadicción y la brujería son personas que buscan, en último término, la felicidad para sus vidas. Entienden la felicidad como una ausencia de tensiones y conflictos, y buscan de alguna manera, darle unidad y sentido a su existencia. También pueden querer escapar hacia falsos paraísos por una profunda insatisfacción y frustración que muchas veces se relaciona con la falta de sentido de su ser y quehacer en el mundo. Por eso buscan el placer sólo en sus aspectos físicos y psicológicos. Sin embargo cuando el placer se busca solamente por sí mismo, suele engendrar insatisfacción y empobrecimiento, porque la persona queda encerrada en ella misma.

Para los católicos el verdadero placer es tratar de vivir en armonía con los valores fundamentales de la vida: el amor a Dios y al prójimo; es el que se obtiene cuando la persona aprende a donarse. Un cristiano, aunque sabe disfrutar de los placeres legítimos que encuentra en la vida, se esfuerza para no quedar atrapado en ellos como si fueran fines en sí mismos, sino que conduce su vida hacia un bien superior y arduo, que es la plena posesión de Dios en la vida eterna a la que está destinado. La meditación asidua de la Palabra de Dios, la oración, los sacramentos, la comunidad y la caridad es el mejor coctel espiritual que podemos tomar asiduamente para vivir una vida plena, que nos lleva a Cristo, verdadero paraíso.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

El Estado como dueño de las conciencias




La Suprema Corte de Justicia de la Nación, una vez más, ha cometido un grave atropello contra la dignidad humana. Después de haber despenalizado el aborto el pasado 7 de septiembre, ahora los ministros han invalidado el derecho a la objeción de conciencia que tienen los médicos y personal de salud para no practicar el aborto, cuando consideran que dicha práctica contradice el juicio de su conciencia personal. La objeción de conciencia es la negativa de una persona para cumplir con un mandato jurídico cuando este se opone a sus creencias fundamentales. 

Vivir según nuestras convicciones sobre el bien y el mal es un derecho primordial que protege nuestra dignidad y libertad. Es un derecho que todos tenemos y que ahora ha sido  revisado por la Corte, para ser remitido a las cámaras legislativas y que sean estas las que establezcan sus límites. Saben que si permiten el derecho a la objeción de conciencia como está hoy estipulado en la ley, la mayoría del personal sanitario en México se negará a practicar abortos, lo que pondría iracundas a las feministas.

En el fondo lo que las autoridades judiciales y legislativas del país quieren es que en México se practique el aborto, a como dé lugar, y que los llamados "derechos sexuales y reproductivos" de las mujeres prevalezcan por encima de un par de derechos humanos fundamentales que hoy son despreciados: el derecho a la vida del no nacido y el derecho a la objeción de conciencia por parte de los médicos y enfermeras. 

La conciencia, según enseña la Iglesia Católica, es el juicio moral que nos invita a practicar el bien y evitar el mal. Es la voz de Dios que nos habla interiormente con autoridad y que nos invita a acoger sus mandamientos. En todo lo que hacemos, estamos obligados a seguir fielmente esa voz interior para obrar lo que es recto, para dejarnos instruir y gobernar por ella. Juan Enrique Newman decía que "la conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo". 

La exigencia de escuchar la propia conciencia es imprescindible hoy, más que nunca, ya que vivimos en un mundo que nos impulsa a vivir como autómatas, prescindiendo de toda reflexión, examen o interioridad. Por eso exhortaba san Agustín: "Retorna a tu conciencia, interrógala... Retornad, hermanos, el interior, y en todo lo que hagáis mirad al testigo, Dios".

Las autoridades judiciales en México se inclinan para que los mexicanos descalibremos nuestra brújula moral y actuemos contra nuestra conciencia. Quieren acallar la voz de Dios que resuena en nuestro interior, y así participemos en cosas que repugnan, no sólo a la conciencia, sino a la misma inteligencia, como es el acto antinatural de matar a un hijo en el vientre de su madre. 

Cuando el Sanedrín quiso callar a los apóstoles para que no predicaran a Jesús resucitado, Pedro les dijo lo equivocados que estaban: "Hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5,29). Poner límites a la libertad de conciencia en materia de aborto, y presionar a los médicos para que maten bebés, es una forma brutal de violencia contra las personas. Va contra el derecho que tenemos de vivir según nuestras convicciones morales y religiosas. 

