miércoles, 29 de abril de 2015

Confesiones del clero alemán

Un análisis del ministerio de los sacerdotes en Alemania publicado por la Conferencia Episcopal de ese país, revela que sólo el 54 % de los sacerdotes germanos se confiesa una o ninguna vez al año, y que sólo el 58 % de los sacerdotes hacen oración. Las cifras son para llorar. Con estos datos es más fácil entender por qué una buena parte de la Iglesia alemana tiende a separarse de la ortodoxia católica y acercarse a las fronteras de la apostasía, y también entendemos por qué los sacerdotes alemanes se hacen de la vista gorda con el adulterio y se refugian en una muy particular visión de la misericordia. Los confesionarios donde raramente está el sacerdote nos hacen entender por qué en aquel país todos comulgan y poquísimos se confiesan. Admiro mucho a la Iglesia alemana que, sin duda, ha dado grandes santos y muchas aportaciones para la vida de la Iglesia. Pero hoy, ¿qué pueden dar al pueblo cristiano los sacerdotes que no rezan y no se confiesan? En el fondo viven como los protestantes, que creen que el hombre vive irremediablemente en el pecado y que la gracia de Dios no lo transforma desde dentro. Lo más triste es que son los alemanes, junto con los nada ortodoxos holandeses, quienes pretenden erigirse como modelos para toda la Iglesia, proponiendo un catolicismo progre que finalmente dejará las iglesias vacías.

lunes, 27 de abril de 2015

Supermercado y Misa, 2 x 1

En la Diócesis de Ciudad Juárez algunas parroquias celebran misas en centros comerciales. Las Misiones y Plaza Sendero son lugares donde aquellos que, antes o después de comprar su mandado, pueden encontrar a Jesús vivo y resucitado en la Eucaristía. Algo parecido realiza la Diócesis de Cuautitlán; ellos han instalado capillas en plazas comerciales donde hay acceso a las estaciones del metro. Parece extraño celebrar la misa en lugares donde no hay una feligresía estable, ¿valdrá la pena? Quienes defienden estas iniciativas afirman que muchas personas que no van a la iglesia pueden descubrir, en estos lugares, un espacio para escuchar la Palabra de Dios y hacer un poco de oración, o bien hablar con un sacerdote. La nueva evangelización invita a romper esquemas. ¿Será que entre frutas, verduras, zapatos y perfumes también se mete el Señor?

viernes, 24 de abril de 2015

El aborto en la Corte

En estos días la Suprema Corte de Justicia de la Nación discutirá en su sesión en pleno la demanda de inconstitucionalidad del artículo 243 del Código Penal del Estado de Tlaxcala. Dicha demanda, interpuesta por la Comisión de Derechos Humanos de ese estado, pide que se declaren inconstitucionales las normas que defienden la vida. Si la Corte declara que dicho artículo es inconstitucional, cualquier mujer que quiera abortar en México podría ampararse para practicarse un aborto en cualquier lugar de la República Mexicana, a pesar de que en 18 estados del país la vida está protegida desde su concepción hasta su muerte natural.

El Periódico Presencia se suma a todas las organizaciones en México que piden a los ministros de la SCJN que desechen la demanda que hace la Comisión de Derechos Humanos por ser contraria a la vida, que no se hagan cómplices del crimen del aborto y protejan la vida en el seno materno desde su concepción. De la decisión de los ministros depende que México siga siendo un país que proteja el derecho fundamental a la vida de todo ser humano, o se convierta en una nación en vías del totalitarismo, donde algunos deciden quiénes deben de nacer y quiénes deben morir.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene la obligación de respetar y proteger garantías individuales, entre estas, la más importante es el derecho a la vida. Por ser inherente a la persona humana, este derecho es anterior al Estado. Por ello la SCJN sólo debe reconocerlo y protegerlo, pero no otorgarlo. Las garantías individuales tampoco dependen del reconocimiento de la sociedad y, por lo tanto, no están sujetas a la opinión de la mayoría.

Las garantías individuales son derechos inalienables del hombre. Entre ellos están la vida, la libertad, la seguridad jurídica y la propiedad. Cuando parecen entrar en conflicto dos derechos, como son la vida y la libertad, nos preguntamos ¿cuál de ellos debe prevalecer? En el caso del conflicto entre el derecho a la vida del no nacido y el supuesto derecho de la libertad de la mujer a disponer de su cuerpo, prevalece el derecho del no nacido por la razón de que el derecho de libertad para quitar la vida a un inocente no existe. La mujer puede disponer de su cuerpo pero no del cuerpo del bebé que lleva dentro. Sabemos que sin vida, todo derecho pierde sentido.

