martes, 28 de abril de 2020

Señales poderosas de Dios


Hoy los judíos preguntan a Jesús: ¿Qué signo vemos que haces para que creamos? La fe no es producto de un razonamiento mental o de una costumbre social. La fe es fruto de una señal de Dios en nosotros. Algo obra Dios que cambia la vida y hace distinta la historia. Y eso es más poderoso que muchas palabras.

En el siglo II –siglo del primer amor– los paganos se convirtieron al cristianismo por ver las señales que Dios hacía en los seguidores de la nueva religión. Veían que los cristianos tenían la firme esperanza de resucitar y cómo iban a la muerte seguros de esta promesa divina. Descubrían que los discípulos de Jesús tenían una brújula moral muy alta que guiaba y ordenaba sus vidas, como por ejemplo en el recto uso que hacían de la sexualidad y cómo eran capaces de vivir, muchos de ellos, en el celibato y la virginidad consagrada. Observaban que a los niños, las mujeres y los esclavos eran tratados con la misma dignidad y respeto; escuchaban que al esclavo lo llamaban "hermano" y cuando practicaban la caridad no hacían distinciones entre cristianos y paganos sino que a todos se les trataba con amor. Les llamaba la atención la manera en que utilizaban el dinero para ayudar a los necesitados.

Estos fueron señales poderosas que Dios realizó en el cristianismo de los orígenes, y que hicieron que muchos paganos abrazaran la fe cristiana. La pregunta es si soy capaz de descubrir, en el mundo actual, esas señales de Dios que me invitan a vivir en comunión con Él.

domingo, 26 de abril de 2020

Señales de muerte y de vida


Con rostros tristes y ojos ciegos ha caminado nuestra ciudad y nuestro país desde que comenzó la pandemia del Covid-19. Empleados de maquiladoras infectados y muertos por el coronavirus; negocios cerrados; un personal sanitario agobiado y con pocos insumos para atender a los enfermos; el gobierno federal que ha dejado solos a los empresarios con el peso de la crisis. Por si no bastaran estos dilemas de salud, de economía y de gobierno poco creíble se añade la inseguridad pública que vivimos, con cifras de asesinatos que no disminuyen. Como los discípulos de Emaús, caminamos sin lograr ver a Cristo resucitado.

Nos escandaliza la cifra de casi 200 mil muertos en el mundo por coronavirus. ¿Qué sucedería si la pandemia cobrara la vida de 50 millones de muertos para marzo de 2021? Sería el escándalo y el horror más absoluto. Pues esa es la cifra que alcanza el aborto legal en el mundo cada doce meses, y pocos se aterran. Como si la pandemia no fuera suficiente para amar, promover y defender más la vida, los mercaderes de la muerte y sus satélites en la vida política siguen luchando por extender el aborto y la eutanasia en el mundo. ¿Dónde están las señales de vida, si la vida es destruida sin compasión?

Con nuestra mente no podemos entender por qué en tiempos de pandemia se intensifican los atentados contra la vida humana. ¿Por qué sufren los inocentes? Todas esas contradicciones y esa violencia nos vuelven ciegos para descubrir las señales de la vida que Jesucristo, en su Pascua, quiere darnos. Sin embargo con gran amor Cristo resucitado se hace nuestro compañero de camino, nos abre el entendimiento y nos calienta el corazón para que entendamos las Escrituras y el lugar que el sufrimiento tiene en la vida del Mesías y en la vida del pueblo. Sólo a la luz del sufrimiento de Jesús –el Inocente– podemos entender el papel que juega el dolor en la raza de Adán.

Jesús no quiere que nuestros ojos se entrecierren ni que nuestros corazones se enfríen. Nos abre los ojos para que encontremos las señales de la vida. Hoy nuestros niños y jóvenes están viendo los poderes de la muerte que en un virus puede destruir vidas inocentes. Pero también están presenciando la violencia callejera; están siendo testigos de cómo grupos radicales promueven el aborto y el suicidio asistido; están viendo las drogas y sus comerciantes que truncan tantas vidas. Cuando esos niños y jóvenes llegan a decir convencidos: "a la muerte yo no serviré", ahí el demonio del terror no puede nada contra esas almas limpias. En ellas contemplamos a Cristo resucitado.

La sonrisa de Jesús resucitado resplandece en la gente que ama la vida: los médicos y el personal sanitario que luchan a brazo partido por salvar a los infectados de Covid; los que defienden a los no nacidos; las madres y padres que esperan a sus bebés con inmenso amor; aquellos que comparten su pan con el hambriento conscientes de que todos estamos en la misma barca; los niños y jóvenes que renuncian a prostituir más este mundo. Son ellos las señales de la resurrección de una sociedad donde puede haber justicia y vida más abundante para todos. Ellos son la semilla del futuro donde encontraremos a Dios.

La vida natural del hombre


En este video aprendemos que el hombre tiene una vida natural donde se asienta la vida sobrenatural que Dios le participa. La vida vegetativa, sensitiva e intelectiva se fusionan maravillosamente en la persona humana. Están, además, los instintos y las pasiones que combaten contra la razón en lo que llamamos "el combate espiritual". Esta lucha contiene una promesa de castigo o recompensa.

sábado, 25 de abril de 2020

Por qué el mundo se hizo cristiano

Galeno observó a los antiguos cristianos e hizo su diagnóstico
¿Por qué el mundo antiguo se hizo cristiano? En el siglo II hay testimonios de algunos paganos que, observando el cristianismo desde fuera, señalaron las causas de la pujanza de la nueva religión. Luciano de Samósata decía que los cristianos tenían un amor muy grande a los libros sagrados, pero además llegaban a formar verdaderas comunidades fraternas; que cultivaban el desprendimiento del dinero y el compartirlo con los que sufren; hablaba de cómo los cristianos despreciaban la muerte y esperaban la vida eterna. Galeno, un investigador médico, decía que la fuerza de los cristianos era la esperanza en la resurrección, el recato en el uso del matrimonio, la capacidad que tenían para abstenerse de relaciones sexuales durante toda la vida y vivir la virginidad consagrada, así como la santidad de vida y el perfeccionamiento moral. Lo que aquellos paganos no sabían era que el Espíritu de Cristo estaba vivo y que con su poder transformaba a las personas.

