miércoles, 29 de junio de 2022

Hasta el Cielo, don Renato


Después de una prolongada enfermedad, a los 83 años de edad, ha muerto nuestro querido obispo emérito de Ciudad Juárez, don Renato Ascencio León. El padre espiritual que Dios puso al frente de esta porción de su grey como pastor, fue llamado a la presencia de Dios el pasado lunes 27 de junio, memoria de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Encomendamos su alma a la protección maternal de la Virgen, siempre dispuesta a socorrer a sus hijos, especialmente en el momento último viaje hacia la vida eterna.

En estos días posteriores a su fallecimiento, vienen a la memoria innumerables recuerdos vividos con don Renato, recuerdos que nos llenan de gratitud a Dios por su vida y ministerio en nuestra comunidad, ejercido durante veinte años, de 1994 hasta 2014. Como hijos agradecidos con aquel a quien Dios puso al frente de su pueblo como padre y pastor, reconocemos aquellas cosas buenas que don Renato llevó a cabo en su vida, damos gracias por aquello que él, como obispo, nos dio, y bendecimos al Creador por todo lo que monseñor recibió de sus manos.

Lo mejor que Don Renato realizó en su vida fue haber respondido a la vocación a la que Dios lo llamó en diversos momentos de su historia para ser sacerdote y, posteriormente, obispo. La vocación divina para ingresar al Seminario de León culminó con el don precioso de su ordenación sacerdotal en 1965. A partir de ese año su vida ya no le perteneció. Quedó sujeto a la obediencia a Jesús, su buen pastor, para bien de la Iglesia. Veintitrés años más tarde, en 1988, Dios lo llamaba al episcopado para confiarle responsabilidades más altas, primero como obispo de la Prelatura de Madera y después, en 1994, como obispo de Ciudad Juárez.

Las respuestas generosas de don Renato al plan de Dios nos han traído un cúmulo de bendiciones. Su correspondencia a las mociones del Espíritu hoy nos permite palpar frutos muy concretos que son riqueza de nuestra Iglesia. La Diócesis de Ciudad Juárez tiene un Seminario completo con todas sus facultades, desde el Seminario Menor hasta la facultad de Teología. Además impuso las manos a 72 sacerdotes para conferirles el sacramento del Orden, que son hoy la mayor parte del clero juarense; muchos de ellos fueron enviados a universidades pontificias para hacer especialidades y servir mejor a la diócesis.

Don Renato supo también promover al episcopado a un hombre inteligente y de toda su confianza, al padre Gerardo de Jesús Rojas López, quien fue su secretario canciller y que hoy es obispo de Tabasco. Respetuoso siempre de la historia de la diócesis, el señor obispo supo integrar el plan diocesano de su antecesor, don Manuel Talamás Camandari(+), a un nuevo plan diocesano de pastoral que impulsó la vida diocesana desde su promulgación en 1998. Don Renato tuvo también el acierto de erigir 35 nuevas parroquias y dividir la geografía de las comunidades parroquiales en decanatos.

Su labor evangelizadora a través de los medios de comunicación fue decisiva para llegar a miles de hogares con la fuerza de la Palabra de Dios. Además de impulsar el periódico Presencia que don Juan Sandoval, su antecesor, había fundado, don Renato fue quien, con el padre Hesiquio Trevizo(+), instauró la Eucaristía dominical a través del Canal 44 y creó Radio Guadalupana.

Dios puso en manos de don Renato el don sublime del episcopado. Podemos decir con alegría que hoy la Iglesia está viviendo un momento histórico muy bello y privilegiado en lo que al servicio de los obispos se refiere. Antiguamente recibir la mitra era una especie de privilegio por el que el prelado pasaba a ser el señorón de una diócesis y a vivir como tal. En la actualidad es todo lo contrario: los obispos son hombres de trabajo con el delantal del servicio bien puesto, que viven generalmente con sencillez y que están al servicio del Pueblo de Dios.

Recibió de manos del papa Juan Pablo II la misión de evangelizar, santificar y gobernar la Diócesis de Ciudad Juárez, en la que don Renato se sintió feliz, a pesar de la complejidad de la situación social y familiar en que se vive en la ciudad. Muchas veces manifestó su alegría por tener un presbiterio generalmente trabajador y comprometido, y admiró el amor y el compromiso que tienen los laicos juarenses con su Iglesia. Don Renato fue un obispo de vida sencilla, un servidor y trabajador que se gastó por su diócesis y por la Iglesia en México, con una gran labor realizada al servicio de los migrantes cuando fue presidente de la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia episcopal.