El primer artículo de la Constitución señala que todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en nuestra Carta Magna, así como el los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte. La vida y la integridad física, entre otros, son derechos reconocidos por la Constitución. El aborto, entonces, es una discriminación a las personas que se encuentran en etapa embrionaria.

La Constitución garantiza, en su artículo cuarto, el derecho de formar una familia. ¿Por qué la decisión de abortar se concedería únicamente a la mujer? ¿Dónde queda el derecho del padre del niño a tener a su hijo y formar su familia? Permitir el aborto no sólo discriminaría al embrión, sino al padre del embrión.

“Quedan prohibidas las penas de muerte –dice el artículo 22–, de mutilación, de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualquiera otras penas inusitadas y trascendentales”. Con el aborto se estaría aplicando la tortura y la sentencia de muerte a un ser humano concebido aún no nacido. Basta ver por una cámara cómo el embrión trata de huir y cómo parece gritar cuando se realiza el aborto, para darnos cuenta de que se trata de una tortura una persona que no puede ser escuchada.

Desde cualquier ángulo, el derecho a la vida del no nacido es un bien que debe ser respetado y protegido. Si si la Suprema Corte no custodia este derecho estaría enviando el mensaje a todo el país de que la protección del derecho a la vida no es una norma objetiva de la Constitución mexicana, sino que se trata de una regla subjetiva que depende de la opinión de la mayoría de los ministros. Así México estaría entrando en las arenas movedizas del relativismo, donde ya no se legislaría conforme a la razón sino según el capricho, la moda o los intereses más mezquinos.

lunes, 20 de abril de 2015

Tacos hawaiianos de pollo

La receta nos recuerda a san Damián, sacerdote belga que llegó a las islas Hawaii en el año 1866 y que voluntariamente vivió en la isla Molokai, cuidando a los leprosos hasta que murió como uno de ellos, contagiado por la lepra. Gandhi declaró que Damián había sido una inspiración para sus campañas sociales en la India, logrando la libertad de su pueblo y asegurando la ayuda para con los necesitados. Gandhi escribió, "El mundo politizado y amarillista puede tener muy pocos héroes que se puedan comparar con el Padre Damián de Molokai. Es importante que se investiguen las fuentes de tal heroísmo".

1.- En un sartén se calienta un poco de aceite de olivo y se guisan los trozos de pechuga de pollo, condimentándolo con sal y pimienta al gusto.

2.- Se agregan a la sartén trozos de piña y se guisan junto con el pollo, hasta que estén dorados, pollo y piña. El pollo debe guisarse durante 6 a 8 minutos, mientras que los trozos de piña, entre 1 y 2 minutos.

3.- Se pone una rebanada de queso suizo a cada tortilla para hacer los tacos. El pollo mezclado con la piña se sirve sobre tortillas calientes y se bañan los tacos con salsa tropical.

4.- Salsa tropical: Se mezcla una taza de mango cortado en cubitos, una taza de trocitos de piña, cilantro al gusto y chile habanero guisado en aceite al gusto. Se cubre en un contenedor, se refrigera y cada media hora se le da vueltas a esta mezcla, por un período de dos horas. Antes de servir a la mesa en una salsera, se le agrega un aguacate cortado en cubos y el jugo de un limón.

La religión en el Estado laico

Decía un analista político que las vacaciones de Navidad y Semana Santa son una grotesca intromisión religiosa en los asuntos de política educativa. Las escuelas de gobierno y los funcionarios públicos ajustan, cada año, sus períodos vacacionales a las fiestas religiosas, por lo que, según el periodista, se viola el Estado laico. Al analista se le olvida que nuestra cultura occidental fue parida por la Iglesia Católica, y su influjo la acompañará siempre. ¿Será que la división de la semana en siete días, producto de una visión religiosa de la vida, viola también el Estado laico? Y el domingo, día del Señor, –día en que no trabajan las escuelas ni las oficinas de gobierno– será también una grosera injerencia de la Iglesia en la vida pública? Si hoy se habla de derechos humanos y de la dignidad de los pobres –temas recurrentes del laicismo– es gracias a que Jesucristo predicó el amor a los hermanos.