¿Estamos condenados a ser quienes somos y a nunca poder cambiar? ¿Se repetirán en nuestras vidas los mismos patrones destructivos que manchan la historia de nuestras familias? ¿Viviremos hasta el día de nuestra muerte como esclavos de instintos y pasiones? Absolutamente no. En Cristo Jesús nadie está condenado a arrastrar sus vicios e imperfecciones. El evangelio de san Marcos es un vivo testimonio de las obras de Jesús, y del cambio que el Señor introduce en la vida de las personas que lo aceptan. Así que nunca digas "yo soy así, y así me voy a morir". Jesús sigue viniendo a hacer algo por ti.

viernes, 24 de abril de 2020

El éxito del cristianismo

El mitraísmo fue muy popular en Roma, pero no prosperó
Nos preguntamos, ¿por qué el cristianismo tuvo tanto éxito en el mundo antiguo? Ante la oferta de religiones mistéricas que había en el Imperio Romano, como el culto a Mitra y Cibeles, las gentes no se convirtieron a esas religiones paganas, sino terminaron por hacerse cristianos. Esto fue gracias, no a grandes planes pastorales, sino a la evangelización de corazón a corazón, de familia a familia. En los dos primeros siglos de nuestra era los cristianos llegaron a ocupar un lugar respetable en el Imperio y fueron el diez por ciento de la población.

Años antes, un sabio judío llamado Gamaliel, que era miembro del Sanedrín y muy versado en las Escrituras, ante aquellos doce apóstoles que predicaban a un Cristo muerto y resucitado, aconsejó: "No os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se dispersarán; pero, si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios." Gamaliel, sin saberlo, fue un puente entre el Antiguo Testamento con sus tradiciones y los nuevos maestros de la Iglesia que serán los Apóstoles.

El cristianismo no era cosa de hombres, sino de Dios. El mundo antiguo estaba anhelando entrar en comunión con el Dios todopoderoso y, al mismo tiempo, añoraba la intimidad con un Dios que, en Jesucristo, se hizo íntimo amigo del hombre para perdonarlo y resucitarlo a una vida nueva. ¡Qué bello es ver cómo la providencia de Dios nos ha llevado desde lo antiguo hasta lo nuevo!, y ¡qué bello ver cómo, sabiendo de nuestra necesidad profunda de amor, Dios nos da la oportunidad de convertirnos!

jueves, 23 de abril de 2020

Obedecer a Dios antes que a los hombres


Cuando los primeros cristianos fueron perdiendo timidez en el Imperio Romano y trataron de vivir su fe, pronto chocaron con las estructuras del Estado que les exigían participar en los ritos paganos como manera de mantener la unidad política. El cristianismo pretendía y pretende ser una religión universal sin admitir mezclas con cultos extraños. ¿Cómo vivir la fe católica sin participar en los cultos idólatras de la antigua Roma? La frase de san Pedro "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" costó vidas y ganó muchos mártires para gloria de Cristo (Hch 5, 27-33).

Los católicos del siglo XXI, aunque no estamos obligados a participar en cultos idólatras del Estado para mantener la unidad política, con frecuencia nos encontramos presionados para aceptar las ideas que la cultura occidental considera que son políticamente correctas. Así, el que es consciente de que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, por ejemplo un político, no votará por despenalizar el aborto; si se trata de un sacerdote no se dedicará solamente a endulzar el oído de sus feligreses sino que les señalará el arduo camino del bien; si es un profesor universitario no esconderá su fe católica aunque reciba burlas y desprecios de sus colegas; si es un estudiante buscará vivir para agradar a Cristo y resistirá las presiones de sus amigos que lo invitan a "probar de todo".

"Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" es una de esas grandes frases bíblicas que nos aguijonean para andar por el camino angosto que lleva a la vida.

miércoles, 22 de abril de 2020

Y si muero en esta pandemia, ¿qué será de mí?


La crisis del coronavirus ha provocado el miedo y la inquietud en muchas personas. La posibilidad de enfermar, de morir o de enviar a los propios seres queridos al hospital sin volverlos a ver hace que algunos sean presos de la angustia. En medio de esta crisis y para tomar las mejores decisiones es necesario vivir en la verdad, buscando medios de comunicación confiables y fuentes seguras de información. Todos nos queremos salvar.

Hay algo más profundo y existencial. La posibilidad de contagiarnos y morir entristece a muchos. Es entonces cuando surge la pregunta sobre nuestro destino último: ¿a dónde iré después de la muerte? ¿Qué será de mi alma? Angustiados, quizá, por el pasado tan lleno de pecado y maldad, habrá quienes sientan un peso enorme sobre sus espaldas del que no se pueden deshacer.

En nuestras crisis Cristo Jesús viene a la Tierra para ofrecernos su salvación: "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él tenga vida eterna" (Jn 3,16). La verdadera crisis entonces es rechazar la fe y la salvación que nos es ofrecida en Jesús. Él no viene a empeorar nuestra situación por el Covid-19 sino a ayudarnos a salir de ella, fortaleciendo nuestra confianza en Él y ofreciéndonos su perdón.

¿Qué sucede si rechazamos este ofrecimiento puro, único y lleno de luz que Dios nos hace en su Hijo unigénito? Entonces encontraremos nuestra verdadera crisis, nuestra verdad más espantosa: solos, sin consuelo, sin fortaleza, sin perdón, sin Dios. Si rechazamos su salvación estaremos creando el peor de nuestros problemas sin la ayuda que Él nos ofrece.

