miércoles, 27 de octubre de 2021

Sexo: algo increíblemente bueno


C
asi todas las voces que escuchan los jóvenes en la cultura secular los invitan a experimentar con el sexo. La misma educación sexual escolar les proporciona la información para que, desde la adolescencia, los chicos se enrolen en actividad sexual. Les hablan de derechos sexuales y reproductivos, incluso les han dado una cartilla nacional que los promueve; de esa manera los van incitando hacia la promiscuidad. En este ambiente cultural la Iglesia con su enseñanza sobre la castidad hasta el matrimonio parece retrógrada. La ética sexual católica se ve como el aguafiestas en medio del desenfreno del mundo. Parece que se cumple aquellas palabras de san Pablo: "llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina" (2Tim 4,3).

Sin embargo cuando echamos una mirada a nuestro alrededor y vemos las consecuencias de la Revolución sexual de los años 60 en la manera en que los jóvenes viven su vida sexual –con todas las heridas físicas, psicológicas, familiares y espirituales–, nos convencemos, más que nunca, de que la Iglesia debe seguir proclamando el plan de Dios sobre el amor y la sexualidad con valentía, arguyendo, reprendiendo, exhortando, con paciencia incansable y con afán de enseñar (2Tim 4,2).

Enseñar a los adolescentes y jóvenes que antes de casarse vivan una vida sexual activa es un grave error. Pero hay que explicarles por qué. Para entenderlo, primero hay que saber que el sexo es una creación de Dios y, como tal, es bueno. Cuando creó el mundo vio que todo era muy bueno (Gen 1,31), incluido el sexo. Sin embargo el sexo no solamente es bueno sino increíblemente bueno. 

Tan bueno es, que Dios hizo el mundo para que fuera poblado con seres humanos, hechos a su imagen y semejanza, llamados por vocación a compartir con ellos la vida eterna en el Cielo. "Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla" (Gen 1,28). Si tú y yo somos seres hermosos salidos de las manos de Dios, a quienes Él ama apasionadamente, eso significa que el acto sexual que nos dio origen –el sexo– es querido por Dios y es algo extraordinariamente positivo. Podemos decir que no hay en la tierra una forma de contacto físico con una dignidad tan alta como es el acto conyugal.

Dios pudo hacer que los niños llegaran al mundo por otros medios. Algún pájaro como la cigüeña podía traerlos del cielo, o pudieron haber sido plantados en la tierra y cosechados, pero no fue así. Dios quiso crear otro sistema para que viniéramos al mundo. Él ama a cada vida humana que existe y, para traer esas vidas, se vale de un sistema llamado "familia", donde el hombre y la mujer se aman y donde comparten sus vidas. ¿Podemos imaginar lo que significa pasar todo el resto de la vida juntos, viviendo bajo el mismo techo, comiendo con la misma vajilla, durmiendo en la misma cama, compartiendo el baño, incluso el tiempo de descanso? Para ser los dos una sola carne se requiere de mucho amor y de una cantidad muy generosa de sacrificio (Mc 10,6-9).

Cuando una pareja se casa por la Iglesia, hacen la promesa de aceptarse mutua y totalmente, de ser fieles uno al otro, en las alegrías y las penas, en la salud y la enfermedad y amarse y respetarse todos los días de su vida. Prometen que nunca se utilizarán como si fueran objetos o cosas, sino que se tratarán como personas que buscan lo mejor uno para el otro; y para toda la vida. El sacramento del matrimonio los convierte en una sola persona conyugal (Mt 19,5). Después de la boda, la pareja suele salir a un viaje llamado "luna de miel", donde se entregan sus cuerpos para manifestar la alianza que sellaron con Dios ante el altar de la iglesia. Este intercambio sexual es una entrega absoluta de la totalidad de sus personas.

