miércoles, 29 de marzo de 2023

Ellos no son animales


La tragedia ocurrida la noche de 27 de marzo en las celdas del Instituto Nacional de Migración (INM) en Ciudad Juárez indica que se trató de un asesinato deliberado. Al día siguiente, durante la "mañanera", el presidente López Obrador, en vez de declarar luto nacional, dedicó sólo tres minutos para hablar de la calamidad diciendo que todo había ocurrido en un albergue donde los migrantes, al recibir la noticia de su deportación de México para repatriarlos, se desesperaron y, como protesta, provocaron el fuego. López Obrador no dijo más sobre el tema, a pesar de que lo sucedido en Juárez fue una de las catástrofes más grandes ocurridas a migrantes en México en los últimos años.

El presidente sabía que no se trataba de un albergue, sino de una prisión del INM para migrantes. La Secretaría de Gobernación había visto el video captado por una cámara del instituto horas antes de la declaración del mandatario, pero nunca imaginaron que se filtraría a la prensa y se haría viral en redes sociales. ¿Cómo encubrir lo que a leguas se ve que fue un asesinato de los guardias del INM por la omisión de abrir las rejas a los migrantes para que escaparan del fuego, mientras estos pateaban la puerta? Después de que el video se hiciera viral, el secretario de Gobernación Adán Augusto López se puso fúrico; no se podía tapar el sol con un dedo.

"¿Nos has traído aquí para dejarnos morir de sed a nosotros, a nuestros ganados?", era clamor de los antiguos hebreos, y hoy es el reclamo de quienes, con el anhelo de pisar los Estados Unidos, son tratados como mercancía, y muchas veces como animales, por el gobierno de México que los invita a venir, ofreciéndoles visas y trabajo. "¡Basta de tanto pecado!", reflexionaba el señor obispo de Ciudad Juárez, Guadalupe Torres Campos, durante su homilía durante la misa por los migrantes muertos. Basta del pecado de tratar a los seres humanos como objetos de compraventa. Ellos no son animales. Son personas muy vulnerables y con historias dramáticas.

Durante la última visita del presidente Biden a México en enero de este año, se acordó la deportación de 30 mil migrantes mensuales de Estados Unidos hacia la frontera con México y López Obrador se doblegó. ¿Quién atendería a esos migrantes? ¿Con qué infraestructura? ¿Qué trabajos se les ofrecerían? ¿Había algún programa para ellos? Sin embargo no sólo los migrantes deportados han saturado la frontera norte, sino también la frontera sur. La política de puertas abiertas a la inmigración que ha mantenido el Gobierno de México ha sido una bomba que tarde o temprano habría de estallar en catástrofes humanitarias.

La periodista Denise Maerker, a inicios de 2019, dio la noticia de que por recortes de presupuesto federal fueron despedidos miles de empleados del INM y sus funciones fueron asumidas por empleados sin suficiente capacitación. Por otra parte "El Economista" informó que, por corrupción, más despidos ocurrieron en agosto de 2020.

Con una sobresaturación de inmigrantes en el país, un INM recortado en presupuesto y con empleados insuficientes y mal capacitados, sólo podrían esperarse tragedias como las ocurridas en febrero de 2023 en la carretera entre Oaxaca y Puebla con 17 muertos; en 2022 en un remolque abandonado en San Antonio Texas con 56 migrantes asfixiados; en el choque en una carretera de Chiapas con 56 fallecidos y ahora el incendio en Ciudad Juárez con 38 muertos. La única culpa que ellos tuvieron es intentar escapar de la miseria –muchas veces bajo manipulación–, para buscar una vida más digna.

La migración es un problema muy complejo que tiene muchas aristas. Lo cierto es que los gobiernos de Estados Unidos y México, con sus fallidas políticas migratorias y su falta de coordinación con la sociedad civil, han provocado estas crisis humanitarias de los últimos años.

Como cristianos hemos de seguir ayudando a los migrantes en sus luchas y hemos de brindarles, en nuestras posibilidades, la oportunidad de integrarse a nuestras realidades culturales, ofreciéndoles ayuda humanitaria y empleos. Pero también hemos de exigir a nuestros gobernantes López Obrador y Biden –tan amantes del desorden– actuar con más responsabilidad y darles un trato que respete la dignidad de la persona humana.

martes, 21 de marzo de 2023

Unidad en tiempo de cisma


La Iglesia Católica está empezando a atravesar por una de esas serias tempestades que ponen en peligro la barca en la que navegamos todos. Desde tiempos de Juan Pablo II, cuando yo estudiaba la teología en Roma, ya se escuchaba que los obispos de Alemania presionaban al papa para cambiar ciertas posturas pastorales sobre los divorciados vueltos a casar para que se les admitiera a recibir la Comunión eucarística. También había presión para abrir el sacerdocio ministerial a las mujeres. Las respuestas de san Juan Pablo II fueron contundentes y claras: había que respetar las enseñanzas de la Iglesia apegadas a la Escritura, Tradición y Magisterio.

