martes, 29 de noviembre de 2022

Consumo y regalos en Navidad


Se acerca la Navidad y los centros comerciales están a reventar. Los aguinaldos están siendo repartidos a los trabajadores y muchas personas traen más dinero en la bolsa que en otra época del año. Gastar, consumir y disfrutar en diciembre con fiestas y posadas, se ha vuelto parte de nuestra manera de vivir el último mes del año.

Las pautas de consumo han cambiado mucho en las últimas décadas. Cuando yo era niño muchos padres de familia regalaban a sus hijos en Navidad regalos iguales: muñecas iguales para las niñas, chamarras iguales para los niños. La producción era industrial y no había mucho espacio para la creatividad en el diseño de los productos.

Hoy se ha alcanzado niveles muy altos de innovación comercial y tecnológica, con la diferencia de que aquellos productos de los años 60 y 70 duraban entre cinco y siete años, mientras que hoy, muchos de ellos, duran un año y medio. Las viejas televisiones de caja, por ejemplo, duraban hasta 20 años. Hoy los nuevos modelos deben reemplazarse aproximadamente cada seis años. Sin duda los artefactos tienen un ciclo de vida mucho más corto que antes.

Los artículos electrónicos como son los teléfonos celulares serán el regalo de esta Navidad para muchas personas. Agustín Laje, en su libro "La batalla cultural", observa que las nuevas tecnologías de la comunicación y la información se han extendido de manera masiva y se han convertido en artículos vitales para la gente. Ello ha alterado nuestra manera de concebir el tiempo. Lo importante es el instante, el momento presente, en desconexión con otros momentos. Se desprecia el pasado y al futuro se le mira con indiferencia. "Disfruta el momento", es hoy un eslogan.

Nuestra relación con el espacio también se altera. Hace unos días observaba a una familia en un restaurante en donde todos estaban sentados a la mesa, sin comunicarse entre ellos mientras cada uno permanecía absorto consultando sus redes sociales. ¿En qué mundo estaba cada uno?

Comprar regalos concretos de Navidad parece cada vez más obsoleto. Años antes recibíamos una camisa, un perfume o un cinturón y quedábamos contentos. Hoy el consumo ha cambiado su lógica y todo se ha vuelto muy personal. Queremos diseñar lo que nos gusta: listas de reproducción de música, compras virtuales desde el móvil, paquetes turísticos diseñados por el cliente, escoger un libro. Hoy regalar a alguien lo que creemos que le va a gustar tiene el alto riesgo de que a la persona no le agrade, nunca lo utilice o lo regale más adelante. Por eso muchas personas prefieren regalar dinero en efectivo o tarjetas de regalo de alguna tienda de comercio.

En medio del ambiente comercial que nos rodea –disparado más que nunca en esta época del año– quienes creemos en Cristo hemos de aceptar, en primer lugar, que la actividad comercial con creatividad es necesaria para el desarrollo. Así lo enseña la Iglesia: "Hoy más que nunca, para hacer frente al aumento de población y responder a las aspiraciones más amplias del género humano, se tiende con razón al aumento en la producción agrícola e industrial y en la prestación de servicios. Por ello hay que favorecer el progreso técnico, el espíritu de innovación, el afán por crear y ampliar nuevas empresas, la adaptación de los métodos productivos, el esfuerzo sostenido de cuantos participan en la producción; en una palabra, todo cuanto pueda contribuir a dicho progreso" (Gaudium et spes 64).

Sin embargo es importante ver los desequilibrios económicos en el comercio y actuar con caridad a la hora de consumir. ¿Por qué regateamos fácilmente a un indígena que vende sus productos y no lo hacemos a las grandes cadenas comerciales? Procuremos en esta época decembrina comprar también a los comerciantes menos favorecidos. Nos llama la caridad, que busca el bien de todo el Cuerpo Místico: "Lo que hiciste con uno de esos pequeños hermanos míos, a mí me lo hiciste", dice Jesús (Mt 25,40).