Aunque tuvo el privilegio de recibir la unción del crisma sobre su cabeza, también supo abrazar la cruz que viene con ella. Hoy en día aceptar el don del episcopado es aceptar una vocación martirial. Don Renato fue un hombre que también sufrió como obispo y abrazó muchas veces la cruz. Le dolía especialmente la deserción y la muerte de algunos sacerdotes. Durante sus últimos años sus fuerzas físicas fueron disminuyendo, y así Dios lo fue preparando para la última etapa de su entrega a Dios a través del sufrimiento en la enfermedad.

Nuestro obispo emérito pasó el epílogo de su vida junto a su querida familia en León Guanajuato, donde tuvo las atenciones y los cuidados para su ancianidad. Aunque nos separaron muchos kilómetros de distancia, su corazón siempre estuvo con su amada diócesis juarense. Las fuerzas de su cuerpo fueron mermando, y así Dios lo hizo avanzar en su santificación a través del dolor, del amor y el sacrificio. "Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes", dijo muchas veces durante la consagración de la Eucaristía, y así vivió hasta el último día en donación, ofreciendo el cáliz de su vida, unido al Señor, por amor a nosotros.

Como buenos hijos, agradezcamos a Dios por el don de la vida de don Renato Ascencio León, ofrenda de amor sacerdotal por la vida de los más débiles, y oremos para que podamos un día reconocerlo en las verdes praderas de la eternidad, donde el buen pastor será alegría perpetua para los elegidos.

miércoles, 22 de junio de 2022

Jesuitas asesinados


Las noticias que llegaron el lunes 20 de junio desde la Tarahumara han sacudido de espanto y horror al país. Un grupo de 20 turistas fue secuestrado por agentes del crimen organizado en el hotel Misión Cerocahui. Pedro Eliodoro Palma, guía de turistas que logró escapar, aterrado buscó refugio en la iglesia del poblado mientras que era perseguido por sicarios. Dos sacerdotes jesuitas que escucharon detonaciones –los padres Javier Campos y Joaquín Mora–, salieron a darle ayuda pidiendo al sicario que no disparara, pero el desalmado abrió fuego contra el perseguido y los jesuitas. En una acción de maldad inexplicable los asesinos escaparon llevándose los cuerpos de sus víctimas. Hasta hoy estos son los datos conocidos.

La noticia ha causado una conmoción muy grande por lo que representan los sacrificados: un guía de turistas secuestrado y dos sacerdotes miembros de una de las órdenes religiosas más influyentes de la Iglesia, la Compañía de Jesús, fundada en el siglo XVI por san Ignacio de Loyola, a la cual pertenece el papa Francisco. Si no se tratara de dos sacerdotes asesinados, el caso hubiera pasado inadvertido en un mar de violencia normalizada. 

Los jesuitas han tenido presencia misionera en la Sierra Tarahumara desde el siglo XVII con la Misión Chínipas en 1621. Desde entonces estos hombres consagrados a Dios han entregado sus vidas a la evangelización de los tarahumaras y otras tribus indias en una de las regiones más pobres de México. La labor jesuita ha sido heroica y sigue siendo admirable.

Las misiones en la baja y alta Tarahumara han costado numerosas vidas a la orden de san Ignacio. Desde el martirio de los padres Jesús Pascual y Manuel Martínez en 1632, muchos jesuitas han sido asesinados por los mismos indígenas a través de emboscadas y de abiertas rebeliones en su resistencia a las exigencias del Evangelio. Morir en la evangelización, incluso llegar a formar parte de las Actas de los Mártires, es una posibilidad muy real para los misioneros de todo el mundo. La agencia Fides –órgano de información de las obras misionales pontificias– reporta que en 2021 fueron asesinados en el mundo 22 misioneros, entre sacerdotes, religiosos y laicos.