Este es el idioma del amor que los jóvenes deben descubrir como algo grandioso. De esa entrega total Dios puede crear una nueva vida humana a su imagen y semejanza (Gen 1,26). Crear seres humanos es uno de los actos predilectos de Dios.  El resultado de este idioma del amor es una familia. La vida familiar existe para que todos sus miembros puedan aprender a amar, a buscar lo mejor para el bien de los demás, y para aprender a entregarse por los otros, aún con sacrificio. En las familias amamos y somos amados. Las familias se edifican por el amor y se originan en el sexo. Así que no enseñemos a los jóvenes que el sexo es malo sino algo bueno. Y por ser tan increíblemente bueno, debe realizarse sólo en el matrimonio y para formar una familia.

lunes, 18 de octubre de 2021

Jóvenes buscando amor


En mis tiempos de juventud las parejas para el noviazgo se buscaban en bailes, fiestas o en alguna famosa avenida de la ciudad donde chicas y chicos paseaban para conocerse. Hoy muchos jóvenes encuentran sus parejas utilizando su teléfono móvil con aplicaciones como Meetic, Lovoo, Tinder o Happn. Y aunque los avances en la tecnología son sorprendentes para conocer personas, parece que muchos jóvenes no tienen la suerte de encontrar fácilmente una pareja estable.

¿Dónde encontrar el amor?, es la gran pregunta que muchos se hacen. La cultura progresista con sus clases de educación sexual escolar, con la publicidad erótica y con la pornografía en redes sociales y medios de comunicación los ha empujado por el camino del sexo durante el noviazgo. El resultado es que los jóvenes no han encontrado la verdadera alegría. En cambio el sexo los está dejando con muchas heridas emocionales, miedos y depresiones; pero lo más grave es que los está incapacitando para formar la familia sólida que anhelan.

Es importante que un joven, antes de aventurarse en una relación de noviazgo, descubra dos cosas que son clave para encontrar el amor y la felicidad. Dice la Iglesia que "el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás" (Gaudium et spes, 24). La frase es importantísima. Nos dice que Dios nos ha amado no porque seamos buenos o porque tengamos muchas cualidades, sino por el simple hecho de existir. Desde antes de la creación Dios nos amó y nos puso en la existencia y, por lo tanto, Él quiere lo mejor para nosotros.

La segunda parte de la frase es clave para encontrar el amor: encontramos nuestra plenitud cuando aprendemos a donarnos a los demás. Hace años conocí a una chica mexicana que sola viajaba por Europa con el propósito de encontrarse a ella misma. También tengo un amigo que pagó costosos viajes a la India para vivir extrañas experiencias espirituales con el objetivo de encontrarse a él mismo. La manera en que las personas tienen estas experiencias de introspección egocéntrica y “se encuentran a ellas mismas” es algo que no acabo de entender.

En su enseñanza la Iglesia Católica nos muestra el camino más simple y profundo: nos encontramos a nosotros mismos cuando aprendemos a donarnos, a cuidar y a procurar lo que es mejor para los demás. Así de sencillo. La experiencia que tuvieron mi abuela, mi madre y algunas tías que fueron Voluntarias Vicentinas, y que sirvieron en dispensarios médicos, hospitales y en llevar la Palabra de Dios a los necesitados, me mostraron que el camino hacia la felicidad plena está en el servicio a los demás. Paradójicamente encontrarse a uno mismo es olvidarse de uno mismo y entregarse al bien de los demás. Ahí nos espera Dios.

El Señor nos hizo para vivir en familias y comunidades. Los seres humanos funcionamos de esta manera. No encontramos la felicidad sólo preocupándonos por nosotros mismos y sirviendo únicamente a nuestros intereses. Encontramos plenitud cuando unimos nuestras vidas e intereses con las vidas y las necesidades de otras personas; cuando buscamos el bien de los demás y ellos se preocupan por el bien de nosotros. He visto más alegría y felicidad en padres y madres de familia que se sacrifican para darles familia unida y pan a sus hijos, que en muchas otras personas que, por ocupar altos puestos de trabajo y ganar mucho dinero, se olvidan de sus familias, viven vacíos y sólo se ocupan de sus intereses.

¿Qué debemos hacer entonces para encontrar el amor? Aprendamos a no utilizar a los demás y busquemos únicamente su bien. Es cierto que todos somos más o menos egoístas, y es necesaria una educación en el amor y la sexualidad para transformar el egoísmo y así no servirnos de otras personas sólo para satisfacer nuestros deseos. Un joven queda lastimado cuando descubre que su novia sólo mantiene una relación con él por su dinero y su coche último modelo. Una chica queda decepcionada y herida cuando descubre que su novio la busca más por la belleza de su cuerpo que por sus valores internos que tiene como mujer.