La libertad de conciencia es un derecho que no puede otorgar el Estado sino solamente reconocerlo y respetarlo. Si se permite que el Estado vulnere este derecho, entonces podrá suprimir cualquier otro, como el derecho a la asociación, a la expresión de nuestras ideas, a publicarlas y el derecho a la libertad religiosa. Hemos de obedecer a Dios –que nos habla en la conciencia diciendo "no matarás"–, antes que a los hombres.

Si permitimos que la SCJN y los legisladores laceren el derecho a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, estaremos dándoles luz verde para que ejerzan un dominio tiránico sobre lo más íntimo y sagrado que poseemos, que es nuestra conciencia. De esta manera el Estado ejercerá un control férreo y despótico, en detrimento de cada persona que convive en el ámbito de nuestra sociedad civil.

sábado, 18 de septiembre de 2021

Confesionario sin absolución: Creo que todo lo hago por vanidad

La pregunta:
Sirvo desde hace muchos años en una parroquia, últimamente pienso mucho en que lo hago por vanidad y no por ofrecer mi servicio a Dios y a la comunidad. El problema es que pienso que todo lo hago por esa razón: que me interesa aprender más sobre Dios por saber más que otros; que rezo para que los demás se den cuenta; que estoy en el coro para que me escuchen los demás; que voy a adorar al Santísimo para que los otros vean que lo hago; que defiendo la vida para llamar la atención; que llevo a mis hijos a todo eso para que los demás digan que soy buena madre... En fin, siento que nada hago con amor, que soy egoísta, soberbia y vanidosa y, de hecho, cada vez que me confieso, lo confieso. También pienso que hago mi examen de conciencia tan minuciosamente, sólo para que el padre piense que tengo mucha conciencia del pecado, es más, hasta siento que le estoy enviando este mensaje para que usted piense que soy buena persona. Comenté eso de forma muy breve con mi párroco, y me dijo que tal vez necesito dirección espiritual, porque a veces es el demonio que engaña, ¿eso puede ser?

Padre Hayen: te doy gracias por la confianza al escribir tu estado interior y compartirlo. En la vida todos queremos sobresalir, y esto es algo que pertenece a nuestra naturaleza humana. No queremos pasar inadvertidos ante los demás, y a veces hasta hacemos locuras para llamar la atención y que nos vean. Queremos decirle al mundo que existimos. Vivimos en una sociedad que nos invita a la competencia, desde los deportes hasta el comercio, y hasta nos esforzamos por juntar más "me gusta" en las redes sociales y así sentirnos que tenemos influjo y poder. Es algo que nos sucede a todos. Sin embargo Cristo Jesús nos invita a purificar nuestras intenciones.

Mientras que el espíritu del mundo nos lleva por el camino de querer ser el número uno para inflar nuestro ego, Jesucristo nos dice que no está mal querer ocupar el primer lugar. Pero la diferencia con el mundo es que el Señor nos muestra que para llegar a ser los primeros tenemos que ser los últimos y los servidores de todos. Jesús nos indica el camino del servicio humilde a los hermanos para ser grandes en el reino. Querer ser grandes no está mal, repito, pero el camino es ponerse el delantal y hacerlo todo por amor a Dios y a los demás.

Fíjate en dos personajes radicalmente opuestos que quisieron ser los primeros. Adolph Hitler quiso sobresalir imponiéndose y pisando muchas vidas a su alrededor; lo único que provocó fueron muchísimos sufrimientos en los demás. En cambio santa Teresa de Calcuta quiso ser la última sirviendo a los más pobres, no por vanidad, sino para agradar a Dios y elevar las vidas de los demás. Su vida fue una bendición enorme al grado de que muchos queremos imitar su generosidad.