domingo, 19 de abril de 2015

El pecado contra la Resurrección

El evento más grandioso de la historia –la Resurrección de Jesucristo– no fue escandaloso ni espectacular. ¿Qué le pasa a Dios?, podemos preguntarnos. Si toda la historia narrada en el Antiguo Testamento tiene su culminación en la Resurrección de Cristo, ¿cómo es que la coronación de la obra de Dios no ocurrió con bombo y platillo? ¿Por qué no se desgajaron las montañas, retembló la tierra o se escucharon excelsos cantos de querubines? ¿Qué razón tuvo para no aparecerse a Herodes ni a Pilato? Si al menos una noche el Señor les hubiera jalado los pies a los miembros del Sanedrín, estos incrédulos hubieran terminado convencidos.

El espectáculo no es el estilo de Dios. El Señor es todo un caballero, humilde, elegante, discreto, sumamente respetuoso de la libertad de sus hijos. Por ese respeto que Dios tiene por el hombre no quiere imponerse a nadie, ni ser temible mostrando el poder de su divinidad. Es tan fino que elige a quiénes mostrarse para que sean sus testigos. Por eso durante la noche de Belén sólo lo vieron unos cuantos, y lo mismo podemos decir que ocurrió en la Resurrección. Únicamente lo vieron algunas mujeres, el grupo de los Doce, los discípulos y unos centenares más para que fueran sus enviados.

Tenemos la encomienda de ser testigos de la Resurrección. Nuestro gran desafío es hacer ver este misterio invisible, con nuestra propia vida, a aquellos que no creen en Cristo. El problema es cómo podemos ser testigos del Resucitado. El pensador Frederick Nietzsche lanzó un reto a los cristianos al decirles: “Si Cristo ha resucitado, ¿por qué ustedes viven tristes? Ustedes no tienen el rostro de personas redimidas”. Aguda y desafiante fue la observación de este filósofo. Tenía razón. Veía que muchos cristianos habían perdido la alegría en su rostro. Eran cristianos que no entraban en la fiesta de la redención y, con sus caras avinagradas, tampoco dejaban a otros entrar.

¿Cómo podemos adquirir el rostro y, sobre todo, el alma de personas resucitadas? Enseñaba san Francisco de Sales que así como el demonio procura que los malvados vivan alegres en sus pecados, por otra parte intenta hacer que los buenos vivan tristes en la virtud. “Le encanta vernos tristes y desesperanzados –decía–, porque él está triste y desesperanzado por toda la eternidad y querría que todo el mundo fuese como él”. Muchos pensamos que el pecado sólo radica en vivir en la maldad, y no nos damos cuenta de que dejar de vivir en la alegría, el entusiasmo y la pasión por Dios es también un pecado que puede hacer graves daños.

Al hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, a pesar de vivir dentro de los muros de la casa de su padre, no se le notaba la alegría. Parecía que aquella atmósfera se le había convertido en rutina. Esta pérdida de entusiasmo y dejar de sentirnos felices de ser lo que somos puede ocurrir también a los sacerdotes y religiosos. ¿Qué chico o chica querrá seguir a Jesús por un camino de consagración cuando ve en nosotros que queremos esconder nuestro sacerdocio o la vida religiosa y queremos ser como los demás? Dios nos libre de convertirnos en espantapájaros vocacionales mostrando nuestro llamado como algo pesado, soso o aburrido. Y Dios nos libre a todos de ahuyentar a los que buscan a Dios, por nuestra manera aburrida de vivir el cristianismo.

Contra el pecado del fastidio o la tristeza –llamada también acedia espiritual– el primer remedio es suplicar a Dios todos los días la gracia de vivir resucitados. La vida cristiana es una aventura impresionante capaz de transformarnos en santos y no un latoso cumplimiento de reglas mínimas para tener contento a Dios. La resurrección es un don del Cielo y Jesús se aparece sólo a sus amigos. Es menester entonces orar pidiendo la virtud de la esperanza y de una ardiente caridad.