Recibamos a Cristo con todo el corazón lleno de gozo y, arrepentidos, entreguémosle nuestros pecados. Por ahora no hay confesiones en las parroquias cerradas, pero podemos hacer un acto de contrición perfecta y, una vez terminada la pandemia, podremos acudir a recibir la absolución del sacerdote. Entendamos que rechazar a Cristo es tomar la peor decisión. De ello nos libre Dios con su misericordia.

martes, 21 de abril de 2020

El imparable viaje de la Buena Noticia


Hechos de los Apóstoles describe a las primeras comunidades cristianas en un ambiente idílico, donde eran todos un solo corazón y una sola alma, donde todo lo tenían en común y sentían lo mismo (Hch 4, 32-37). ¿Sería así? ¿Era tan hermosa la convivencia humana?

Lo cierto es que el Evangelio y el Espíritu Santo fueron transformando a las personas como nunca antes la humanidad lo experimentó. El contacto con la Palabra de Dios y el poder de la gracia hicieron que el egoísmo abriera paso a la solidaridad y el odio fuera transformado en perdón.

Cierto también es que el mismo libro de Hechos nos describe otros momentos de tensión y de disputas entre los cristianos. La fragilidad humana también estaba presente en las comunidades. Hubo discrepancias entre Pablo y Juan Marcos, así como discusiones por falta de atención a las viudas o la aceptación de los paganos. La armonía del pasaje que describe la fraternidad ideal de los primeros cristianos tiene que ser leído en conjunto con los textos de tensión y conflicto.

Hoy damos gracias porque nada puede detener el viaje de la Palabra y del Espíritu Santo. Aparentemente la Iglesia se ha quedado inmóvil y encerrada con la presencia del coronavirus, pero no es así. El Espíritu de Dios nos está empujando más fuertemente al continente digital. Muchos sacerdotes y laicos están participando más en redes sociales, la Eucaristía llega a muchos hogares por Facebook y ayer, para sorpresa mía, nos hicieron una oferta para que el periódico Presencia tenga sus propias Apps en Android y Mac. La Providencia de Dios es magnífica con tal de que el Evangelio de Jesucristo no se detenga.

Dejémonos guiar por el Espíritu y alimentémonos con la Palabra a fin de que la Buena Nueva del Evangelio continúe su viaje imparable y maravilloso a través de la historia.

lunes, 20 de abril de 2020

Decídete por la santidad


En este video presentamos las ventajas que tienen estas catequesis de espiritualidad para prepararnos a ver a Dios, un día, cara a cara; vemos también la necesidad que tienen los sacerdotes y los laicos de obtener estos conocimientos, así como algunas objeciones que algunas personas pudieran tener sobre estos estudios.

Ante las calamidades, los cristianos oraban


Un poco de historia de los primeros cristianos... Después del siglo I, la iglesia toma nuevos impulsos. Los cristianos se encuentran numerosamente por Asia Menor formando comunidades hasta el Mar Muerto. Bitinia, a mil kilómetros de Jerusalén, tiene una comunidad cristiana muy viva. Plinio el Joven, historiador romano, envía al emperador Trajano un informe después de recorrer aquellas comarcas, y le dice que los cristianos forman "una multitud considerable".

El centro de la difusión del cristianismo ya no era Jerusalén, sino Antioquía, una ciudad bulliciosa, animada por el comercio, una ciudad magnífica, una de las más bellas del Imperio. La costa oriental del Mediterráneo se va estructurando en iglesias. Éfeso era un gran centro espiritual con ferias comerciales y fiestas religiosas. La actividad de san Pablo y de san Juan originaron diversas comunidades cristianas en Asia Menor, donde se situaban las ciudades que aparecen en el Apocalipsis: Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia, Laodicea. Era ciudades de gran vitalidad con una avanzada organización.

Las primeras comunidades cristianas soportan la persecución. Las autoridades judías no soportan a los cristianos y quieren deshacerse de ellos. Tratan de infundir miedo a los apóstoles. La comunidad, golpeada y atacada, reacciona de la siguiente manera:

Los cristianos se reúnen. Superan la tentación de comenzar a culpar a los demás. Esta unidad del pueblo es agradable al Señor porque de ella se derivan multitud de gracias.

En un segundo momento, la comunidad ora. No presume de sus fuerzas, ni hacen planes inteligentes. Lo más importante es asumir la actitud de los niños y ponerse frente a Dios para hacer oración.

Tercero, ejercitan su memoria recordando que Jesús les había anunciado la situación. El recuerdo de las palabras y las obras de Dios es memoria del corazón del creyente porque de ahí brotarán las respuestas.

Cuarto, se reconocen necesitados. No presumen de tener todas las respuestas y los planes. Le dicen al Señor que sea él quien haga la obra. Es una hermosa manera de orar, ya que el mundo de hoy excluye a Dios de todas partes.

Quinto, aparece la confirmación de parte de Dios.

En estos tiempos de pandemia de Covid-19 no busquemos culpables: que si los chinos, que si Estados Unidos, que si AMLO u otros chivos expiatorios. Es un momento crítico de la historia y Dios nos está hablando. Hagamos lo que las primeras comunidades cristianas, en unidad, en oración, haciendo memoria de la historia de la salvación y presentando nuestras súplicas confiadas a Dios. Y Dios nos dará su Espíritu.

domingo, 19 de abril de 2020

Tranquilidad y tormenta



Cuando la situación es buena, disfrútala. Cuando es mala, transfórmala. Cuando la situación no puede ser transformada, transfórmate. (Viktor Frankl)

Estamos viviendo un tiempo de Pascua tranquilo y, al mismo tiempo, tormentoso. Ocho días atrás la Iglesia celebró la Resurrección del Señor. Muchas personas, desde sus hogares, vivieron la Semana Santa y la Pascua siguiendo las transmisiones locales o desde el Vaticano. Una vez más nos dimos cuenta de que nuestra fe católica tiene bases muy sólidas y firmes. Todo el edificio de la Iglesia tiene su fundamento en Jesucristo resucitado. Nos alegramos de que, después de 21 siglos, la Iglesia sigue manteniendo vivo el testimonio de la Resurrección.

