martes, 26 de julio de 2022

Raúl, el sicario


(Este artículo tiene contenido que puede lastimar la sensibilidad de algunas personas). 

Raúl es un muchacho alto y rubio de 21 años que cumple una sentencia de cuatro años y medio en la cárcel. Su historia fue recogida por Saskia Niño de Rivera, criminóloga, y por Mercedes Castañeda, psicoterapeuta. "Ojalá que alguien me hubiera hecho entrar en razón... antes de que fuera demasiado tarde", confiesa Raúl. En su cara rodeada de tatuajes, distintivos del cártel al que perteneció, se pueden vislumbrar en veces, rasgos de un niño y, en otras, de un soldado.

Un día sus hermanos y él, al regresar a casa de la escuela, oyeron que tocaron a la puerta. Dos muchachos les ofrecieron trabajo con un sueldo de 35 mil pesos mensuales. Raúl, viendo su vida aburrida y su familia disfuncional por el divorcio de sus padres, imaginó todo lo que podía comprar para él y los suyos. Sin más, él y su hermano aceptaron. Con apenas tiempo para despedirse de su mamá, quien no estaba contenta, los del cártel pasaron por el barrio y los reclutaron. Les dieron un arma y los llevaron a la sierra para recibir entrenamiento.

En la sierra fueron entrenados por exmilitares y exmarinos, quienes les enseñaron todas las técnicas para matar. "La mente se va entrenando sola –dice Raúl–. No te enseñan nada de eso. Eso ya es de uno mismo y de cuando empiezas a matar, ahí empiezas a dejar de sentir. Había muchos amigos que al asesinar gente se ponían mal. Yo dejé de tener miedo después de un enfrentamiento en 2015... Se me hizo muy fácil meterme a la delincuencia organizada, y ya cuando vi esto entendí mucho y dejé de temer como las primeras veces porque pensé: ellos o yo, mueren ellos o muero yo".

Al poco tiempo Raúl comenzó a descuartizar víctimas del cártel y se hizo un sanguinario. "De pronto te das cuenta de que ya estás mochando cabezas, brazos y todo... y ya no sientes nada. Yo veía a algunos amigos débiles y pensaba: ¿por qué no siento nada y ellos sí?" Al principio se drogaba para hacer los homicidios. Le encantaba usar el cuerno de chivo y el G-3, que es un arma del ejército. Con las armas se sentía todopoderoso. "No me toques porque te mato", se decía. Sólo tenía 15 años.

Raúl confiesa que carga con 30 muertos, aunque dice que hay unos que lo han marcado más que otros, como cuando tuvieron que matar a varios, delante de niños y mamás que lo vieron todo. "Ahora, cuando pienso en ese día, siento bien feo. A mí no me gustaría que mis hijos vieran eso, pero andaba bien drogado y no asimilaba las cosas". En su tempestuosa vida conoció a Julieta, que hoy es la mamá de sus hijos. Con ella quiso formar una familia, aunque ella no quiso trabajar con el cártel.

Durante años Raúl pasó muchas noches sin dormir, trasladándose de monte en monte y de un estado mexicano a otro. Recibía órdenes para que lucharan a brazo partido para no dejar que nadie se metiera en su territorio. Entonces comenzó a pensar: "Me están dando órdenes de que nadie se meta, pero, ¿y mi vida? ¿Y mi familia? ¿Qué les voy a dejar? ¿Nomás el esqueleto y luego entiérrenme y ya? ¿Nada les voy a dejar? Una larga lista de sus amigos habían sido asesinados y él no quería ser el próximo. Fue cuando internamente se rebeló contra la organización criminal y fue pensando en cambiar de vida.

Cuando nació el primero de sus dos hijos, Raúl confiesa que fue el momento más bello de su vida: "ver su cara, sentir sus manitas y sus pies... siento cosas muy bonitas por ellos".

Un día, a él y a sus compañeros los detuvieron miembros de un cártel contrario y los rafaguearon. Raúl se tiró al piso y soltó su arma. Pensó que ahí moriría. Dos de sus amigos agonizaban. Se acercó a ellos, los vio lanzar el último suspiro y ponerse fríos. Hacía cinco minutos que conversaban tranquilamente y después, cinco de ellos estaban muertos. Sólo sobrevivieron él y otro compañero malherido.