No está mal que los jóvenes utilicen alguna app para iniciar un romance. Pero si quieren hallar una relación que los haga felices deben siempre conservar tres preguntas en su mente: ¿Esta persona está realmente interesada en lo que es mejor para mí? Esta persona, ¿me ve como imagen de Dios y me trata con dignidad y respeto? Y yo, ¿quiero su verdadero bien y estoy dispuesto a respetarla y amarla con sacrificio? Si las respuestas son afirmativas, el amor verdadero estará llamando a la puerta.

martes, 12 de octubre de 2021

Amor real o amor de pizza


Muchos jóvenes confunden el amor con el sexo. Creen que para mantener un noviazgo sólido y duradero deben mantener una vida sexual activa y piensan que es absolutamente normal y necesario conocerse íntimamente. "Al fin que todos los hacen", dicen para justificarse. Muchas parejas de novios, a un mes de haber comenzado a salir, comienzan a tener sus primeras experiencias sexuales, y muchas de ellas, al poco tiempo, rompen su noviazgo. Pasado un tiempo entran en relación de novios con otras personas y dolorosamente se repite la misma experiencia.

San Juan Pablo II decía que "El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente" (Redemptor hominis 10). El problema de muchos jóvenes es que no saben bien qué es el amor, y llegan a confundirlo con el sexo. Creen que porque sienten amor a su pareja, pueden expresarlo con la entrega física en la intimidad. Es ahí donde se confunden. Pero veamos un contraste que hace Mary Beth Bonacci para conocer lo que es el amor real del amor de concupiscencia.

No es lo mismo decir "amo a mis padres" que "amo comer pizza". Son amores en niveles muy distintos. Cuando digo que amo a mis padres quiero decir que me preocupo por ellos, que hago lo que sea necesario para que no les suceda algo malo; quiero el bien para ellos, estoy agradecido por todo lo que han hecho por mí, estoy dispuesto a hacer sacrificios por ellos y deseo que estemos juntos muchos años. En cambio cuando digo "amo comer pizza" quiero decir que cuando tengo hambre se me antoja una de pepperoni o una hawaiana. Si el hambre es mucha, la como con avidez, la saboreo, termino chupándome los dedos y una vez satisfecho, dejo las orillas sobrantes en el plato.

Esta comparación vale para ilustrar lo que es el amor real de una pasión instintiva que, finalmente, no es amor. La pregunta es, ¿cómo queremos amar y ser amados, con amor real o con amor de pizza? Cuando una persona te demuestra su amor preocupándose por ti, escuchando lo que llevas por dentro; cuando esa persona es capaz de sacrificarse por tu verdadero bien, puedes estar seguro de que se trata de amor real. Pero cuando alguien sólo quiere pasar el rato contigo y disfrutarte sexualmente sin importar las consecuencias, aunque te diga que te ama, lo más probable es que te sientas utilizado y la relación se deteriore rápidamente.

Aunque la confusión entre el amor real y el amor de pizza sucede sobre todo en el mundo de los jóvenes, también puede ocurrir dentro de la vida matrimonial. El papa san Pablo VI fue muy explícito en su encíclica Humana Vitae cuando dijo que "Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y amada".

Los seres humanos fuimos creados para el amor auténtico y real porque somos imagen de la Trinidad. "Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión" (Familiaris Consortio 11). Queremos interactuar sanamente con los demás y compartir nuestras vidas con otros; necesitamos sentir que estamos rodeados de personas que verdaderamente se preocupan por nosotros y que quieren nuestro bien, personas que estarán junto a nosotros en las buenas y malas. Somos felices cuando aprendemos a dar y recibir amor en esta comunión de personas.

La sexualidad es un regalo maravilloso de Dios para vivir en comunión entre las personas, pero sin una educación para el amor real, puede fácilmente convertirse en instrumento de mero disfrute para utilizar a otros en ratos placenteros, como cuando vamos con hambre a alguna pizzería.

jueves, 7 de octubre de 2021

Después de las marchas pro vida


Se calcula que alrededor de un millón de mexicanos participaron en las marchas pro vida del domingo 3 de octubre. Más de 200 mil en la Ciudad de México y 150 mil en Guadalajara. Esta movilización tendría que haber atraído la atención de los medios de comunicación pero no fue así. Los grandes diarios y noticieros prefirieron guardar silencio y no dar importancia a un evento que, a todas luces, la tiene. Los silencios no son sólo privación de la palabra sino la expresión de una una forma de ser.