Aunque los sacerdotes y el Pueblo santo de Dios no podemos reunirnos todavía en los templos para celebrar juntos la Eucaristía, muchas personas están ardientes porque la pandemia del Covid-19 termine pronto y podamos cumplir el mandato de Cristo: "Hagan esto en memoria mía". Añoramos el gozo de fraccionar el pan, no sólo por precepto divino, sino porque la presencia del Resucitado llena de amor y gozo nuestras almas.

Es esperanzador saber que esta crisis originada por la pandemia, a pesar de sus momentos de dolor, está avivando el hambre y la sed de Dios en muchos cristianos que tenían dormida su fe. También vemos con alegría la solidaridad que la propagación del virus despierta en muchas personas. En la diócesis hoy inicia la campaña "Todos estamos en la misma barca" para ayudar, con alimentos, a quienes sufren el flagelo de la debacle económica. Siendo caritativos estaremos viviendo la experiencia del amor de Jesús, no sólo como recuerdo de lo que hizo por nosotros, sino como una presencia viva del Resucitado en la comunidad.

Sin embargo no todos participan del hambre de Dios ni de la alegría de la caridad fraterna. Hay personas que, como santo Tomás apóstol, viven hoy el infortunio interior de la incredulidad. Son personas que han vivido, quizá, el drama de la muerte de sus seres queridos, víctimas de la pandemia. O bien son hermanos que, al comprobar los estragos que sobre la vida y la economía está haciendo la peste en el mundo, no logran creer que Dios exista o que, si existe, pueda ser un Dios bueno. Quizá también es nuestro personal sanitario extenuado y con pocos recursos que atiende a los enfermos.

Jesús no se impone con su omnipotencia para apaciguar nuestras tormentas. Con su divina misericordia nos conduce a la fe, por el contrario, a través del contacto con la fragilidad de su carne. La pandemia del coronavirus puede convertirse en un vehículo para acercarnos a Dios. Si Dios se hizo hombre con un cuerpo real para llegar al hombre, entonces nuestro cuerpo es también el mejor amigo que tenemos para llegar a Dios. Jesús encontró a Tomás y le mostró los agujeros de los clavos en su carne y así el apóstol se llenó de la fuerza de Dios. Las enfermedades se transforman en oportunidades para acercarnos al Señor.

La humanidad herida por un virus hoy puede introducir su carne frágil en la llaga del costado de Jesús resucitado. Así la fragilidad se convierte en fuerza interior. Santa Teresa de Ávila, en su enfermedad, no se sabía sola, sino se descubría acompañada por un amor más poderoso, por una fuerza más grande. Hoy podemos pedir a Dios, no sólo por los enfermos, sino por nuestros médicos y enfermeras, para que en su asistencia a los que padecen de Covid-19 palpen, como Tomás, las llagas gloriosas de Cristo. Así podrán quedar habitados por la fuerza divina del Resucitado para realizar su hermoso trabajo con la caridad de Aquél que sanó la incredulidad de su apóstol.

sábado, 18 de abril de 2020

La Resurrección nos ha complicado la vida


La realidad de la resurrección no es fácil de aceptar para todos. Los judíos, por ejemplo, creen que nosotros, los cristianos, vivimos engañados y que los relatos del resucitado son una mera ficción literaria. Dentro de la misma la Iglesia, incluso, hay corrientes teológicas que restan importancia a Cristo resucitado. Ejemplo de ello es la Teología de la liberación que afirma que lo más importante del mensaje cristiano son las obras de Jesús a favor de los pobres, los derechos humanos y la transformación social. También para nuestro mundo secularizado la resurrección es ilusión, y por eso constantemente nos invita al goce de los placeres inmediatos, a vivir como esclavos de nuestros deseos y de nuestra capacidad de consumo.

El mundo combate rabiosamente a los cristianos porque estos creen en la resurrección de su Maestro y Señor. Los poderes seculares saben bien que si los cristianos creemos en la vida futura y en la recompensa eterna, seremos una fuerza incontenible que nos hará capaces de soportar toda clase de pruebas y tormentos. Si los cristianos creemos que aunque nos corten las manos y la cabeza vamos a recuperar nuestros miembros en un cuerpo glorioso en el Más Allá, entonces no hay fuerza en el mundo que nos pueda detener porque seremos capaces de hacer toda clase de sacrificios y de soportar las persecuciones con tal de resucitar con Cristo cuando caiga el telón de este mundo.

Sí, los cristianos tenemos complicada la vida. Somos la religión más perseguida del mundo por nuestra bendita fe en la Resurrección.

viernes, 17 de abril de 2020

Las cuatro fuentes de la vida espiritual


En este video analizamos las fuentes alimenticias seguras para crecer en la vida espiritual, en nuestro itinerario hacia Dios: la Sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia, las vidas de los santos y la inteligencia humana. 

martes, 14 de abril de 2020

Cristo resucitado te conoce por tu nombre


La Octava de Pascua es una bellísima ocasión para encontrarnos con Cristo resucitado. La Magdalena, en un inicio, no reconoce a Jesús. Sólo cuando la voz poderosa del Cristo glorioso pronuncia el nombre "María", ella lo reconoce y responde diciendo "Rabbuní". Para el Señor nadie fue fabricado en serie, como producto industrial. Al crearnos, Él nos sacó de la nada y nos puso en la existencia dándonos un nombre concreto. Nos conoce por nuestro nombre. "Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan", dijo un día a su amiga de Betania. "Lázaro, sal de ahí", y Lázaro, al escuchar su nombre, salió de la tumba. Al hijo de Jonás le dijo: "Tú eres Pedro", dándole una vida nueva y una misión particular.