Después a Raúl lo apresó la policía y lo llevaron a una cárcel desde donde siguió controlando las actividades del grupo delictivo fuera del penal. Sin embargo Raúl reconocía que tenía corazón. Le gustaba ser amable y amigable, y ponerse en los pies del otro. Vio cómo golpeaban a los presos que no tenían para pagar la droga, y pensaba: "No manches, si yo estuviera en su lugar y no tuviera para pagar pues cómo le haría".

Raúl recuerda a otros de sus familiares que también, como él, anduvieron mal. A todos los mataron. Su hermano supo salir del cártel justo cuando apenas empezaba. Hoy Raúl vive con dos o tres mil pesos a la semana, pero los disfruta con su familia, quitado de la pena, sin andar cuidándose las espaldas. Ya no pertenece a ningún grupo delictivo y no quiere regresar, aunque no tenga dinero para darle a su mamá y a su familia. Lo poco que tiene se lo agradece a Dios. Y piensa: "Si otra vez tuviera esa edad, me pondría a estudiar. No buscaría el poder que da un cártel, buscaría el poder del estudio".

La Iglesia Católica ora por la conversión de los narcotraficantes y los sicarios. Cuando las familias son débiles por la falta de valores religiosos y morales; cuando existe violencia intrafamiliar y ruptura entre los padres; cuando la figura paterna está ausente o es frágil; cuando el ambiente se vuelve permisivo porque muchos conocidos andan en malos pasos; cuando la cultura exalta el crimen con los narco-corridos; cuando se vive en un país con falta de voluntad política para combatir al crimen y donde la impunidad es mayor al 95 por ciento; es cuando el caldo de cultivo es perfecto para que los jóvenes, como Raúl, sean reclutados por las mafias. Aún así siempre queda entreabierto un reducto de humanidad y libertad en las almas de esos hermanos nuestros. Es ahí por donde puede colarse la gracia bendita de Jesucristo, implorada por nuestra oración, que resucita a los muertos.

miércoles, 20 de julio de 2022

Elogio del silencio


Hace unos días estuve en Saltillo con las Oblatas de Santa Marta, religiosas de vida activa, acompañándolas en sus ejercicios espirituales anuales. En la introducción a los ejercicios les dije que durante esa semana, el mayor esfuerzo que habríamos de realizar era envolvernos en absoluto silencio durante los cinco días. De esa manera facilitaríamos al Espíritu Santo hacer resonar la voz de Dios en nuestro interior.

Personalmente no tuve que hacer gran esfuerzo por callar. Necesitaba, yo más que las hermanas, el silencio. La atmósfera llena de ruido en la que habitualmente vivo, como inquilino del centro histórico de Ciudad Juárez, ha despertado en mí la nostalgia del silencio. Muchas veces he tenido que hacer mi oración de la Liturgia de las Horas al ritmo de cumbia, o soportando las peroratas de los predicadores protestantes que colocan sus bocinas a unos metros, no muy lejos de mi habitación.

Por eso cuando tengo un poco de tiempo de silencio mi alma respira su oxígeno. Muchas veces aprovecho ir en el coche, sin encender la música, para ir en silencio buscando el diálogo con Aquel que vive en el silencio. Por las mañanas temprano y por las noches, cuando no se escucha ruido alguno en los alrededores de la Catedral, me siento en un paraíso silencioso donde es posible la meditación y el coloquio con Dios. Así lo hacía san Agustín quien, como obispo, llevaba una vida muy pesada, llena de responsabilidades pastorales; sin embargo procuraba tiempos de silencio y soledad para leer, estudiar y meditar las Sagradas Escrituras, orar mucho y redactar sus obras.

En este mes de julio, en el que la Iglesia mexicana ora especialmente por la paz y el cese de violencia en el país, creo que los disparos de tantas armas de fuego en las calles son, hasta cierto punto, fruto amargo de la dictadura de ruido permanente en que vivimos y triste síntoma de falta de silencio interior de la mayoría. Una persona que nunca tuvo silencio en su hogar, y que creció entre el estruendo de la violencia física y verbal; alguien que se habituó a vivir acompañado del permanente sonido de la radio, la música, la televisión, los videojuegos y las redes sociales, termina por hacerse sorda a la voz de Dios que sólo puede escucharse en el silencio del corazón.