Aunque vivimos en un mundo material, lo más importante para un católico es ser consciente de que la felicidad no viene de la materia, sino que tiene su fuente y origen en Dios. Muchos niños que recibirán juguetes o regalos en Navidad, pronto se aburrirán de ellos y los arrumbarán. El corazón del hombre fue diseñado para vivir en comunión de amor con Dios y con sus hermanos. Por eso muchos nos sustraemos del ambiente comercial que vive el mundo y procuramos buscar el silencio de la oración en las iglesias, la lectura de la Palabra divina en el Adviento y la reconciliación con Dios a través de una buena confesión.

Los maestros de vida espiritual nos recuerdan que, para crecer en las virtudes, es necesario aprender a utilizar sobriamente los bienes materiales. San Ignacio de Loyola aconseja, en sus Ejercicios Espirituales, la norma del "tanto cuanto", es decir, aprender a usar los bienes del mundo en tanto cuanto nos acerquen a Dios, o a rechazarlos en tanto cuanto nos alejen de Dios y de la salvación eterna. 

No demos a los niños todos los regalos que pidan para la Navidad. Ellos deben de crecer "con un poco de hambre y un poco de frío", para que se eduquen desde la cruz, y aprendan a descubrir que el amor de Jesús en el corazón es el mejor regalo que podemos recibir. Les hará mucho bien visitar a familias más pobres y compartir con ellos en sus necesidades. Enseñarles a "ser regalo" para sus hermanos necesitados es ponerlos en la ruta de su propia felicidad.

miércoles, 23 de noviembre de 2022

Agenda 2030, la trampa


Entre ciertos activistas climáticos se ha puesto de moda entrar en museos prestigiosos de Europa en los que se dirigen hacia obras de pintores famosos para luego arrojar sobre los cuadros puré de papas o sopa de tomate. De inmediato se ponen a gritar consignas ecologistas contra el cambio climático y la necesidad urgente de tomar acciones para no seguir estropeando el planeta. Es una manera muy absurda de llamar la atención pero, sobre todo, es un reflejo de lo que la Agenda 2030 de las Naciones Unidas (ONU) está haciendo en sus mentes.

Lo que hacen esos vándalos destructores del arte quizá nos parezca cosa de gente chiflada y extremista. Sin embargo vemos que la mentalidad de las nuevas generaciones está cambiando paulatinamente. Muchos padres de familia se asombran de cómo piensan sus hijos. Hay algunos lamentan que sus hijas estén a favor del aborto o que abracen las ideas del feminismo radical. Si vamos a los grupos juveniles de nuestras parroquias nos daremos cuenta de que muchos están a favor del aborto, de las relaciones sexuales de todo tipo o de la marihuana recreativa, mientras no se haga daño a nadie.

Padres de familia y sacerdotes hacemos nuestro mejor esfuerzo por evangelizar y catequizar, pero debemos luchar contra corriente. Los valores en que tratamos de educarlos son opuestos a los que ellos están adquiriendo, principalmente a través de los medios y redes sociales, a través de la educación escolar y el ambiente cultural en que viven. La pregunta es: ¿por qué nuestros hijos están creciendo con esas ideas? ¿hay algún plan para instruirlos y enseñarles un estilo de vida opuesto al que Cristo enseñó y que la cultura cristiana reforzó durante siglos?

La Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas es ese plan para formar un ideal de hombre que no es según el de la antropología cristiana. Cuando en 2000 realicé mi tesis en el Instituto Juan Pablo II de Estudios para el Matrimonio y la Familia, elegí el tema "Salud reproductiva o procreación responsable". Tuve que leer varios documentos de eventos cumbres de la ONU como el del Cairo (1994), el de Pekín (1995) y otros para darme cuenta de que se trazaban objetivos para reducir la población mundial a través de la legalización del aborto para el 2015, en todo el mundo.

Aunque la agenda abortista avanzó, el plan de la ONU no se logró con la velocidad que querían ya que muchos países rechazaron el aborto. Algunos países como Canadá tomaron como guía este plan y lo implementaron, y por eso hoy tiene un gobierno fuertemente progresista. A partir del 2016 volvió la ONU a trazarse el mismo objetivo en un plan que se llama Agenda 2030, la cual para nadie es un secreto. Cualquier persona puede leerla en internet. Sólo hay que teclear en el buscador "agenda 2030", y ahí aparece en la página de la ONU.