Cuando fuimos bautizados se preguntó a nuestros padres y padrinos cuál sería nuestro nombre. Y ahí, en las aguas bautismales, el Resucitado pronunció por primera vez nuestro nombre, dándonos una vida nueva y una misión concreta. ¡Qué bello saber que tenemos un buen pastor que conoce a sus ovejas por su nombre! ¡Qué alegría saber que nuestros nombres están inscritos en el Cielo y en el Libro de la Vida! ¡Qué maravilloso imaginar que, entrando en la gloria, recibiremos un nombre nuevo e inefable, y que participando de la misma existencia de Dios llevaremos el nombre del Padre y el de su Hijo en nuestro corazón eternamente!

lunes, 13 de abril de 2020

San Pedro en tiempos de Covid-19


El día de Pentecostés, san Pedro no tuvo timidez en presentarse a las multitudes para proclamar la muerte y resurrección de Cristo. Muchos judíos estaban hambrientos de ese primer anuncio del Evangelio y por eso creyeron y se convirtieron en nuevos cristianos. Lo mismo ocurrió con san Pablo en Atenas, donde encontró un altar "al Dios desconocido". En aquella cultura pagana e idólatra había latente una esperanza de encontrar una divinidad distinta. Pablo les predicó a Cristo muerto y resucitado.

Hoy la pandemia mundial del Covid-19 ha venido a derrumbar los ídolos de la materia ante los que nuestra sociedad vivía de rodillas. Estados Unidos y Europa, que han sido los imperios económicos durante muchos años, hoy ven a sus hijos morir por la peste y paralizada su economía. Al mismo tiempo en que se tambalea la estatua de hierro y arcilla, ha comenzado a despertarse la nostalgia por el "absolutamente Otro". Surge la pregunta por Dios. Muchos comienzan a interrogarse: ¿De qué ha servido vivir bien, si no podemos vivir para siempre?

Pidamos a Dios que nos conceda el Espíritu Santo para anunciar a Cristo resucitado. Quienes buscaron calidad de vida durante mucho tiempo, están esperando que alguien les anuncie una vida de calidad distinta que le dé sentido al hecho de haber nacido. Estemos atentos para a nuestro alrededor para descubrir a aquellos que tienen miedo o angustia, y que necesitan escuchar el anuncio consolador de la resurrección.

sábado, 11 de abril de 2020

Resucitar en tiempos de pandemia


En medio de una guerra contra un enemigo invisible celebramos la Resurrección de Cristo. Todo lo que creemos los cristianos depende de un sólo hecho: Cristo Jesús ha vencido a la muerte. Para entender la resurrección en tiempos del Covid-19 es necesario mirar las fuerzas del mal que cayeron sobre Jesús en su agonía.

Jesús durante su Pasión recibió sobre sí todo el peso del mal del mundo. Fueron las fuerzas del demonio quienes utilizaron como repugnantes títeres a algunas personas para lanzarle dos frases muy perversas y que son la clave para comprender la Pasión: “Si eres el Hijo de Dios baja de la cruz para que creamos” y “A otros pudo salvar, pero no se puede salvar a sí mismo”.

"No obedezcas y no ames", fueron los ataques que le hizo el diablo, asaltos como jamás lo vieron los siglos ni lo verán jamás. Sin embargo Jesús no cedió a la tentación y permaneció fiel en obediencia a la voluntad del Padre. No quiso salvarse a sí mismo y prefirió ocuparse de la salvación de la humanidad, la tuya y la mía. Por su amor infinito murió Jesús para darnos la salvación y la victoria.

Covid-19 es un mal que ha caído sobre la humanidad. Los muertos son miles y los contagiados son cientos de miles. Los daños en la economía global están siendo gravísimos. Vivimos la Pasión de Cristo. Como al Maestro, el diablo también nos instiga a la rebelión contra Dios: si Dios es bueno ¿por qué permite el virus? Quiere también provocarnos para que, en esta crisis, busquemos sólo nuestra salvación procurando sólo el bienestar personal y familiar, y dejemos de ver por el bien de los demás, olvidando que todos navegamos en el mismo barco.

Si la resurrección de Cristo es el centro de nuestra fe, entonces hemos de afirmar que, en este momento histórico, el verdadero camino para el ser humano es luchar contra la pandemia del coronavirus con todas las fuerzas, pero en la serena aceptación de que este mal ha sido permitido por Dios para purificar a sus hijos de sus pecados y para despertar en ellos la comunión con Él.

Si Jesucristo se hubiera quedado en el sepulcro podríamos concluir que el Covid-19 es una maldición fatal que sólo nos amarga la vida, y que no vale la pena ni obedecer a Dios ni amar a nuestros hermanos porque terminaremos pudriéndonos en una tumba. Pero si la carne de nuestro Salvador ha florecido con la gloria de la resurrección, entonces amar a Dios y ser solidarios con nuestro prójimo, en medio de esta pandemia, tiene mucho sentido.

La Resurrección del Señor de entre los muertos nos muestra que podemos y que vamos a trascender las crisis provocadas por el coronavirus. Si Cristo crucificado soportó el peso del pecado, podemos tener la fuerza para soportar nuestros males. Si Cristo resucitado venció el pecado y la muerte, podemos tener el principio de una vida nueva para los que creemos en Él.

