Se detuvieron en Ciudad Juárez a casi mil ciudadanos, durante un mes, conduciendo en estado de ebriedad. Esto enciende los focos rojos que nos indican el serio peligro en que estamos de sufrir un accidente provocado por un borracho. ¡Bien por los retenes antiebrios!, pero no basta. Si el sistema educativo no educa en la prevención de adicciones, y si la Iglesia no forma mejor a sus feligreses en la virtud de la templanza, estamos en riesgo de convertirnos en una sociedad viciosa, en una sociedad alcohólica. Hemos de recordar que no hay vicio sin suplicio. Y precisamente porque el placer es seductor y nos arrastra fácilmente más allá de los justos límites, la templanza nos inclina a la mortificación, en la comida y la bebida, para asegurar que nuestras vidas estén regidas por la razón y no por la pasión. Para la buena vida, orden y medida.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
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