Tantas rupturas matrimoniales y familiares son también por la ausencia de silencio en los hogares. Muchas familias conviven sin saber dialogar. Sus encuentros son dimes y diretes que terminan en ofensas recíprocas. Se les olvida que para dialogar hay que saber escuchar, y para escuchar hay que aprender a callar. No solamente callar con un silencio físico que no interrumpe a la otra persona, sino –como dice el cardenal Sarah– con un silencio interior, lleno de amor humilde y con gran capacidad de atención para acoger amistosamente al otro. "¿Cómo puede el corazón acoger completamente al otro si no es en el silencio?", se pregunta.

La violencia doméstica y la violencia social, podemos decir, son monstruos creados en la sociedad del ruido ensordecedor en que vivimos. Ruido que no sólo es palabrería y música, sino publicidad invasora, luces artificiales, falsos paraísos, tumultos y codicias; los sentidos que reclaman nuevas experiencias placenteras y que hacen que el hombre se haya olvidado de mirar al cielo para buscar a Dios.

Me pregunto ¿qué sucedería a un mafioso o a un sicario, o a una de esas mujeres activistas del aborto que rompen escaparates, si se encerraran durante un mes en uno de esos lugares donde el silencio de la naturaleza es denso y profundo, por ejemplo en un monasterio en el desierto donde sólo se escucha el rumor del viento alternado con las notas del canto gregoriano de los monjes? Lo más probable es que empezarían a salirles todos sus demonios internos. Verían con espanto sus vidas precipitándose en la nada y recibirían la maravillosa gracia de escuchar esa voz interior que dice: "Vengan a mí, ustedes los cansados y agobiados, que yo les daré descanso". Sus vidas quizá se transformarían.

Todos llevamos un monje por dentro, pero la actual atmósfera ensordecedora de las grandes ciudades y nuestros estresantes estilos de vida lo sofoca y lo reprime. Dichosas las familias que abren espacios para la oración silenciosa, que se reúnen para desgranar las cuentas del Rosario y que saben moderar su exposición al ruido de los medios, que hoy alardean tantos pecados abominables. Dichoso aquel que encuentra espacios de soledad silenciosa dentro de su habitación para entablar un diálogo íntimo con Dios. Haciendo de nuestra interioridad y de nuestras casas templos del Espíritu podríamos preservarnos de tantos males, y alcanzaríamos a vivir más reconciliados con Dios y con los hermanos.

miércoles, 6 de julio de 2022

Observaciones sobre la ley del aborto


Nunca imaginé que algún día de mi vida escucharía la noticia de la derogación de la ley federal del aborto en los Estados Unidos. La posibilidad era remota y, sin embargo, Aquel que mueve misteriosamente los hilos del mundo y que es el dueño de la historia, actúa silenciosamente en las almas para crear entre ellas unidad y fuerza, y así cambiar en la vida política lo que parecía imposible. Esta grandiosa victoria jurídica del viernes 24 de junio en la Suprema Corte de Estados Unidos pasará a la historia como uno de los más grandes triunfos de la causa pro vida. ¿Qué significa esto? Al menos, seis cosas.

Primero, la vida humana estará más protegida y nacerán más bebés, lo que es una alegría para la sociedad y para la Iglesia. Una sociedad se regenera por las nuevas generaciones, pero ahí donde el aborto se instala, la sociedad y las familias comienzan a morir, el sentido de la vida se oscurece y la esperanza se apaga. El aborto es un suicidio social. Después de una larga noche de casi 50 años en EEUU donde el valor de la vida tuvo un eclipse, empieza a despuntar el alba de un cambio de mentalidad para respetar y defender la vida no nacida.

Segundo, el movimiento pro vida se coloca históricamente en la línea de otros dos grandes movimientos sociales, como fueron el de la abolición de la esclavitud en 1865 por Abraham Lincoln y el de los derechos civiles en 1964 que terminó con la segregación racial, gracias al activista Martin Luther King. Si aquellos dos grandes movimientos sociales defendieron la dignidad de la persona humana, que era pisoteada por la esclavitud y la discriminación racial, hoy el movimiento pro vida defiende la vida del no nacido, y proclama que se trata de una persona humana con una dignidad igual a la de cualquier nacido.