Si por ahora el confinamiento en los hogares no nos permite recibir la Eucaristía, tengamos confianza de que pronto nuestras iglesias estarán llenas de hijos hambrientos que quieren comulgar el cuerpo glorioso del que venció a la muerte, y que es para nosotros principio de resurrección y vida eterna. El aroma nuevo de la Pascua nos muestre el verdadero destino de los que son obedientes al Padre celestial, y de los que tienen amor hasta el extremo por su prójimo.

viernes, 10 de abril de 2020

Adoremos al Señor en su muerte, terrible y preciosa


¿Te has preguntado de dónde viene el agua bendita que encuentras en las iglesias, el agua milagrosa de Lourdes o el agua que se utiliza durante los exorcismos para atormentar a los demonios? He leído una meditación del padre Raniero Cantalamessa que me ha servido para comprender mejor la Pasión de Cristo.

Cantalamessa nos invita a contemplar la muerte de Jesucristo a la luz de la profecía de Ezequiel. El profeta describe un templo reconstruido del que manaba agua hacia oriente. Al principio fue un arroyo, pero después creció hasta convertirse en un gran río que a su paso todo lo sanaba, incluso las aguas pútridas del mar. (Ez 47, 1ss).

La profecía de Ezequiel se cumplió en la muerte de Cristo. Uno de los soldados traspasó el costado del Redentor, y al punto salió sangre y agua. (Jn 19,34). Antes, Jesús había hablado del templo de su cuerpo. "Destruyan este templo y en tres días lo levantaré" (Jn 2, 19-21). El cuerpo de Cristo en la cruz es el nuevo templo, centro del nuevo culto, lugar de la presencia de Dios entre los hombres.

Del costado de este nuevo templo brotó el agua que, aunque inició como un pequeño arroyo, se convirtió en un inmenso caudal que, después de veintiún siglos de historia, no ha terminado. En esas aguas hemos sido bautizados y nuestras vidas han quedado saneadas de la ciénaga del pecado.

Pienso no sólo en mi bautismo sino en mi conversión posterior, en mi alejamiento de los vicios, en mi vocación sacerdotal y en cómo el Señor se ha servido de este pobre sacerdote como instrumento de su gracia para sanar a otras almas.

El agua que vio Ezequiel y el agua que manó del costado traspasado del Salvador es, en realidad, el Espíritu Santo que se ha derramado para vivificarlo todo. San Juan enseña que existen tres testigos: el Espíritu, la sangre y el agua. Agua y sangre son realidades visibles, concretamente son los sacramentos De la Iglesia. El Espíritu, en cambio, es la realidad invisible que se oculta detrás de ellos y que actúa en ellos.

Tengo muchos amigos cuyas vidas, marcadas por la lejanía de Dios, se convirtieron en una catástrofe. Sin embargo recibieron el Espíritu y sucedió lo que ocurrió al principio de la creación, cuando el Espíritu aleteaba sobre las aguas del caos (Gen 1,2) y emergió un mundo ordenado, un cosmos en armonía. Así también esas vidas que parecían perdidas, gracias al Espíritu que actúa en los sacramentos, conocieron la belleza y la armonía de la vida.

La redención que Jesús nos trajo con su muerte no fue únicamente el perdón de los pecados. Dice san Juan que cuando el Señor expiró, entregó el Espíritu. Nos entregó la vida nueva. Este es el origen de lo que después ocurriría en Pentecostés. La gran efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia 50 días después de la Pascua tuvo su origen en la cruz, cuando Jesús dio su último suspiro.

Ese Espíritu estaba encerrado en la humanidad de Jesús, pero durante la Pasión de Cristo ocurrió lo que hizo la mujer que derramó un perfume muy costoso para ungir los pies del Señor (Jn 12, 3): el vaso de la humanidad de Cristo se rompió y el perfume del Espíritu llenó toda la casa de la Iglesia.

Los cristianos vivimos del último suspiro de Jesús en la cruz. Es el regalo del Espíritu Santo a la Iglesia. Así que hoy acerquémonos a la Cruz para besarla porque en ella encontramos la vida.

El verdadero Cordero de Pascua











En las visiones de la beata Ana Catalina Emerick (1774-1824), Jesús y los suyos, en la Última Cena, comieron el cordero pascual en el Cenáculo, divididos en tres grupos. Jesús comió con los doce apóstoles en la sala del Cenáculo.

Se mataron para ellos tres corderos en el templo. Había allí un cuarto cordero, que fue sacrificado en el Cenáculo: este es el que comió Jesús con los apóstoles.

El sacrificio del cordero destinado a Jesús y a los apóstoles fue enternecedor; se hizo en el vestíbulo del Cenáculo. Los apóstoles y los discípulos estaban allí cantando el salmo 118. Jesús habló de una nueva época que comenzaba. Dijo que los sacrificios de Moisés y la figura del Cordero pascual iban a cumplirse; pero que, por esta razón, el cordero debía ser sacrificado como antiguamente en Egipto, y que iban a salir verdaderamente de la casa de la servidumbre.

(Después de haber sacrificado al cordero) la sangre fue recogida en un baño, y trajeron un ramo de hisopo que Jesús mojó en ella. En seguida fue a la puerta de la sala, tiñó de sangre los dos pilares y la cerradura, fijando sobre aquella el ramo ensangrentado. Después hizo una instrucción y dijo, entre otras cosas, que el Ángel exterminador pasaría más lejos; que debían adorar ese sitio sin temor y sin inquietud cuando Él fuera sacrificado, Él en persona, el verdadero Cordero pascual; que un nuevo tiempo y un nuevo sacrificio iban a comenzar, y que durarían hasta el fin del mundo.

El hijo de Simeón había ya preparado el cordero. Lo puso en una tabla; las patas de delante estaban atadas a un palo puesto al través; las de atrás extendidas a lo largo de la tabla. Se parecía a Jesús sobre la cruz, y fue metido en el horno para ser asado con los otros tres corderos traídos del templo.