Las causas de los asesinatos se deben, generalmente, a intentos de robo perpetrados con mucha fiereza, a secuestros, o bien los misioneros se ven envueltos en tiroteos o en actos de violencia en los contextos en los que trabajan, marcados, sobre todo, por la pobreza económica y cultural, por la degradación del medio ambiente, por una atmósfera donde la violencia y el desprecio por la vida es el aire que se respira. Ninguno de los misioneros asesinados en el mundo suele realizar hazañas llamativas, sino que comparten la vida cotidiana de la mayoría de la población, dando testimonio del Evangelio. Así fue con los padres jesuitas víctimas del narcotráfico en la Tarahumara.

En México el ambiente de inseguridad se ha degradado tanto por la creciente presencia del crimen organizado y, al mismo tiempo, por la incapacidad de los tres niveles de gobierno para frenarlo, que hemos regresado a épocas de barbarie donde la saña y la crueldad son verdaderamente inauditas. El padre José Neumann –misionero belga jesuita en la Tarahumara en el siglo XVII– describía así a los indios tobosos, vecinos de los rarámuris:

"Viven como bestias salvajes. Van completamente desnudos, pintan su rostro de un modo horrible, de modo que parecen más demonios que hombres; sus únicas armas son arcos y flechas envenenadas. Comen carne humana y beben la sangre. No tienen lugar fijo para vivir; casi cada día cambian de residencia con el objeto de no ser descubiertos. Invaden los caminos, atacan a los viajeros y con sus gritos salvajes llegan a espantar a las mulas y a los caballos". No está lejos esta descripción del padre Neumann del modo en que actúan los narcos y sicarios de hoy en todo el territorio nacional.

Así estamos viviendo, entre tribus de salvajes que descuartizan y decapitan, entre seres más parecidos a demonios que personas humanas; en medio de hordas que siembran terror por todas partes y con un gobierno que les brinda un trato respetuoso, amistoso, caballeroso, más para damas que para criminales enemigos de la sociedad. Vivimos nuevamente en aquel antiguo barbarismo que resistía al Evangelio.

Los hechos trágicos ocurridos en la sierra Tarahumara de Chihuahua representan un triste capítulo esa lucha mortal entre el cielo y el infierno, entre barbarie y evangelización, entre decadencia y civilización, entre odio por la vida y amor por elevarla a su más alta dignidad. Dios conceda la gloria del cielo a los padres jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, héroes de las misiones, que pagaron con su vida el precio de vivir sembrando el amor de Cristo Jesús entre sus hermanos indígenas para darles vida digna. Que desde el cielo rueguen para que México, convertido hoy en un cementerio, se transforme en hogar de paz para todos.

martes, 21 de junio de 2022

El cisma


En la Iglesia hay un cisma no formal, pero real, desde hace varias décadas. Desde que en 1968 el papa san Pablo VI publicó su encíclica Humanae vitae se abrió una brecha entre la conciencia de los fieles católicos y el Magisterio de la Iglesia, brecha que se ha ido haciendo más espaciosa, en la medida en que han avanzado las consecuencias de la "revolución sexual" iniciada en aquella década. La rotura comenzó con el rechazo del uso de anticonceptivos por parte del Magisterio y el rechazo a esta enseñanza del Magisterio por muchos fieles católicos.

Habiéndose quebrado la unidad objetiva e inseparable del acto conyugal en la conciencia de los laicos –en sus aspectos unitivo y procreativo– la sexualidad quedó desvinculada de la transmisión de la vida y del amor conyugal, para convertirse en un contenedor vacío y abierto a todo tipo de experiencias y fines subjetivos. La grieta se fue haciendo cada vez más grande entre las enseñanzas de la Madre Iglesia y la manera en que los católicos ejercían su sexualidad. El sexo se practicó antes y fuera del matrimonio; con las técnicas de reproducción asistida el acto sexual se hizo innecesario para traer hijos al mundo; pero luego, con la ideología de género, quedó desvinculado el ejercicio de la sexualidad de la naturaleza humana. Finalmente la moda transgénero quebrantó la identidad de la persona con su naturaleza biológica.

Mientras que la sociedad ha tomado este camino descendente, con repercusiones graves para las personas, las familias y millones de vidas humanas que se han perdido por la práctica del aborto –consecuencia más trágica de este proceso–, en el campo de la moral sexual católica se han encendido nuevas luces y esperanzas; se ha llegado a nuevas profundidades de comprensión de la doctrina del Magisterio, sobre todo con la teología del cuerpo de san Juan Pablo II y otras aportaciones; la ciencia ha hecho posible el desarrollo de nuevos métodos naturales para regular la fertilidad; se han hecho nuevos estudios psicológicos sobre la homosexualidad, la disforia de género, la pornografía y nuevas reflexiones espirituales para su tratamiento. Podemos decir que Dios en su Providencia nos facilita vivir las enseñanzas morales de la Iglesia.

