Decía un analista político que las vacaciones de Navidad y Semana Santa son una grotesca intromisión religiosa en los asuntos de política educativa. Las escuelas de gobierno y los funcionarios públicos ajustan, cada año, sus períodos vacacionales a las fiestas religiosas, por lo que, según el periodista, se viola el Estado laico. Al analista se le olvida que nuestra cultura occidental fue parida por la Iglesia Católica, y su influjo la acompañará siempre. ¿Será que la división de la semana en siete días, producto de una visión religiosa de la vida, viola también el Estado laico? Y el domingo, día del Señor, –día en que no trabajan las escuelas ni las oficinas de gobierno– será también una grosera injerencia de la Iglesia en la vida pública? Si hoy se habla de derechos humanos y de la dignidad de los pobres –temas recurrentes del laicismo– es gracias a que Jesucristo predicó el amor a los hermanos.
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