Yo te invito a que siempre que te asalten tentaciones de que todo lo que haces es por vanidad, rectifiques tu intención delante de Dios. Pregúntate ¿por qué hago lo que hago? ¿Por sobresalir y querer ser admirada? ¿O para que Dios sea admirado? ¿Para que los demás me sirvan, o para yo servir a los demás y hacerlos más felices? ¿Hacia quién quiero que apunten mis actos y mi vida, hacia mí o hacia Dios? Tu alegría no será verdadera si quieres que te halaguen y te admiren; tendrás la alegría que viene de Dios cuando te des cuenta de que tus mismas capacidades y talentos tienen a Dios por autor y son para hacer subir a los demás. Cualquier halago que te hagan otras personas dirígelo siempre hacia el Señor y piensa que eres un simple humilde instrumento a su servicio.

Estar obsesionada con que todo lo que haces es por soberbia y vanidad puede ser una tentación del Maligno, pero no te aflijas por ello. Simplemente cuando emprendas algo repite en tu interior: "que sea para mayor gloria de Dios, y no de la mía; para el bien de mis hermanos y no del mío". De esa manera estarás abriendo tu alma para que el Espíritu Santo te dirija como su instrumento, y en ello hallarás la alegría que no se apaga.

martes, 14 de septiembre de 2021

Al aborto resistencia, oración y educación


No es secreto para nadie que en América latina existe una enorme presión, política y financiera, para legalizar el aborto. Desde 1994, cuando se realizó la Conferencia Mundial de Población de la ONU en El Cairo, fue trazado el objetivo de que para el año 2015 los servicios de salud sexual y reproductiva –incluido el aborto– serían implementados en todos los países. Como la meta no se logró para ese año, hoy toda la presión financiera, política, académica, cultural y de medios de comunicación, recae en este tema para que se alcance lo antes posible.

Según datos del analista Agustín Laje, en México, International Planned Parenthood Federation (IPPF), invirtió entre 2008 y 2016, la cantidad de 18 millones de dólares para financiar a grupos abortistas dentro de nuestro país. La IPPF es la organización abortista más poderosa del mundo. Con sus más de 46 mil clínicas establecidas en diversos países, es un negocio norteamericano de ganancias descomunales, si consideramos que practicarse un aborto tiene costos que varían entre los 350 y los 2150 dólares, según el tiempo del embarazo. Si en el mundo se practican alrededor de 73 millones de abortos al año, el lucro es incalculable.

Quienes apoyan el aborto en México, principalmente los partidos de izquierda, aliados con el capitalismo imperialista representado por la IPPF, fueron muy astutos. Sabían que la mayoría de los congresos estatales tienen leyes que protegen la vida y que el pueblo de México, en su mayoría, es pro vida. Por eso hubiera sido un error que los partidos socialistas promovieran el aborto en los estados. Habrían fracasado y el precio político hubiera sido muy alto. Inteligentemente remitieron el asunto a la SCJN y, como Poncio Pilato, se lavaron las manos.

Quienes amamos y defendemos la vida debemos emprender el camino de la resistencia y de una persistente campaña educativa sobre el tema. No podemos callar sobre los efectos destructivos del aborto para las vidas inocentes, para las mujeres y las familias. Los obispos de México están exhortando a los católicos de nuestro país a sumarnos a la gran marcha por la vida que se realizará el 3 de octubre por la mañana en la Ciudad de México. Es tiempo para demostrar que somos una nación que ama, respeta y defiende la vida humana no nacida, como el primero de los derechos humanos. Revertir esta situación no será fácil ni a corto plazo. Resistencia, educación y oración son nuestro deber.

Para la mujer no cambiará nada. Las feministas creen que las mujeres ganaron una gran batalla, pero en realidad la perdieron y la seguirán perdiendo. Quienes se practiquen un aborto entrarán en la experiencia más horrible de sus vidas. Soñarán con bebés; imaginarán cómo sería su hijo no nacido; serán más promiscuas sexualmente y más propensas al uso de drogas, al alcohol y al suicidio. A muchas las acompañará el síndrome de estrés post traumático, más fuerte que el que tienen los soldados veteranos de guerra, con la diferencia que estos vivieron la violencia en un campo de batalla externo mientras que para las mujeres que abortaron la zona de guerra fueron sus mismas entrañas.