Tercero, la causa pro vida debe continuar. La derogación de la ley federal del aborto no ha terminado con el aborto en Estados Unidos. La Corte Suprema pasa ahora el asunto a los Estados para que ellos decidan si van a restringir el aborto o a facilitarlo en su territorio. La causa pro vida deberá de actuar de manera diversa según las leyes de cada Estado. Por ejemplo en Estados como Oklahoma, Texas o Nebraska, que restringen mucho el aborto o lo eliminan, ahí el trabajo será abrir centros de embarazo en crisis para facilitar a las mujeres a tener a sus bebés. En cambio en Estados como Nueva York, Illinois, Oregon o California, que quieren ofrecer el aborto hasta los nueve meses de la gestación, el desafío será emprender una batalla cultural que transforme la mentalidad de los ciudadanos para llevarlos a la causa pro vida.

Cuarto, el efecto de la derogación de la ley federal abortista traspasará las fronteras de la Unión Norteamericana. Estados Unidos es una potencia económica, cultural y moral en el mundo, que no siempre ha exportado nobleza y valores que promuevan la dignidad de la persona. Tanta basura que se genera en Hollywood y ahora en Disney es un ejemplo de ello.

Sin embargo a partir del 24 de junio pasado pueden empezar a cambiar algunas cosas en otros países. Los países europeos podrían despertar para darse cuenta de que las leyes anti vida sólo han traído un envejecimiento de sus poblaciones, acercándose peligrosamente a la extinción de sus naciones. Por otra parte si llegara al poder un presidente norteamericano pro vida, es probable que condicione la ayuda económica estadounidense a los países de América Latina a la eliminación de leyes abortistas en sus legislaciones.

Quinto, el aborto ha sido una horrenda práctica que se inició en EEUU en 1973, diez años después de la Revolución Sexual. El sacrificio de vidas humanas es la consecuencia más espantosa del desorden moral imperante en sociedades con la impronta de Sodoma. Si los jueces de la Corte Suprema han derogado la ley federal del aborto, sería incompleto o absurdo no hacer algo por eliminar las causas que conducen al aborto, es decir, el desorden sexual.

¿Cómo transformar una cultura hipersexualizada? No solamente los jueces tendrían que eliminar leyes que tengan que ver con el matrimonio igualitario, la adopción de niños por parejas del mismo sexo o la desastrosa educación sexual escolar. Tendría que hacerse toda una labor durante décadas desde los medios y el sistema educativo para transformar realmente la cultura; porque si no hay un cambio paulatino de mentalidad, negar la posibilidad del aborto será, para muchos, una camisa de fuerza. Eliminar el efecto –la ley del aborto– sin ir a las causas, seguirá creando más tensiones y conflictos en la sociedad.

Sexto, la fecha de la caída de la ley –24 de junio–, día movible en que celebramos el Sagrado Corazón de Jesús y día fijo del Nacimiento de san Juan Bautista, es altamente significativa para los católicos. No es mera coincidencia que en el día en que contemplamos aquel primer encuentro de dos niños no nacidos –Jesús y Juan– y la alegría del Bautista que saltó en el vientre de su madre Isabel cuando reconoció al Mesías, ese día haya traído la derogación de la ley federal abortista en EEUU. La recibimos como un signo del amor de Jesús por cada vida humana concebida, y un signo de que el futuro de la humanidad está en el amor y el respeto a todo ser humano.

martes, 5 de julio de 2022

Novios, cerebro y corazón


B
erenice fue una chica que conocí hace muchos años cuando era la novia de un muchacho drogadicto. Habían sido buenos amigos y ella sabía que él tenía un vicio con mariguana y cocaína, pero así lo aceptó como su pareja. Berenice estaba segura de que ella transformaría a su novio en una persona libre de vicios y en un trabajador responsable. Así cometió el error de irse a vivir con él. El noviazgo había sido tormentoso pero ella siempre conservó la ilusión de que él, a su lado, pronto sería un hombre nuevo. Tras una dolorosa experiencia de ruptura hoy están separados.

El gran error de Berenice no consistió en creer que bastaban el amor y sus encantos para cambiar a su novio. Su gran equivocación fue haber tenido relaciones sexuales con él. De esa manera ella permitió que se creara ese super pegamento emocional entre los dos que los dejó ciegos para ver con claridad la verdad de la otra persona. Si Berenice hubiera sabido llevar una relación de noviazgo en castidad, lo más probable es que ella hubiera tenido una clara radiografía de su novio y nunca se hubiera ido a vivir con una persona adicta a las drogas.