Jesús pronunció todavía otras palabras; dijo que el cordero era sólo una figura: que Él mismo debía ser al día siguiente el Cordero pascual.

(La dolorosa Pasión de nuestro Señor Jesucristo, visiones de beata Ana Catalina Emerick)

jueves, 9 de abril de 2020

Introducción al Triduo Pascual


En el distanciamiento social por la emergencia del Covid-19 que estamos viviendo, celebramos la Semana Santa. Hoy comienza el corazón de la Semana Mayor con el Triduo Pascual. Es importante conocer la dinámica del Triduo para vivirla lo mejor posible desde nuestros hogares.

El Jueves Santo nos introduce en el Triduo Pascual. Nos hemos preparado durante la Cuaresma para contemplar los misterios que inician con las celebraciones de hoy Jueves. Estemos con el corazón abierto para contemplar lo que va a suceder en estos días santos, y para dejar que el misterio suceda dentro de nosotros.

El Triduo Pascual consiste en tres días. Sin embargo lo llamamos "Triduo" porque se trata de una sola cosa. Comienza con la Misa de esta tarde para conmemorar la institución de la sagrada Eucaristía, la presencia del Señor bajo las especies del pan y del vino. Fijémonos en un detalle: la celebración no terminará con la bendición final, sino que se traslada el Santísimo Sacramento a un lugar especial, que en muchos lugares llaman "monumento". Ahí se queda reservado el Santísimo mientras que la gente ora y se retira en silencio. Pero la celebración no quedó cerrada sino que continúa.

Llegamos al Viernes Santo. Los Viacrucis y otros actos de devoción no son lo más importante de este día. Lo más importante es la celebración de la Muerte del Señor, que se conmemora por la tarde. Cuando dicha celebración comienza, se omite el saludo tradicional "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo... el Señor esté con ustedes". Así no empieza la celebración. No nos despedimos el Jueves Santo ni nos saludamos el Viernes Santo porque se trata de lo mismo. Es una sola celebración que continúa. El Viernes, al terminar la celebración, tampoco hay despedida. La gente se retira en silencio después de besar la Cruz y recordar la muerte del Señor.

En el Sábado Santo al anochecer, se celebra la Vigilia Pascual. Esta comienza con la bendición del fuego. Fijémonos que tampoco hay saludo litúrgico porque es la misma celebración que comenzó el Jueves Santo. En la noche del jueves, Cristo se quedó con nosotros en las especies del pan y del vino. Al día siguiente, Viernes Santo, Jesús entregó su carne y derramó su sangre para otorgarnos el perdón de los pecados. Lo sucedido durante el jueves y el viernes es lo mismo: la entrega de Cristo. La diferencia es que el jueves ocurrió de manera incruenta sobre la mesa que se convirtió en altar. El viernes sucede de una manera espantosamente cruel sobre la cruz, que también quedó convertida en altar.

Tenemos, entonces, dos altares: la mesa de la Eucaristía y el altar de la Cruz. Ambos significan la ofrenda perfecta de Jesucristo. Durante la Vigilia Pascual del sábado celebraremos que dicha ofrenda fue aceptada y en Cristo hemos sido liberados del pecado, del demonio y de la muerte.

Aunque no podamos asistir presencialmente a estas celebraciones, que son las más hermosas y significativas del año litúrgico, vivámoslas desde la intimidad del hogar, siguiéndolas a través de los medios de comunicación, con nuestra familia, participando en ellas con amor y devoción. Así pasaremos de la muerte del pecado a la vida nueva y podremos exprerimentar la maravillosa libertad que Jesús nos conquistó.

miércoles, 8 de abril de 2020

¿Acaso seré yo, Maestro?


"Ayer me fui con prostitutas y me metí cocaína en la nariz. Hoy no tengo paz, se alejó de mí el gozo. Dios retiró su voz de mi vida, y se hizo un gran vacío en mi alma. Me siento confuso y miserable. Dios no golpeó mi cabeza con un rayo. Simplemente me retiró su paz". (Anónimo)

¿Acaso seré yo, Maestro?, preguntó Judas a Jesús. "Tú lo has dicho", respondió el Señor. Judas abrió un resquicio de su corazón al diablo y sabía que estaba haciendo mal. Por si no estaba enterado, Jesús aclaró el estado de su alma. La misericordia de Dios no sólo se muestra perdonando al pecador ni dando de comer al hambriento. Su amor misericordioso se muestra a través de la luz de la conciencia que nos previene del pecado. Cuando vivo con la conciencia despierta, es Dios que me cuida, que me abraza, que me dice que mi vida vale mucho y me muestra los peligros de hacer pactos con las tinieblas.

La Virgen María experimentó la misericordia preventiva de Dios que la preservó del pecado. Que ella, con su intercesión, despierte nuestras conciencias para no tomar la trayectoria de Judas y seamos fieles al amor que hemos recibido.

martes, 7 de abril de 2020

La unción de Betania


Hoy es Lunes santo. Contemplamos la escena de la unción que hace María de Betania a los pies de Jesús con un perfume muy costoso (Jn 12, 1-11). María prepara la muerte de su Señor y se prepara para ella. Es necesario prepararnos para la muerte, la propia y la de nuestros seres queridos. Cada persona tiene una misión que cumplir en la vida, y cada quien tiene su tiempo para realizarla. Estemos listos para partir cuando Dios lo disponga y sí, lloremos a nuestros seres queridos en su tránsito hacia la vida futura, pero dejándolos ir al encuentro con Dios, sin aferrarnos desesperadamente a ellos, y sin conservar sus cenizas en casa. Dios nos disponga a dejar este mundo cuando Él lo decida. La Virgen, los ángeles y los santos nos asistan en ese momento.