Pocas cosas entusiasman tanto al alma como leer vidas de santos. Recuerdo que, desde que era seminarista, esta clase de lecturas hacían arder mi corazón; y es que era Jesucristo a quien veía resucitado a través de lo que ocurría en las vidas de quienes se dejaron transformar por él. De gran ayuda será procurar conversar con personas amigas de Dios. Las conversaciones donde Dios está presente empujan el alma hacia arriba, hacia donde está Cristo resucitado, mientras que las malas conversaciones dejan el corazón triste y vacío. Y, sin duda, la Eucaristía celebrada diariamente y con hambre de Dios, será siempre el lugar más excelente para el encuentro con el Resucitado.

sábado, 18 de abril de 2015

Rumbo de la educación

Ahora que un alto porcentaje de maestros ha salido reprobado en los exámenes que la Reforma Educativa ha implementado para evaluarlos, surge la pregunta: ¿hacia dónde va la educación en México? Evidentemente queremos maestros más capacitados, pero también queremos un objetivo que no sea únicamente que los estudiantes aprendan números y fórmulas. Es preciso tener un modelo educativo que pueda ser guía para los planes y la capacitación a los maestros. Es preciso educar hacia un humanismo que anime a construir un nuevo orden social, económico y político, fundado en la dignidad y libertad de la persona humana. El sistema educativo tiene que educar para la paz, la justicia y la solidaridad. ¿De qué nos sirven tantos profesionistas, si no saben cultivar las virtudes sociales y morales para difundirlas en la sociedad?

viernes, 17 de abril de 2015

Ebrios en Ciudad Juárez

Se detuvieron en Ciudad Juárez a casi mil ciudadanos, durante un mes, conduciendo en estado de ebriedad. Esto enciende los focos rojos que nos indican el serio peligro en que estamos de sufrir un accidente provocado por un borracho. ¡Bien por los retenes antiebrios!, pero no basta. Si el sistema educativo no educa en la prevención de adicciones, y si la Iglesia no forma mejor a sus feligreses en la virtud de la templanza, estamos en riesgo de convertirnos en una sociedad viciosa, en una sociedad alcohólica. Hemos de recordar que no hay vicio sin suplicio. Y precisamente porque el placer es seductor y nos arrastra fácilmente más allá de los justos límites, la templanza nos inclina a la mortificación, en la comida y la bebida, para asegurar que nuestras vidas estén regidas por la razón y no por la pasión. Para la buena vida, orden y medida.

sábado, 11 de abril de 2015

Cristianos de la antigua Roma

Hace dos mil años la sociedad del imperio romano, en cuestiones religiosas, era parecida a la nuestra. Los romanos eran excelentes soldados e ingenieros y habían construido una red eficiente de carreteras que unían a Roma con todos los puntos del imperio. Soldados, esclavos, artistas, mercaderes y toda clase de personas viajaban a la capital, cada una portando sus ideas y creencias religiosas.

Proliferaban los cultos a las divinidades de Roma, de Grecia y Medio Oriente. Se ofrecían sacrificios y rituales para aplacar a los diversos dioses o darles gracias. El mismo emperador llegó a ser visto como una poderosa deidad en la tierra. Las religiones orientales ganaron fuerza y se hicieron muy populares. Los cultos de Isis, Serapis y, sobre todo, los cultos mistéricos de Mitra echaron raíces profundas en la sociedad. Este mosaico de cultos es lo que se conoció como paganismo.

Nuestra sociedad occidental, a semejanza de la antigua Roma, es una sociedad mayoritariamente pagana donde el cristianismo parece ser para gente rara. La mayoría de los hombres han dejado de ir a las iglesias para confiar más en su poderío y en sus capacidades materiales. Convivimos con una pluralidad de ideas, religiones y espiritualidades vagas derivadas de la Nueva Era. También, vale decirlo, hay un culto al emperador; es decir, al hombre que se adora a sí mismo y pretende ocupar el puesto que a Dios sólo corresponde.

Pero, ¿qué sucedía, en realidad, con aquellos cultos? Los dioses eran los árbitros de los asuntos humanos. Había que tenerlos contentos con sacrificios y ofrendas pero llegó un momento en que el paganismo dejó de ser funcional. Los romanos habían sufrido numerosas derrotas y la intercesión de los dioses paganos, tan solicitada, se había mostrado ineficaz. También aquellos cultos se mostraban incapaces de colmar la sed más profunda del hombre, la sed de una vida eterna del otro lado de la muerte. Es aquí donde el cristianismo empezó a ser un poderoso atractivo.