Una buena parte de los católicos se esfuerza en seguir este camino que nos traza el Magisterio, porque sabemos que se trata de la verdad que viene de Jesucristo: "El que los escucha a ustedes, me escucha a mí –dijo el Señor a sus discípulos–; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió" (Lc 10,16). Es, además, la realización de la promesa de Jesús: "Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad" (Jn 16,12-13).

Por el contrario, otra parte de la Iglesia ha sido seducida por el espíritu del mundo y busca vivir bajo una nueva moral de la sexualidad y de la vida. De ello, el Sínodo de Alemania es la muestra más clara. Obispos, sacerdotes, teólogos, religiosos y laicos de aquel país piden la apertura de la Iglesia a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, a los divorciados vueltos a casar, a la aceptación de prácticas homosexuales, a la adopción de niños de parejas del mismo sexo, a la ordenación sacerdotal de mujeres, incluso al aborto y la eutanasia. Ellos afirman que no obedecerán al papa y pondrán por obra todas estas prácticas.

Sin embargo esta actitud cismática no es únicamente de los alemanes. Los resultados de las asambleas sinodales de algunas diócesis que se han dado a conocer expresan la misma actitud de rebeldía contra la autoridad de Roma. En España, diócesis como Barcelona y Zaragoza han llegado a conclusiones y peticiones muy en sintonía con lo que reclama el sínodo alemán. Se preguntaba el padre Santiago Martín: "¿Y si Roma no se los concede, qué va a suceder? ¿y si se los concede? ¿Será posible mantener la unidad de la Iglesia? ¿Existe esa unidad?"

No vayamos tan lejos. Mientras que en Estados Unidos el padre jesuita James Martin se ha convertido en defensor del estilo de vida gay, en México se ha formado la Red Arcoíris, integrada por católicos LGBTQ, que piden ser escuchados y acompañados por la Iglesia en un camino espiritual. Fue el obispo emérito del Saltillo, monseñor Raúl Vera, quien inició un diálogo con ellos. A través de las redes sociales he podido ver sus encuentros en los que algunos sacerdotes los acompañan, pero nunca he escuchado que les exhorten sobre la necesidad de abandonar el pecado de las prácticas homosexuales para vivir en castidad. Si este diálogo no se hace con la clara enseñanza moral de la Iglesia y la promoción de la virtud de la castidad, sentarse a la mesa con ellos será como recibir en la Iglesia a un caballo de Troya que podría abrir aún más la brecha cismática entre los progresistas y los católicos fieles a la enseñanza de Cristo. Lo que ocurre en Alemania podría ocurrir también en América Latina.

El cisma está en marcha, sin duda, y hay que orar para detenerlo. Como católicos Dios nos llama a cerrar la brecha obedeciendo al Magisterio de la Iglesia y no a los dictámenes del relativismo y de la moda secular. La verdadera unidad de la Iglesia no se construye aceptando el espíritu del mundo que Jesús condenó –pues dejaríamos de ser sal de la tierra–, sino en un camino de conversión permanente y en la fidelidad a la Verdad revelada.

martes, 14 de junio de 2022

Toros y vida humana


El pasado 10 de junio un juez federal decretó la suspensión de las corridas de toros en la Plaza México por tiempo indefinido. Grupos como Tauromaquia Mexicana –asociación civil conformada por empresarios, ganaderos, veterinarios, toreros y aficionados– y las empresas taurinas que organizan las corridas preparan la defensa de una fiesta que ha sido tradición de 500 años en México.

Mientras que el coso capitalino cierra sus puertas para los aficionados, al menos quince lugares –entre clínicas y hospitales– continúan realizando abortos legales a las mujeres que lo demanden. Se ha cerrado la plaza de toros más grande del mundo -lugar del sacrificio de animales– y se han multiplicado las plazas donde son sacrificados seres humanos inocentes. Se calcula que durante 76 años –desde su inauguración en el año 1946–, la Plaza México ha visto morir alrededor de siete mil cabezas de ganado bravo; en cambio desde que se despenalizó el aborto en la Ciudad de México, hace 15 años, alrededor de 250 mil vidas humanas han sido sacrificadas.