El plan se ha propuesto 17 objetivos para el desarrollo sustentable del mundo. Se conocen como objetivos globales y se dice que son un llamado universal a la acción para acabar con la pobreza, proteger el planeta y garantizar para el 2030 que todas las personas disfruten de paz y prosperidad. Parece todo muy bello y loable, ¿no?

Sin embargo los estudiosos de este plan globalista señalan que se trata de suplantar la soberanía de las naciones interviniendo en sus constituciones para que este plan sea el rector y guía de las decisiones que se tomen en el gobierno de cada país. El plan no es algo democrático. La ciudadanía de los países nunca ha votado por esos objetivos, y ni siquiera lo han hecho los políticos, sino los representantes de los países en la ONU. 

El plan debe ser guía de las políticas públicas, y la ayuda financiera a las naciones o su estabilidad social depende de cómo éstas vayan implementándolo. La desestabilización de Chile, de Irak, últimamente de Irán son un ejemplo de cómo fuerzas extranjeras son capaces de desestabilizar gobiernos. Tampoco el plan está hecho por los representantes en la ONU, sino que sirve a intereses muy particulares de grandes magnates que mueven al mundo como los Rockefeller, la Fundación Ford, Bill Gates, George Soros y otros más.

Uno de los objetivos fundamentales de la Agenda 2030 es imponer el aborto en el mundo para reducir y controlar la población. Todo gira en torno a la imposición del aborto y en la difusión de una mentalidad antinatalista (hoy muchos jóvenes rechazan tener hijos, aún antes del matrimonio). Detrás de la organización de las reuniones de la ONU está Planned Parenthood, quien es la organización abortista más grande del mundo y una de las patrocinadoras del organismo con un interés muy claro de que se le conceda el negocio mundial del asesinato de bebés.

La ideología de género es el nuevo paradigma para entender lo que es el ser humano, según esta agenda. La persona humana deja de ser un ser primordialmente pensante para ser un ser "sintiente". La Agenda 2030 impulsa la perspectiva de género en la educación, donde cada quien puede ser como se perciba a sí mismo: hombre, mujer o cualquier otra cosa. Impartir educación con perspectiva de género a las nuevas generaciones es el camino para alcanzar los objetivos para el desarrollo sustentable que quiere la ONU.

La Agenda 2030 tiene a la ecología como centro del desarrollo. El hombre es desplazado como la cumbre o el centro de la creación para ser suplantado por el planeta. La ecología es el centro de toda decisión política. Un ecologista radical amigo mío me decía que el ser humano era la pieza que estorbaba en el buen funcionamiento de la naturaleza y por ello sería mejor que desapareciera. Para que el mundo sea sustentable es preciso eliminar a las personas ya que el hombre es el gran problema que perjudica la tierra.

Los niños y jóvenes de nuestras familias cristianas y parroquias están siendo moldeados por la Agenda 2030, cuya propaganda los bombardea por todos los ángulos. ¿Conocemos los padres de familia, los catequistas, los sacerdotes, los obispos y el papa estos planes globalistas? A veces da la impresión que no, y por eso tantas veces nuestro lenguaje dice poco para la vida de los fieles. Otras veces nos escandalizan las enseñanzas de nuestros pastores por su acercamiento más al ideal humano según la ONU que a la vocación a la que nos llama Jesucristo. Aprendamos a ser más críticos y preparémonos para las luchas que se avizoran.
(Fuente: Pablo Muñoz Iturrieta, Doctor en Filosofía política y Legal)

martes, 15 de noviembre de 2022

Futbol con perspectiva de género


Cada vez se reducen más los ambientes y espacios que no padecen la influencia de la ideología de género. Estados Unidos vive en una permanente obsesión por exportarla al mundo. Esta semana la selección nacional norteamericana que jugará en Qatar ha cambiado las rayas rojas de su uniforme deportivo, color de la bandera de su país– por rayas con los colores del arco iris que representan al colectivo LGBTQ, en apoyo a la diversidad sexual. Con esos colores han ambientado su sala de prensa en Qatar y la playera deportiva que portarán, no en los juegos oficiales, sino en sus prácticas de entrenamiento.