"Uno de ustedes me va a entregar"


"Uno de ustedes me va a entregar" es una frase impactante en labios de Jesús. El Señor sabe lo que hay en el corazón del hombre. Él nos conoce, más que nosotros mismos. Por eso dice el salmo: "Señor, tú me conoces y me sondeas, sabes cuándo me siento o me levanto" (Sal 138). Jesús ha iniciado un camino con nosotros y es consciente de que este proceso de puede malograr. Sabe Jesús que a él lo odian y también a sus discípulos. Esta situación es una fuerte presión para sus seguidores, por lo que le pueden fallar y traicionar. El Maestro lo sabe.

La crisis del Covid-19 nos ha confinado en nuestras casas. El distanciamiento social es una norma civil. Vivimos una situación nueva en la que también podemos vernos sometidos a la presión del miedo, del ocio, de una fractura económica o de pasar mucho tiempo juntos en poco espacio... y podemos traicionar a Dios. El confinamiento que vivimos puede disparar el alcoholismo, el consumo de drogas, de pornografía, y la violencia intrafamiliar puede crecer. Estamos sometidos a nuevas presiones y en ellas podemos fallarle al Señor.

¿Qué hacer? Coloquémonos frente a Jesús y digámosle: "Tú conoces mis fracturas y debilidades, ten compasión de mí". Hagamos nuestra la frase de San Felipe Neri: "Sosténme tú, Jesús, porque si no me sostienes te traicionaré peor que Judas".

sábado, 4 de abril de 2020

Camino hacia la santidad


En este video hacemos una introducción al camino espiritual que nos llevará hacia la santidad y el encuentro con Dios, un camino en tres etapas: vía purgativa, vía iluminativa y vía unitiva. Es una iniciación a la teología ascética y mística.

miércoles, 1 de abril de 2020

Covid-19, nuestras miserias y excelencias

Una de las enseñanzas de la famosa novela llamada "La peste", de Albert Camus, publicada en 1947, es que en las situaciones de crisis aflora lo peor o lo mejor del hombre. En la obra, el autor describe que con la epidemia, aparece de la rapiña y la generosidad, la excelencia y la infamia que hay en el corazón humano. De manera análoga, la peste actual del Covid-19 se encarga de exhibir lo que los seres humanos somos. No nos extrañemos de que se cumpla lo que dice san Pablo: "Llevamos nuestros tesoros en vasijas de barro, que al primer tropezón se parten".

Durante estos días de destierro en nuestros propios hogares muchos sacerdotes están aprovechando sus horas en orar y en estudiar más; han despertado su inventiva pastoral para hacerse cercanos a sus comunidades de feligreses a través de retiros espirituales y conferencias en línea. La oferta de misas y horas santas por internet ha tenido una explosión nunca antes vista. El coronavirus ha empujado a los sacerdotes a entrar en la era digital. Habrá otros, quizá, que no saben cómo aprovechar su tiempo y se dediquen a despilfarrarlo.

El Covid-19 nos deja ver quién es quién en la política. El presidente Nayib Bukele de El Salvador –ese pequeño país centroamericano que está lejos de ser del primer mundo– se metió en los zapatos de su pueblo y decretó la suspensión de pagos de alquileres de casas, recibos de electricidad, agua y teléfono durante tres meses, así como el control de precios de la canasta básica. En cambio en México los precios del huevo y otros productos esenciales se han disparado y no habrá –hasta ahora– suspensión de pagos de servicios para las clases vulnerables ni de impuestos para ayudar a las empresas que no tendrán ingresos.

En el mundo de los hospitales la pandemia ha llevado a situaciones desesperadas. Sin suficientes recursos sanitarios y con una desbordada cantidad de enfermos en estado crítico, el personal sanitario de algunos países ha tenido que decidir quién debe morir y quién debe vivir. El criterio que se aplica es que sean los más ancianos los que vayan a dar cuentas a Dios y, por tener más posibilidades de vivir, se salven los más jóvenes. Se trata de un criterio utilitarista terrible: hay vidas que valen más que otras. En otros lugares, en cambio, se están realizando códigos éticos más humanos para procurar que todos tengan acceso equitativo a los respiradores y se salven el mayor número de vidas.

Sabiendo que se trata de un tiempo de claustro forzado para todos, en nuestros hogares hay quienes saben aprovechar el tiempo para mantenerse ocupados en casa, para orar y dialogar o realizar actividades en familia. Pero también la demasía de ocio está provocando ansiedad y empujando a muchos al alcohol, a la porno, a la violencia doméstica y a otros vicios.

De mucha vileza fue la iniciativa de los diputados de Querétaro y de Baja California Sur para despenalizar el aborto en aquellas entidades. Queriendo aprovechar la distracción de la ciudadanía debido a la emergencia sanitaria, esos políticos quieren traer más muertes al mundo de las que ya tenemos. La pandemia del Covid-19 debe hacernos reflexionar sobre el incomparable valor de la vida humana en todas sus etapas y hacernos valorar, más que nunca, la vida que nos fue dada.

La pandemia mundial está sacando la fealdad o la belleza que hay en el alma humana. Hoy, como nunca, necesitamos extraer el amor que llevamos dentro. Recordemos que las páginas más bellas de la historia no las escribieron los poderosos ni los inteligentes, sino los que supieron amar con el corazón. Los protagonistas de la solución a la crisis del Covid-19 serán los políticos, empresarios, trabajadores, científicos, personal sanitario y ciudadanos que amen más. Ellos serán los reales benefactores de la humanidad.

Practicar yoga

Pregunta : La Yoga, ¿Va o no va en contra de la fe Católica? Hay quien dice que si es solo para ejercitarse, no hay problema. Respuesta : P...