El dato comparativo de cantidades de muertes de animales y de personas no nacidas lo pongo en la mesa para aquellas personas que consideran que las vidas humanas y las de los animales tienen el mismo valor. Si esas personas que son tan sensibles al bienestar animal fueran más sensatos –abortistas y animalistas– se horrorizarían de la diferencia de la cifra. Pero no es así. A ellos les duele más el sacrificio de un animal que el de un ser de su propia raza. Y les duele porque tienen un concepto muy bajo de sí mismos, tan bajo que consideran a los animales como seres iguales o superiores al hombre.

En realidad no podemos equiparar aborto de seres humanos con sacrificios de animales. Hay un abismo de diferencia entre sacrificar un toro y dar muerte a un ser humano. Por más cabezas de ganado que sean, nunca valdrán juntas lo que una sola vida humana. La vida animal es sólo vida sensitiva. La vida humana, en cambio, es vida sensitiva pero, sobre todo, espiritual. Es la espiritualidad o racionalidad la que hace que la vida del hombre tenga un valor incomparable. Su apertura a la búsqueda de la verdad, del bien y de la belleza y, más allá, la búsqueda de Dios como la Fuente de estos valores, hace que la vida humana tenga un valor absoluto, bastante por encima de la de los animales.

Desde el punto de vista ecológico y del cuidado de la creación, la decisión de cerrar la Plaza México no fue una decisión inteligente. Prohibir es una manera de acabar con una raza de ganado bovino del todo especial que, gracias a los encastes –el cuidado y a las cruzas que hacen los ganaderos–, se ha preservado durante siglos. El toro bravo, uno de los animales más bellos del mundo, preserva los ecosistemas en los que es criado y su supervivencia en el planeta se debe solamente a los espectáculos taurinos. Si estos dejaran de existir, nadie se interesaría en criar toros bravos con otro objetivo que no fuera su combate en los ruedos. Acabar con las corridas es meter el verdadero estoque al toro de lidia, es condenarlo a su extinción. Podría suceder lo que con la prohibición de animales en los circos, que por querer salvarlos, los dejaron morir.

En la historia de la Iglesia las corridas de toros han sido tema de controversia. Se dice que el papa Alejandro VI –de sangre española– introdujo la tauromaquia en Italia y Julio II era buen aficionado. En su Historia de los Papas, Ludivico Pastor afirma que el lunes de Carnaval de 1519 se celebró una gran corrida de toros en la plaza de san Pedro, en la que estuvo presente León X. Sin embargo en 1567 el papa san Pío V, con la bula "De salute Gregis", decretó la prohibición a los cristianos de asistir a las corridas de toros bajo pena de excomunión, castigo que fue abolido por su sucesor Gregorio XIII. La bula de san Pío V nunca se publicó en España y en la segunda mitad del siglo XVI ya las corridas de toros se celebraban en México donde los indios eran buenos aficionados. El Tercer Concilio Mexicano debatió las prohibiciones sobre los toros, pero la eficacia de estas prohibiciones quedó en papel, como en España.

El punto de controversia en la Iglesia sobre las corridas de toros nunca fue el maltrato animal, sino las numerosas muertes de seres humanos que había en los ruedos. Pío V argumentó la prohibición diciendo que la Iglesia estaba llamada a alejar de los fieles los peligros del alma y del cuerpo. El Concilio de Trento había prohibido los duelos entre cristianos bajo pena de excomunión, justamente por exponer la vida de una manera tan banal. El mismo argumento se utilizó para prohibir los festejos taurinos. Era la vida del hombre la que se defendía y se exaltaba, y no la vida del toro.

Observa Francis Wolff que, si en aquellos siglos pasados pelear contra un toro degradaba al hombre, hoy en día la crítica es al revés: es el combate del hombre el que degrada al toro. Hoy las condenas de la corrida se hacen en el nombre del respeto a los animales, no en el respeto a la vida humana. La argumentación moral está centrada exclusivamente en el animal. Es lo que se llama "animalismo". Dígame usted si no: hoy en día, cuando en España un torero es herido o muerto por un toro en el ruedo, los antitaurinos festejan en las redes sociales como si se tratara de una victoria de su equipo favorito de futbol. Vivimos en un mundo que exalta el valor de los animales mientras que rebaja y degrada la vida de los hombres.