La presión se fue intensificando con el pontificado de Benedicto XVI, pero fue durante el gobierno de Francisco cuando llegó a niveles inauditos. Los germánicos organizaron el sínodo de la Iglesia de Alemania para tomar un camino diverso al del resto de la Iglesia universal y ejercer más presión a la autoridad de Roma. El sínodo ha concluido: ya no solamente darán la admisión a los divorciados vueltos a casar sino también ofrecerán la Comunión a los protestantes casados con católicos. Bajo el influjo de la ideología de género han empezado a bendecir a parejas del mismo sexo y a renovar toda la moral sexual de la Iglesia aceptando las prácticas homosexuales.

También han establecido que las mujeres podrán recibir las órdenes sagradas, incluso mujeres disfrazadas de hombres para ser ordenadas sacerdotisas u obispesas. Otra de sus modificaciones lo harán en el gobierno de la Iglesia. Será nombrado un consejo sinodal de laicos con autoridad por encima de los obispos, modelo que deberá replicarse en cada diócesis y en cada parroquia, donde las homilías también podrán ser predicadas por laicos.

Estamos ante un doloroso cisma de hecho, aunque no proclamado como oficial. Las conclusiones del sínodo de Alemania pisotean el Catecismo de la Iglesia, echan por la borda toda la antropología cristiana, despedazan la teología de los sacramentos, la eclesiología y normalizan el pecado. No se diga la cristología: despojan a Jesucristo de su divinidad y lo reducen sólo a un hombre cuya palabra no es verdadera ni perenne; a una persona que ya no sana ni salva, y que hubiera sido lo mismo que se hubiera encarnado en una mujer o hubiera sido travesti.

La Iglesia Católica es depositaria de una doctrina enseñada por Jesucristo para la salvación de los hombres. Se llama "Depósito de la fe". La Iglesia tiene la función de defender la integridad de este depósito que es indefectible –no tiene errores– porque así lo prometió el Señor: "Vayan a hacer discípulos míos a todas las naciones... y enséñeles a cumplir cuanto yo les he mandado, y sepan que yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). Estas enseñanzas se proponen libremente, pero la Iglesia tiene el derecho de señalar cuál es la doctrina a la que deben adherirse los que quieran ser católicos, y la ha definido claramente en el Catecismo promulgado por san Juan Pablo II en 1992.

El Código de Derecho Canónico define así la herejía, el cisma y la apostasía: "Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos". (Canon 751).

Si bien es cierto que a los alemanes rebeldes no podemos llamarlos apóstatas porque no rechazan la totalidad de la fe, claramente el Sínodo de Alemania, según el canon, ha caído en herejía: ellos niegan verdades que creemos los católicos pero también mantienen dudas insistentes sobre esas verdades, como tantas veces lo han manifestado. De la misma manera podemos llamarlos cismáticos porque han reiterado, en algunas ocasiones, que ellos no obedecerán a Roma y continuarán bendiciendo parejas de homosexuales. De esa manera han roto la comunión con toda la Iglesia.

El papa Francisco reiteradamente ha dejado clara su postura frente a la herejía alemana: ha enviado a sus representantes, los cardenales Ladaria, Ouellet y Parolin –las más altas autoridades vaticanas después del papa– para corregir a los obispos, pero éstos no han hecho caso. El mismo nuncio del Vaticano en Alemania Nikola Eterovic ha dejado claro ante el sínodo alemán que están prohibidos los consejos sinodales para gobernar la Iglesia, y que la ordenación sacerdotal de mujeres es una puerta cerrada.

El canon 1364 dice lo siguiente: El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae sententiae, es decir, excomunión inmediata. Para los que somos católicos y queremos vivir bajo las enseñanzas de la tradición de la Iglesia, es claro que esos obispos, sacerdotes y laicos del herético sínodo han caído en excomunión, aunque sobre ello no haya un pronunciamiento oficial de la autoridad vaticana.

Más que nunca oremos por el papa Francisco y por la unidad de la Iglesia. La herejía y el cisma del sínodo alemán amenazan con extenderse por otras partes del mundo, a menos que se ponga un remedio que aclare la confusión. No se puede dejar desprotegida la fe de los sencillos. Dejar que se extienda la herejía pone en peligro la salvación de muchas almas. Mantengámonos unidos al papa para que no le tiemble la mano y sujete bien el timón de la barca de Pedro. El Espíritu Santo lo asista y nos guarde en comunión con el obispo de Roma, unidos la fe perenne de la Iglesia.

martes, 14 de marzo de 2023

Migrantes en la frontera norte



Muchos hermanos migrantes han dejado sus tierras para cruzar algunas fronteras hasta llegar a la nuestra, que para ellos es la última. Más allá de Ciudad Juárez está la tierra que sueñan pisar para iniciar una nueva vida. Sus motivos son principalmente económicos. Huyen de la pobreza de sus países porque sus gobiernos no han podido –o no quieren– crear condiciones de prosperidad.