Nos quedan claras, al menos, cinco cosas. Primero, México se manifestó clamorosamente pro vida. No existe un evento callejero en nuestro país y en otras partes del mundo que reúna a tan grande cantidad de personas como lo hacen las marchas pro vida. La gente está harta de ver el derrumbamiento de su sistema de valores y de cómo las decisiones de unos cuantos ponen en jaque la estabilidad de la nación. Después de la decisión fanática de la SCJN para despenalizar el aborto y violentar la libertad de conciencia, la ciudadanía con sentido común quiere proteger el respeto a la vida no nacida y a la familia natural porque es fundamental para el futuro de nuestra especie.

Segundo, estas marchas se caracterizan por el respeto, el entusiasmo y la alegría; si las contrastamos con las marchas feministas y de ideología de género, envueltas en toda clase de libertinaje, rabia, vandalismo y violencia, nos damos cuenta de cuál es la causa donde está la verdad, la libertad, el bien y el sentido común.

Tercero, por su cobertura sesgada y manipulada sobre las cifras de participación, el grueso de los medios de comunicación son liberales, lejanos del servicio a la verdad y doblegadas al poder y a los oscuros intereses del pequeño club de millonarios y organizaciones que quieren dirigir el mundo. Algunos de los medios minimizaron las cifras de asistentes a un máximo de diez mil personas. Les molesta la apabullante multitud en estos eventos a favor de la familia porque chocan con sus puntos de vista progresistas. En este ambiente periodístico los pro vida somos vistos como gente retrógrada y fanática cuando, en realidad, los actos más fanáticos y bárbaros son la matanza de inocentes.

Cuarto, nuestros gobernantes mexicanos, en su obediencia a las políticas de organizaciones internacionales, se empeñan a llevar al país hacia un abismo económico y demográfico. China empieza a restringir el aborto; ha echado números y se ha dado cuenta de que, si quiere ser la primera potencia mundial, debe de mantener una tasa de población creciente. Sabemos que es erróneo que los chinos limiten el aborto principalmente por razones de su futuro económico y no lo hagan por motivos morales, que son los más importantes. Sin embargo algo hemos de aprender de ellos: un futuro próspero para un país se construye con gente que nazca. Mientras tanto nosotros nos empeñamos en oscurecer nuestro porvenir con la estupidez del aborto legal.

Quinto, en Ciudad Juárez nos unimos evangélicos y católicos en un frente común para defender la vida, la mujer y la familia. Nuestra manifestación fue una experiencia de profunda satisfacción y alegría que nos hizo romper prejuicios para abrazarnos en la custodia de nuestros valores comunes. Aquel principio de "divide y vencerás", en que creyeron algunos gobernantes de México para debilitar la fe católica con la presencia de grupos evangélicos en el país, puede desaparecer. Quienes defendemos la vida humana hemos de unirnos, sin importar las diferencias en el Credo, para custodiar los intereses de las mujeres y familias.

Después de las marchas pro vida no podremos bajar la guardia en medio de esta conjura contra la vida perpetrada desde las élites del poder. Lejos de cejar, hemos de machacar a nuestros legisladores para que tengamos políticas públicas que salven las dos vidas, la del niño y la de su mamá. Y mientras que muchos políticos se empeñan en desorganizar a nuestro pueblo y en deshacer a la sociedad con leyes antinaturales –decía el obispo Torras y Bages–, nos corresponde a nosotros, católicos y cristianos, seguir con el trabajo difícil de recoger los fragmentos que ellos van dejando, para unir las partes y restaurar el edificio. Es la Iglesia la eterna restauradora de la vida social por la impresión del espíritu sobrenatural que cura a los individuos; los ata entre sí y vivifica el conjunto con la caridad, único vínculo social verdadero, contrapuesto al egoísmo del estado salvaje.

Practicar yoga

Pregunta : La Yoga, ¿Va o no va en contra de la fe Católica? Hay quien dice que si es solo para ejercitarse, no hay problema. Respuesta : P...