Actualmente no existe una postura oficial de la Iglesia sobre la moralidad de las corridas de toros. Si bien el Catecismo de la Iglesia llama a no maltratar innecesariamente a los animales, los defensores de la tauromaquia afirman que el trato a los animales debe ser según su especie. Hay animales de compañía –las mascotas– que merecen nuestro cariño y cuidado; hay animales de crianza que deben matarse para servir de alimento a los hombres; otros animales deben ser preservados en su hábitat y deben matarse en caso de que sea necesario –pensemos en plagas que desequilibran los ecosistemas–. Y hay animales como el toro de lidia que deben morir en los ruedos respetando su naturaleza brava.

¿Inmorales y pecaminosas las corridas de toros? Depende del cristal con que se miran. Juan Manuel Albendea en su artículo "La Iglesia Católica y los toros" dice: "¿Se puede pensar en cierta malicia intrínseca que tenga el toreo? Quienes opinaban contra las corridas decían que el regocijo del que se sigue tal carnicería y muerte de tantos hombres, es más de gentiles que de cristianos, inhumano es por cierto y diabólico, y se debe desterrar de las repúblicas cristianas. Y quienes defendían la fiesta decían: ciertamente si se asiste a los toros con esa perversa intención de ver heridas y muertes, sería, de verdad, espectáculo de demonios, no de hombres. Pero si se asiste por ver y gozar de la destreza de los toreadores, de la velocidad de las fieras, de la gallardía en el herir de los jinetes, entonces no es espectáculo de demonios sino espectáculo español".

El juez federal y los antitaurinos prohibicionistas deberían de pensar dos veces antes de querer acabar con un espectáculo que no les gusta –ni tiene por qué gustarles–, pero que tampoco hace daño a nadie. Por querer salvar al toro podrían acabar extinguiéndolo. Es más humano mirar hacia el verdadero holocausto –el crimen del aborto– y horrorizarse por esa sangre que nadie ve, pero que clama al cielo.

martes, 7 de junio de 2022

Frente a la imposición del orgullo

Jason Adam, lanzador de los Tampa Bay Rays

Junio es el llamado mes del orgullo. El movimiento LGBTQ+ despliega en estos días toda su propaganda y ejerce su presión para imponer su agenda ideológica sobre gobiernos, empresas, sistemas educativos, medios de comunicación y organizaciones civiles. Las marchas del orgullo se extienden por más ciudades del mundo. El gobierno federal de Estados Unidos exhibe sin ningún respeto la bandera del arco iris en su embajada ante la Santa Sede, e incluso los tentáculos de este movimiento entran en ciertos ambientes de Iglesia por medio de algunos sacerdotes que simpatizan con la causa. Estamos en una batalla cultural –en un combate espiritual– de grandes magnitudes en la que nuestra fe católica nos llama a actuar con prudencia. 

Ni siquiera los equipos deportivos pueden sustraerse a la imposición ideológica. Algunos clubes del futbol mexicano como el América, Pumas, Xolos, Pachuca y Querétaro han modificado sus escudos con los colores del arco iris en apoyo al mes del orgullo. Muchas empresas y marcas se publicitan como "gay friendly" y hay lugares de trabajo que fomentan la inclusión de la diversidad sexual. Sin embargo también hay famosos que han manifestado su desacuerdo con la ideología de género. Eduardo Verástegui, Manny Pacquiao, Steffano Gabbana, Rafael Correa, los actores James Woods y Rupert Everett, la actriz peruana Caty Caballero y el cantante Emmanuel son algunos de ellos, además de un sinnúmero de organizaciones católicas y cristianas, así como los gobiernos de Polonia, Rusia, Hungría y Rumania.

La postura de un católico que trabaja en una empresa que apoya la diversidad sexual debe ser, a mi juicio, la que nos manda la caridad cristiana, que es el absoluto respeto y trato caritativo a quienes no piensan como nosotros, pero con la firmeza de nuestras convicciones católicas sin ocultarlas. En estas sociedades plurales y neopaganas no todos percibimos el mundo de la misma manera. Si defendemos la libertad de expresión tenemos que tolerar que exista la diversidad de opiniones y estilos de vida que no son como el nuestro. Sin embargo también los católicos formamos una comunidad grande dentro de la sociedad y tenemos el derecho de expresar nuestras ideas y vivir con el estilo de vida que Jesucristo nos enseñó.