Pasaron por aquí grandes caravanas de cubanos, centroamericanos y haitianos, países algunos de gobiernos dictatoriales y creadores de miseria –el Estado cubano, padre de todas las dictaduras–. Desde hace meses atraviesan por aquí los venezolanos, huyendo del chavismo y la dictadura de Nicolás Maduro.

Hay diferencias notables en los extranjeros que vienen a la frontera. Los cubanos fueron respetuosos y trabajadores. Lo mismo podemos decir de los haitianos y otros de centroamérica. Sin embargo nuestros hermanos que hoy nos visitan por lo general no quieren trabajar y buscan ganarse la vida pidiendo dinero en las calles o limpiando vidrios de los coches. Muchos juarenses se sienten intimidados por ellos. Se les ofrecen burritos para comer o alguna lata de sardinas y muchos rechazan la dádiva, diciendo que quieren algo mejor.

El domingo pasado una muchedumbre de migrantes provocó una situación caótica en el puente internacional Santa Fe exigiendo a las autoridades norteamericanas que los dejaran cruzar. Con el cierre de los demás puentes internacionales paralizaron el comercio y afectaron así la economía de la ciudad. El fastidio se hace creciente para la población local, que en los dos últimos años ha visto un incremento excesivo en la llegada de migrantes.

El derecho a emigrar de la propia tierra para buscar mejores oportunidades de vida en otros lugares es un derecho que tenemos los seres humanos. Sin embargo también existe el derecho de los países receptores de migrantes de controlar sus fronteras para regular la migración estableciendo sus reglas. No hay ningún país de fronteras abiertas.

A algunos les pueden parecer estrictas las políticas migratorias de Donald Trump en el pasado, las de Greg Abbott en Texas o las de Giorgia Meloni en Italia, pero me parecen más sensatas que las políticas de algunos gobiernos que han tenido tanta apertura a la migración, que luego se llenan de personas que no se integran en sus culturas, y que a veces llegan a convertirse en delincuentes. La inmigración descontrolada siempre trae graves problemas sociales.

Los migrantes desintegrados e inadaptados no tienen por qué ser acogidos en esos países. Uno de los requisitos fundamentales para que un migrante sea aceptado en tierra extranjera –sea lugar de paso o tierra de destino– es que tenga respeto por la cultura que lo recibe, se integre a ella y demuestre que sabe trabajar. Los juarenses somos gente generosa pero también somos conscientes de que para comer hay que esforzarse, y no sólo extender la mano.

Por ello es loable el esfuerzo que están haciendo los empresarios, el gobierno municipal, las iglesias y organizaciones de la sociedad civil para dar hospedaje, asesoría y comida a los hermanos extranjeros, pero sobre todo para ofrecerles trabajos provisionales. La mejor manera de ayudarles es, después de darles cobertura a sus necesidades básicas, entregarles una caña de pescar.

Por razones económicas, los países europeos, así como Estados Unidos y Canadá, se ven obligados a abrirse a la inmigración. Los nativos de esos países difícilmente quieren hacer los trabajos menos pagados y los reservan para los migrantes, pero sobre todo deben sostener su sistema de jubilaciones, a través de una fuerza de trabajo joven, para una población cada vez más vieja.

El gran problema del norte rico es la falta de nacimientos dentro de sus naciones: no quieren tener más hijos. La mentalidad anticonceptiva y abortista está en el fondo de la idolatría del bienestar, y una de sus consecuencias es la inmigración. Estas sociedades ricas han engendrado hombres débiles que no quieren tener hijos, cuando lo que deberían hacer es fortalecer su población con familias fuertes y numerosas. Un país que recibe tanta inmigración es, en el fondo, una sociedad frágil que para sobrevivir tiene que depender de gente que venga de fuera.

Los gobiernos federales de Estados Unidos y México están manejando a los migrantes irresponsablemente, como si fueran mercancías. La migración hoy está descontrolada y esto provoca situaciones cada vez más tensas como las que vivimos hoy en Ciudad Juárez y en otras fronteras del norte de México. La ciudad siempre ha sido generosa con los migrantes, pero está llegando a límites insostenibles. Es necesario poner el alto en la frontera sur del país.

lunes, 6 de marzo de 2023

Jóvenes jenízaros


He conocido el caso de un adolescente, servidor de una parroquia, que inició su servicio como monaguillo después de haber hecho su Primera Comunión. Luego de años de servicio al altar, ingresó a un grupo de jóvenes donde se desempeñó como catequista. Sin embargo un día llegó con su párroco para decirle que quería que su nombre fuera borrado del libro de bautismos porque había decidido abandonar la fe católica. 