El problema real de las mujeres mexicanas no son los embarazos no deseados. El INEGI reveló que solamente 43 mujeres mexicanas fallecieron por aborto en 2020, sin especificar si se trataron de abortos procurados o espontáneos. La cifra es una ridiculez comparada con la falsas cifras de los grupos feministas de "miles de mujeres que mueren por abortos clandestinos". Más mortal que el aborto es el problema del cáncer de mama, que en 2020 cobró la vida de 7821 mujeres, según INEGI. Estas cifras van en ascenso y, por cierto, las mujeres que abortan tienen más posibilidades de padecer este tipo de cáncer. Pero también está el problema femenino del hambre; en el mismo año en nuestro país perdieron la vida 3522 mujeres por falta de alimentación. ¿Dónde están las feministas frente a estos problemas que son reales? Su feminismo socialista solamente se manifiesta ahí donde huele el dinero financiado por la capitalista IPPF.

Resistencia, educación y oración serán las tres armas con la que los cristianos y las personas de buena voluntad podremos revertir las leyes que pisotean el derecho a vivir, para crear una nación humana y democrática.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

En la época oscura del aborto


Con la despenalización del aborto el martes 7 de septiembre por parte de la Suprema Corte de Justicia se ha abierto la puerta para que las mujeres que quieran abortar lo puedan hacer sin temor de ir a la cárcel, aunque las mujeres que hoy están en la cárcel por ese motivo pueden contarse con los dedos de una mano. Cuando se despenaliza el aborto en alguna ciudad o país, se abre un camino perverso para que esta práctica se haga costumbre y, finalmente, termine imponiéndose sobre toda la sociedad.

En un siguiente paso el aborto será reclamado más fuertemente como un derecho y, como tal, el sistema de salud deberá facilitarlo gratuitamente. Pero como nada es gratis en esta vida y hay alguien que debe pagar, esos seremos los ciudadanos que, con nuestros impuestos, habremos de financiar de manera indirecta los asesinatos de inocentes.

La educación sexual escolar promoverá el aborto entre adolescentes como un derecho, y lo más probable es que cualquier niña menor de edad podrá solicitarlo sin el consentimiento de sus padres. Por último vendrá la obligación de los médicos y personal sanitario de practicar abortos a quienes lo requieran, sin poder apelar a la objeción de conciencia. Aquellos que se nieguen, podrán ser despedidos o perder su cédula profesional médica. De esta manera el aborto terminará por desfigurar la profesión del médico y a la misma medicina, ya que estos, por naturaleza, están al servicio de la vida y no de la muerte de sus pacientes.

Con lo sucedido el 7 de septiembre México entra a una etapa oscura de su historia. El aborto despenalizado por el gobierno hará que puedan ocurrir todas las transgresiones. Entramos a una fase histórica donde los mexicanos quedamos divididos en dos categorías, los de primera y los de segunda, los que salieron del vientre materno y los que están todavía dentro. Son los de primera quienes podrán decidir si los seres humanos de la segunda categoría deben vivir o morir. ¡Cuánta razón tenía la madre Teresa de Calcuta al afirmar que una sociedad donde las mujeres pueden matar a sus hijos es intrínsecamente bárbara!

Como católicos nos duele la miope decisión de la Suprema Corte; la profunda injusticia que se cometerá contra los mexicanos no nacidos arrebatándoles el derecho a vivir; las heridas físicas, emocionales y espirituales que se harán las mismas mujeres que aborten; así como la banalización de la sexualidad en que vive la sociedad mexicana y cuya consecuencia más trágica es el aborto. Nos duele que México vaya por el mismo precipicio demográfico en que van otros países europeos, donde las generaciones actuales ya no pueden reemplazar a las anteriores.

También como católicos hemos de afianzarnos en nuestra fe y valores, hoy más que nunca, y seguir proclamando la belleza del plan de Dios sobre la sexualidad y la sacralidad de la vida humana, sobre todo a las jóvenes generaciones. La barbarie y oscuridad en que vive el mundo ateo no deben acobardarnos, ni tampoco el odio en que viven los abortistas; al contrario, hemos de impulsarnos con ánimo generoso y alegre, para anunciar con entusiasmo el Evangelio del amor y de la vida, y luchar para que menos mujeres recurran al crimen del aborto. Dios proteja a nuestro querido México y nos haga mantenernos firmes en la fe, que nuestro mensaje es demasiado valioso.

México, la viña y las elecciones

El próximo 2 de junio habrá una gran poda en México. Son las elecciones para elegir al presidente de la república, a los diputados y senador...