Como católicos no estamos llamados a vivir encerrados en un ghetto, sino que hemos de tener una buena socialización con las personas que nos rodean sin disimular nuestras convicciones. Recuerdo que aquí en mi ciudad hace unos años un grupo LGBTQ+ me abordó en la plaza frente a la catedral para hacerme algunas preguntas que, con gusto, respondí. Pero cuando quisieron tomarse una fotografía conmigo y regalarme un globo, como para respaldar su causa, les dije con cortesía que yo no podía aceptar su invitación. Creo que podemos convivir e interactuar con una pluralidad de personas, pero cuando se trata de alentar el estilo de vida de la ideología de género hemos de retractarnos. Lo cortés no quita lo valiente.

Este año el equipo de las grandes ligas de béisbol, los Tampa Bay Rays, quiso apoyar la diversidad sexual cambiando los colores de su uniforme, pero dieron a los jugadores la opción de poder quedarse con el uniforme regular. El lanzador del equipo Jason Adam –un cristiano que no oculta su fe– rechazó usar los colores del arco iris y declaró en una entrevista: 

"Es una decisión difícil porque, en última instancia, todos dijimos que lo que queremos es que sepan que todos son bienvenidos y amados aquí. Pero cuando lo expresamos en nuestros cuerpos, creo que muchos muchachos decidimos que, aunque no menospreciamos a nadie, no queremos alentar ese estilo de vida si creemos en Jesús, quien nos ha animado a vivir un estilo de vida que se abstenga de ese comportamiento. No estoy juzgando ni mirando a nadie hacia abajo. Es simplemente el estilo de vida que Él nos enseñó para nuestro bien. Pero nuevamente lo digo: amamos a esos hombres y mujeres, nos preocupamos por ellos y queremos que se sientan seguros y bienvenidos aquí".

Lo que dijo Jason Adam es coherente con su fe cristiana y caritativo con quienes celebran el orgullo gay. Sin embargo el beisbolista puso en riesgo su carrera: pudo ser expulsado de los Rays o forzado a irse a un equipo de ligas menores. Su ejemplo nos ilumina y alienta para no avergonzarnos nunca de las enseñanzas y estilo de vida de Jesús y, al mismo tiempo, mantener una actitud de caridad y respeto hacia quienes no piensan como nosotros, aunque sin apoyar su estilo de vida al que consideramos dañino y pecaminoso. Quien dice la verdad, ni peca ni miente.

Hay sacerdotes que buscan conciliar el estilo de vida de Jesús con el estilo de vida homosexual y dan su apoyo a la causa LGBTQ. Buscan la conciliación y la paz. Algo parecido quiso hacer Erasmo de Rotterdam en el siglo XVI cuando quiso conciliar el catolicismo con el protestantismo. No se podía. Su doctrina fue llamada "irenismo" o pacifismo, que es una búsqueda de una falsa paz. Sus enseñanzas fueron condenadas por la Iglesia por poner en peligro las enseñanzas de Cristo.

La actitud de aceptación de la ideología de género puede ser calificada como "irenismo", que es una búsqueda de consenso, de diálogo, de relativismo que hace que las verdades de nuestra fe católica pasen a un segundo plano para convivir todos en falsa paz. El irenismo tiende la mano hacia posturas progresistas y no es capaz de señalar errores ni de afirmar las verdades que enseña la Iglesia. Una actitud irenista que deja en el error no es una solución. Cuidado con las posturas de James Martin y sus aliados. El que con niños se acuesta, meado se levanta.

