Un análisis del ministerio de los sacerdotes en Alemania publicado por la Conferencia Episcopal de ese país, revela que sólo el 54 % de los sacerdotes germanos se confiesa una o ninguna vez al año, y que sólo el 58 % de los sacerdotes hacen oración. Las cifras son para llorar. Con estos datos es más fácil entender por qué una buena parte de la Iglesia alemana tiende a separarse de la ortodoxia católica y acercarse a las fronteras de la apostasía, y también entendemos por qué los sacerdotes alemanes se hacen de la vista gorda con el adulterio y se refugian en una muy particular visión de la misericordia. Los confesionarios donde raramente está el sacerdote nos hacen entender por qué en aquel país todos comulgan y poquísimos se confiesan. Admiro mucho a la Iglesia alemana que, sin duda, ha dado grandes santos y muchas aportaciones para la vida de la Iglesia. Pero hoy, ¿qué pueden dar al pueblo cristiano los sacerdotes que no rezan y no se confiesan? En el fondo viven como los protestantes, que creen que el hombre vive irremediablemente en el pecado y que la gracia de Dios no lo transforma desde dentro. Lo más triste es que son los alemanes, junto con los nada ortodoxos holandeses, quienes pretenden erigirse como modelos para toda la Iglesia, proponiendo un catolicismo progre que finalmente dejará las iglesias vacías.
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