Cuando los cristianos llegaron a Roma, se reunían en secreto en casas privadas, que fueron las primeras iglesias. Lo hacían a semejanza de la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén, que se reunía en la casa de María, la madre de Juan Marcos. Ahí celebraban la Eucaristía, donde comían la carne sacramentada de Jesucristo, y por eso fueron absurdamente acusados luego, ante la autoridad imperial, de comer carne humana. Era el encuentro con el Resucitado lo que les hacía empeñarse en obras de caridad con el pueblo, el rechazo al culto a otros dioses y a los ritos no cristianos. Aquellos discípulos de Jesús valientemente cuestionaron el culto al emperador, lo que les trajo persecución y muerte.

La Resurrección de Jesucristo era la verdad y la clave que iluminaba y daba sentido a la vida de aquellos hombres y mujeres del primer siglo. Cuando en el año 107 Ignacio de Antioquía iba hacia Roma como prisionero y condenado por su fe, escribió una carta en la que decía: “Dejadme que sea entregado a las fieras, puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras para que pueda ser hallado pan puro... Entonces seré un verdadero discípulo de Jesucristo.”
  
Confrontemos aquellos testimonios con los jóvenes y adultos de nuestro tiempo. ¿Qué encontramos hoy? Vacío de ideales, aburrimiento, cansancio, sentido de disgusto, banalización de todo, incluso un hastío de vivir. O bien hallamos cristianos contaminados por cultos esotéricos y religiosidades paganas. Pero también encontramos aquellos de misa dominical sin Pascua en el alma, es decir, sin haber ‘visto’ a Jesús resucitado, como los apóstoles llenos de desilusión en el cenáculo, antes de la aparición de su Maestro. Muchos han perdido el sentido del domingo como pascua que nos proyecta hacia la Jerusalén del cielo. Y así la fe cristiana, poco a poco, languidece y muere. Quizá los sacerdotes somos culpables porque raramente hablamos de la Resurrección y del mundo futuro.

Aquellos primeros cristianos de Jerusalén y Roma seguirán siendo un punto de referencia para los cristianos de todos los tiempos. El Señor nos permita hoy, como a Tomás, introducir nuestros dedos en los agujeros de sus clavos, nuestra mano en su costado, y cambiar ese cristianismo mortecino por la pasión de vivir y anunciar la vida de Jesucristo.

viernes, 10 de abril de 2015

Argumento lógico

Ante la hipótesis sobre si puede darse la Comunión a los divorciados vueltos a casar, dice el cardenal Carlo Caffarra: “Quien hace esta hipótesis no ha respondido a una pregunta muy simple: ¿Qué pasa con el primer matrimonio rato y consumado? La solución planteada lleva a pensar que permanece el primer matrimonio, pero que hay también una segunda forma de convivencia que la Iglesia legitima. Habría entonces un ejercicio de la sexualidad extraconyugal que la Iglesia considera legítimo. Pero así se niega el pilar de la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad. Entonces ¿por qué no se aprueba la unión libre o las relaciones homosexuales? Estaría diciendo la Iglesia, entonces, que no existe ningún matrimonio absolutamente indisoluble. Esto es contrario, ciertamente a la voluntad del Señor”. Afortunadamente el papa Francisco se apega más del cardenal Caffarra y se aleja de la postura del cardenal Kasper.

lunes, 6 de abril de 2015

Descansar ¿en el ruido?

Miles de viajeros han escapado de sus ciudades durante la Semana Santa. Sin embargo la civilización del ruido los ha perseguido. Hasta las charolas que se usan para colocar los artículos para las revisiones de rayos X en los aeropuertos ahora están llenas de publicidad. Muchos se llevaron sus pantallas y estuvieron pendientes de las notificaciones en las redes sociales. El silencio es un privilegio que pocos hoy se pueden dar. En salas VIP de ciertos aeropuertos no hay publicidad y se observa un riguroso silencio relajante. Es decir, el silencio se comercia como un bien de lujo cuando es algo necesario para vivir una vida equilibrada y serena. Nos permite meditar –decía Benedicto XVI– y dar mayor contenido a nuestra comunicación. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; en él nace y se profundiza el pensamiento, y elegimos cómo expresarnos. Quien en su vida encuentra frecuentes momentos de silencio encuentra las condiciones para descubrir tesoros escondidos.

sábado, 4 de abril de 2015

De las tinieblas al glorioso domingo

La semana pasada el mundo quedó fuertemente impresionado por la decisión aparente que tomó Andreas Lubitz, el copiloto que hizo estrellar el avión de Germanwings contra una montaña de los Alpes. Nos preguntamos ¿qué misterios puede esconder la mente humana para cometer la locura de suicidarse, asesinar a 150 personas y provocar tantos destrozos emocionales en los familiares? Se dice que desde años Lubitz tenía crisis existenciales que lo mantenían en esos oscuros estados depresivos. Parece que la vida, para el copiloto, era un absurdo. Ese muchacho me ha recordado, de alguna manera, a Judas Iscariote, que por rechazar la cruz terminó crucificando al Maestro y, en su desesperación, se colgó de un árbol. Dios se apiade de su alma.