"Para torear y para casarse hay que arrimarse", dice el dicho. Casarse es una de las decisiones más importantes que se toman en la vida. Salir con una persona tiene el único objetivo de saber si esa persona vale la pena para iniciar un noviazgo, y después hacer un proyecto de vida con ella llamado matrimonio y familia. El noviazgo no es para presumir la belleza física de una chica en los antros, bailes y restaurantes; tampoco es para que una muchacha se sienta aliviada porque su novio trae una cartera abultada de dinero. El propósito de tener novia o novio es conocer muy bien a esa persona para tomar la decisión de confiarle la propia vida, y también la vida de los hijos.

Para tomar una decisión tan importante se necesita tener verdadera libertad; la libertad de poder terminar la relación si ésta resulta conflictiva o inconveniente. Berenice no tenía esa libertad. Estaba atada a su novio drogadicto mediante las relaciones sexuales que le nublaban la razón y no le permitían dejarlo. En algunos noviazgos hay personas que son posesivas y controladoras; otras que son infieles; otras más ocultan cosas importantes a su pareja y mienten constantemente. A esta clase de personas hay que botarlas inmediatamente y no cometer el error de casarse con ellas.

Sin embargo cuando existen las relaciones sexuales en este tipo de noviazgos conflictivos, el pegamento emocional creado por la oxitocina –la hormona del amor– es tan fuerte que no permite a los novios ver los defectos del otro. Ambos están entregados al otro completamente que se quedan ciegos para descubrir que su relación no funcionará en el matrimonio.

Así le sucedió a Berenice. Ella sabía que su novio se drogaba pero estaba convencida de que, con sus palabras, detalles y arrumacos, lo transformaría en un ministro extraordinario de la Comunión en su parroquia, en un predicador de la Palabra de Dios y en un hombre piadoso de frecuentes visitas al Santísimo, y solamente porque él le juraba que la amaba. Hay personas que dicen que su pareja vende drogas, pero que nunca lo haría frente a los niños; o que ha sido sexualmente promiscua en el pasado, pero que nunca le pondría los cuernos a ella.

Si vas a tener novio o novia, no permitas que entre ustedes se forme ese super pegamento emocional que ocurre por medio de las relaciones sexuales. Una vez que se forma esa goma o fijador entre ustedes, sus cerebros dejarán de razonar adecuadamente y los sentimientos se apoderarán de la relación. Y si alguien les pregunta si están enamorados, ustedes dirán que sí. ¿Cómo lo saben? Ah, –dirán ustedes– pues porque se siente muy bonito, muy intenso, porque no queremos separarnos y queremos estar juntos.

Esos son sus sentimientos, pero, ¿dónde quedó el cerebro, la razón, la inteligencia? Los novios deben pensar, no sólo sentir. Deben hacerse preguntas muy serias antes de tomar la decisión de casarse: ¿quién es esta persona?, ¿cómo es su familia?, ¿será un buen marido o una buena esposa?, ¿practica la fe?, si yo muriera, ¿podría confiarle a esta persona la crianza de mis hijos?, ¿es trabajadora, responsable y honesta?, ¿se sabe controlar en su vida sexual?

Es preocupante ver que entre los jóvenes ha desaparecido el uso de la razón y prevalecen los sentimientos. Sus corazoncitos se tapan los oídos para averiguar esas preguntas. Pero es necesario que entren en estos interrogantes y usen el cerebro porque la vida futura y la felicidad están en juego. Por eso la balanza para el noviazgo debe ser mitad razón y mitad sentimientos.

Una vez iniciada la actividad sexual entre novios y la formación del vínculo emocional, es más difícil responder a estas preguntas y ver la realidad del otro en toda su crudeza. Sus ojos se cerrarán para mirar claramente a la otra persona y no querrán pasar por el dolor de romper ese vínculo emocional que los tiene atados. Por eso cultivar la virtud de la castidad los hará realmente libres para tomar la mejor decisión sobre su futuro. 

México, la viña y las elecciones

El próximo 2 de junio habrá una gran poda en México. Son las elecciones para elegir al presidente de la república, a los diputados y senador...