martes, 21 de abril de 2020

El imparable viaje de la Buena Noticia


Hechos de los Apóstoles describe a las primeras comunidades cristianas en un ambiente idílico, donde eran todos un solo corazón y una sola alma, donde todo lo tenían en común y sentían lo mismo (Hch 4, 32-37). ¿Sería así? ¿Era tan hermosa la convivencia humana?

Lo cierto es que el Evangelio y el Espíritu Santo fueron transformando a las personas como nunca antes la humanidad lo experimentó. El contacto con la Palabra de Dios y el poder de la gracia hicieron que el egoísmo abriera paso a la solidaridad y el odio fuera transformado en perdón.

Cierto también es que el mismo libro de Hechos nos describe otros momentos de tensión y de disputas entre los cristianos. La fragilidad humana también estaba presente en las comunidades. Hubo discrepancias entre Pablo y Juan Marcos, así como discusiones por falta de atención a las viudas o la aceptación de los paganos. La armonía del pasaje que describe la fraternidad ideal de los primeros cristianos tiene que ser leído en conjunto con los textos de tensión y conflicto.

Hoy damos gracias porque nada puede detener el viaje de la Palabra y del Espíritu Santo. Aparentemente la Iglesia se ha quedado inmóvil y encerrada con la presencia del coronavirus, pero no es así. El Espíritu de Dios nos está empujando más fuertemente al continente digital. Muchos sacerdotes y laicos están participando más en redes sociales, la Eucaristía llega a muchos hogares por Facebook y ayer, para sorpresa mía, nos hicieron una oferta para que el periódico Presencia tenga sus propias Apps en Android y Mac. La Providencia de Dios es magnífica con tal de que el Evangelio de Jesucristo no se detenga.

Dejémonos guiar por el Espíritu y alimentémonos con la Palabra a fin de que la Buena Nueva del Evangelio continúe su viaje imparable y maravilloso a través de la historia.

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