El viernes santo también, para los seguidores de Jesús, fue un día absurdo. Las tinieblas lo envolvieron todo y después, una gran piedra tapó el sepulcro. Ahí terminaba la aventura de Jesús de Nazaret. Los sueños se estrellaban ante la cruda realidad de la muerte, los ideales desaparecían como humo. El miedo se apoderaba de los discípulos y sus esperanzas se hacían añicos.

¡Cuántos hoy viven el misterio del viernes santo! Las familias de los muertos por el avionazo, las personas que tienen hijos desaparecidos, aquellos que viven con familiares secuestrados, las comunidades cristianas asediadas por el Estado Islámico y tantos millones de personas que, alrededor del mundo, habitan en tierra del miedo y de la angustia. Pero también muchos de nosotros: quienes nos resistimos a envejecer, aquellos que su enfermedad les parece insoportable, los que lloran por la soledad. Y aunque el dolor lastime nuestro corazón, hoy hemos de levantar nuestras cabezas y dejar de mirar nuestros sepulcros para contemplar la gloria de Jesucristo resucitado.

Martín Descalzo dice que hay dos maneras de entender la resurrección. La primera es la resurrección de Lázaro. El hermano de Marta y María regresó a la vida por un milagro de Jesús. Volvió a ser el mismo, revivió con su cuerpo y alma. Se encadenó de nuevo al tiempo para continuar su proceso de envejecimiento en la cotidianidad de la vida hasta que finalmente murió para no volver jamás.

La resurrección de Jesucristo fue totalmente diferente. No fue regresar a este mundo sino entrar en el nuevo mundo. Era Él, pero no era Él. Es decir, Jesús era el mismo, conservó su identidad pero su condición era diferente. No sólo estaba vivo sino que era el Viviente. Con su resurrección entró en la eternidad, ahí donde no existe el tiempo, inaugurando una nueva humanidad. Por eso se dice que, mientras la resurrección de Lázaro fue un milagro, la de Jesús fue un misterio.

Desde aquel Domingo de Pascua, millones y millones de personas afirman que Jesucristo está vivo y obra en el mundo. ¡Ha resucitado! Un fantasma pronto habría sido olvidado en dos mil años de historia. En cambio Jesús está vivo, y más que vivo porque es el Resucitado. ¿Se hizo ilusiones Pablo de Tarso, quien sufrió persecuciones y naufragios con tal de alcanzar a Cristo? ¿Fue un iluso el abad Benito de Nursia al fundar decenas de monasterios que luego hicieron florecer la cultura europea? ¿Fue un soñador Francisco de Asís que, por imitar a Cristo, irradiaba libertad y alegría? ¿Perdió la razón Teresa de Calcuta por servir a su Señor en los más pobres de los pobres? ¿Fue un desequilibrado Juan Pablo II al recorrer el mundo durante 26 años como primer testigo del Resucitado para confirmar a los creyentes en la fe? Es más fácil que los ilusos seamos nosotros por permanecer obstinados en nuestra incredulidad.

Ningún avionazo provocado por personas desequilibradas, ninguna tragedia humana, ni guerras, ni violencia en las calles, ni la fuerza del pecado –por más descomunal que parezca– ni ninguna enfermedad tienen la última palabra. Ya se encargará el buen Dios de hacer justicia en el momento oportuno. Mientras tanto hemos de proclamar que nuestras tragedias no son nada en comparación con la vida que nos aguarda. Porque así como el Éxodo de Israel hacia la tierra prometida fue profecía de la Pascua de Jesucristo, así la Resurrección del Señor es profecía para todos los que creemos en Él. Terminó la Cuaresma y llegó la Pascua. Pasó la penitencia y comienza la fiesta.

Reflexiones sobre el eclipse de sol

Ante el eclipse que veremos el 8 de abril en buena parte del hemisferio norte de la Tierra, los cristianos hemos mirar este fenómeno astronó...