El mundo llama al mes de junio "mes del orgullo". Nosotros los católicos lo llamamos "mes del Sagrado Corazón". Sea Jesús nuestra bandera y nuestro orgullo, y en nadie nos gloriemos sino en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, quien dijo que el Reino de los Cielos sufre tensión, y solamente será arrebatado por quienes son capaces de vencerse a sí mismos sin ceder a las presiones del mundo.

miércoles, 1 de junio de 2022

Emociones del sexo


Aquel chico me decía que estaba super enamorado de su novia. Se habían conocido en un antro y desde la primera noche de noviazgo habían tenido relaciones sexuales. Él era muy detallista con ella. Llevaban algunos años de novios, el sexo formaba parte de su romance y todo parecía marchar bien, hasta que él descubrió que ella lo había engañado con un amigo. Fue un verdadero drama. El mundo se le vino abajo y lloró durante semanas como una Magdalena. "¿Por qué, por qué –se preguntaba– si todo iba muy bien y teníamos planes de casarnos?"

En sus clases de educación sexual escolar le habían informado muy bien del uso del condón, de los métodos anticonceptivos, de las principales enfermedades venéreas, de la responsabilidad que debían tener para no procrear hijos durante el noviazgo. Pero nunca le hablaron de la castidad ni de las consecuencias emocionales de llevar una vida sexual activa. Jamás le dijeron que cuando un hombre y una mujer se relacionan sexualmente, se forma entre ellos un poderoso vínculo –como un super pegamento emocional– que provoca el querer estar juntos y ponerse una venda en los ojos del corazón para no verse los defectos uno al otro.

Las relaciones sexuales no son algo que se hace con el cuerpo mientras que el cerebro se queda allá lejos, fuera de la habitación. El sexo crea una hormona llamada oxitocina que, en sus efectos, provoca un apego, fuera de toda explicación lógica, a la otra persona. La misma hormona se produce cuando la madre, en su período de lactancia, amamanta a su bebé, y se crea también ese super vínculo emocional entre los dos, dificilísimo de romper.

En el caso del chico super enamorado de su novia, ellos, a través de mantener relaciones sexuales, crearon la oxitocina que los vinculó fuertemente, y por ese motivo la ruptura fue una experiencia tremendamente dolorosa. El vínculo emocional o apego al otro funciona maravillosamente en el matrimonio. Dios creó esa hormona con el propósito de mantener unidas a las parejas casadas. Pero cuando la hormona se crea en el noviazgo al mantener una vida sexual activa, la relación fácilmente puede desembocar en un desastre. Nadie tiene la fuerza para impedir la acción de ese super pegamento. Es algo que ocurre en la psique de las personas a niveles profundos, de manera inconsciente y es extremadamente poderoso.

Es falso creer que los varones no experimentan ese vínculo emocional. Si bien es cierto que las mujeres se sienten más vinculadas, los hombres también lo hacen, y las experiencias de ruptura suelen dejarlos devastados. He conocido jóvenes varones que estuvieron a punto del suicidio cuando
 la novia decidió cortar la relación.

Algunos jóvenes que piden consejo a los sacerdotes nos comentan que ellos no han tenido relaciones sexuales con sus parejas en el noviazgo, pero que se han ido deslizando por una pendiente de tocamientos cada vez más permisivos hasta casi llegar al sexo completo. ¿Qué sucede en esos casos? ¿Se crea el vínculo emocional? Si bien es cierto que el apego a la otra persona es más poderoso cuando las relaciones sexuales son totales, un vínculo creado por tocamientos permisivos o besos muy apasionados es suficientemente fuerte para estropear el noviazgo.

Chicas y chicos que tuvieron relaciones sexuales –incompletas o completas– con sus parejas jamás olvidarán a ese "primer amor" de su vida que los dejó marcados para siempre.

Dios no es el aguafiestas de la juventud al prohibir a los solteros abstenerse de relaciones sexuales. La ley moral de Dios es sabia y por eso establece que el sexo es exclusivo del matrimonio. Es en la vida de casados donde el hombre y la mujer hablan un lenguaje que es "para siempre", y donde ese vínculo emocional que se crea con la hormona oxitocina, funciona muy bien. En cambio no funciona bien en el noviazgo, donde no existe el compromiso total y donde la inmadurez afectiva suele estar presente. 

Estas consecuencias emocionales del sexo prematrimonial nadie las enseña, ni las quieren enseñar en las clases de educación sexual escolar. En las aulas sólo se informa sobre condones y anticonceptivos, y así se establecen las bases para que ocurran futuros desastres emocionales.

Nuestros cuerpos sufrientes

A medida en que pasan los años nos vamos haciendo personas más vulnerables en nuestra dimensión física. Aparecen nuevas dolencias, se manifi...