Se detuvieron en Ciudad Juárez a casi mil ciudadanos, durante un mes, conduciendo en estado de ebriedad. Esto enciende los focos rojos que nos indican el serio peligro en que estamos de sufrir un accidente provocado por un borracho. ¡Bien por los retenes antiebrios!, pero no basta. Si el sistema educativo no educa en la prevención de adicciones, y si la Iglesia no forma mejor a sus feligreses en la virtud de la templanza, estamos en riesgo de convertirnos en una sociedad viciosa, en una sociedad alcohólica. Hemos de recordar que no hay vicio sin suplicio. Y precisamente porque el placer es seductor y nos arrastra fácilmente más allá de los justos límites, la templanza nos inclina a la mortificación, en la comida y la bebida, para asegurar que nuestras vidas estén regidas por la razón y no por la pasión. Para la buena vida, orden y medida.
La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
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