Su cambio fue sorprendente para el sacerdote y miembros de la parroquia; nunca ocurrió nada particular dentro de su grupo juvenil o en la comunidad que lo hubiera motivado a renunciar al cristianismo. Fue su ingreso al mundo universitario y su contacto con las ideologías penetradas en el ámbito académico lo que motivó su cambio de mentalidad para transformarlo en un joven jenízaro de nuestros tiempos.

Los jenízaros –significa nuevos soldados– fueron el cuerpo militar al servicio del sultán, fundado en el siglo XIV durante el Imperio Otomano. Eran jóvenes cristianos que habían sido hechos prisioneros de guerra y después pasaron a ser miembros del ejército otomano permanente. Más tarde, uno de los sultanes incrementó este ejército imponiendo un impuesto humano: el reclutamiento de niños cristianos, entre siete y catorce años de edad, originarios de las regiones rurales de los Balcanes –lo que es hoy Bosnia-Herzegovina, Albania, Bulgaria, Croacia, Eslovenia y otros países–, seleccionados para ser adiestrados en el área militar.

En un artículo de Crisis Magazine titulado "Defensores de la fe y la familia", William Kilpatrick explica que el reclutamiento de jenízaros era un aspecto de la guerra particularmente cruel. Se trataba de una guerra psicológica. A los niños y jóvenes reclutados en el ejército otomano se les adiestraba para volverlos contra sus propios padres. Citado por Kilpatrick, Raymond Ibrahim en su libro The defenders of the West –Los defensores de Occidente– explica:
Luego, estos niños fueron llevados al corazón de los otomanos, convertidos por la fuerza al islam, adoctrinados en las enseñanzas de la jihad (decreto de guerra religiosa), entrenados para ser, y recompensados ​​por ser, guerreros por excelencia, y luego liberados con sus antiguos parientes cristianos, perpetuando así el ciclo de conquista, esclavización y conversión, siempre para la ganancia demográfica del Islam y la pérdida demográfica de la cristiandad.

Kilpatrick señala también que en nuestros tiempos modernos, ejemplo de jenízaros fueron las Juventudes Hitlerianas para desarrollar en los jóvenes alemanes la obediencia a la ideología nazi. También el Movimiento de Pioneros en la URSS, que agrupaba a los jóvenes para adoctrinarlos en el socialismo; los niños entraban en esta organización al comenzar la escuela primaria y continuaban hasta la adolescencia, y después podían ingresar en la juventud del partido. La meta era inculcar a los jóvenes creencias y valores opuestos a los de sus padres. Los niños que traicionaban sus valores cristianos heredados de su familia -dice- eran presentados como modelos a imitar por otros jóvenes. El Movimiento de Pioneros no ha desaparecido; sigue activo en países como Angola, China, Corea del Norte, Cuba, Perú, Portugal, República Checa, Venezuela y Vitenam.

Hoy muchos adolescentes y jóvenes acusan a sus padres de ser homofóbicos o transfóbicos. Muchas chicas están convencidas del feminismo y defienden el aborto como un derecho. Ellos están siendo adoctrinados por la ideología de género, presente en el sistema educativo desde kindergarten hasta universidad, para creer que las relaciones homosexuales son normales y que deben de ser aceptadas, para poder vestir como el sexo contrario y para poder elegir libremente el género que deseen. El objetivo es crear “un hombre nuevo” con un 
sistema educativo único, socialista, controlado por el Estado, en el que los padres de familia no tengan derecho a intervenir.

Afortunadamente surgieron cristianos como Skanderbeg, héroe en Albania, que había sido separado de sus padres como jenízaro para integrarse como miembro del ejército otomano. Nunca olvidó sus raíces cristianas e inició la lucha para recuperar el cristianismo albanés.

El sistema de jenízaros es sumamente actual. A nuestros hijos los está reclutando la ideología de género para volverlos contra sus padres y contra la Iglesia. Los padres de familia que sepan crear una atmósfera cristiana-católica en su hogar; los que sepan transmitir la fe a sus hijos y les alerten contra los enemigos de Cristo, con la gracia de Dios podrán impedir este adoctrinamiento de sus hijos en la mentira, y sembrar en ellos el amor de Dios, a la verdad de su naturaleza y a sus raíces. Así podrán surgir nuevos Skanderbeg en los años venideros que ayuden a reavivar nuestra identidad católica.

México, la viña y las elecciones

El próximo 2 de junio habrá una gran poda en México. Son las elecciones para elegir al presidente de la república, a los diputados y senador...