Los cristianos de Estados Unidos que quieren vivir seriamente su fe y no se identifican con la cultura "woke" –término que identifica a la izquierda progresista en ese país, que lucha contra el racismo y la discriminación por orientación sexual–, tienen razones para sentirse ofendidos. La Copa Mundial de Fútbol es un torneo deportivo y no una plataforma para promover ideologías, mucho menos el homosexualismo político que tiene dividido al país y que la mayoría de los norteamericanos rechaza. Los símbolos nacionales, tales como son los colores de la bandera, fomentan la identidad de los pueblos; cambiar estos signos por los de una minoría es un acto de irrespeto que divide y confunde.

El Mundial de Futbol de Qatar puede ser una gran ocasión para promover el entendimiento y el respeto entre culturas, pero también puede ser utilizado para crear choques culturales. Como cristianos que visitan un país musulmán hemos de ser respetuosos de sus costumbres y leyes. Recuerdo que cuando visité la mezquita de la Roca en Jerusalén tuve que descalzarme y cuando me acerqué al Muro de los Lamentos tuve que ponerme el kipá sobre la cabeza. Si para mí hubiera sido chocante o molesto, simplemente me hubiera quedado fuera.

Las leyes del islam prohiben el consumo de alcohol y los actos homosexuales, así como el portar por las calles la bandera LGBT. Incluso éstos actos se castigan con cárcel. Sin embargo algunos influencers europeos en redes sociales están bastante molestos con estas leyes a las que deberán someterse los aficionados y turistas en Qatar, y por eso están protestando, incluso exhortan a hacer ciertos actos de desobediencia. Si tanto les molesta a los occidentales libertinos respetar las costumbres de un país que no es el de ellos, ¿por qué mejor no se quedan en sus casas y siguen los juegos por la televisión?

Como católicos no podemos visitar otros países para ser portadores arrogantes de conductas pecaminosas que deberían avergonzarnos. El católico que ha conocido realmente Cristo sabe que el Señor, con su sacrificio y resurrección, nos ha liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte. No podemos exportar el pecado. 

Hemos sido liberados por el amor, y el amor se ha convertido en la ley suprema y nueva de nuestra vida cristiana. Un católico que visite Qatar o cualquier país de cultura no cristiana, ha de llevar el amor de Jesucristo en el corazón, y no debe entrar en conflicto con la cultura, sino más bien –enseña el papa Francisco– introducir en esa cultura una libertad nueva, una novedad liberadora, la del Evangelio. 

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Tiempos de envidia


Vivimos tiempos de abundante envidia. La mentalidad progresista y de izquierda que hoy caracteriza a tantas personas es fruto de ese pecado capital simbolizado con el color verde, justamente por ser el color de la bilis que se derrama cuando se afecta al hígado por un coraje fuerte.

Curiosamente para crear una sociedad igualitaria, los gobiernos de izquierda se cimientan en la envidia social. Les gusta dividir a los ciudadanos: chairos y fifís, pobres y ricos, revolucionarios y conservadores. Amigos de lo colectivo, los socialistas tienen desconfianza en las jerarquías, en las aspiraciones, en el esfuerzo y el éxito personal, en la creatividad, en el riesgo del propio patrimonio y en las empresas.

Su visión de la política está basada en la lucha de clases, que si bien ha dejado de ser aquella contienda entre la clase obrera y los ricos explotadores, hoy se ha convertido en lucha entre hombres y mujeres, homosexuales contra heteros, abortistas contra pro vidas, progres contra conservadores. Envidias se fomentan por todas partes.

La envidia destruye la armonía social. Si al capitalismo se le acusa de fomentar el pecado de la avaricia como motor del desarrollo, se puede señalar que la envidia es el combustible del socialismo. Se dice también que este vicio está a la base del sistema democrático, es decir, de nuestro sistema político de partidos y de división de poderes. En él los triunfos y decisiones de unos, provocan el rencor y la frustración de los opositores, que no descansan en esfuerzos hasta prevalecer sobre sus contrarios.

El filósofo Michael Pakaluk enseña que la envidia es el caldo de cultivo del relativismo en que hoy vivimos. Este relativismo o igualitarismo consiste en negar que existan bienes espirituales como la verdad, la santidad y la vocación. Nadie de nuestros tiempos puede decir que tiene la verdad; quien afirme poseerla es considerado un sujeto peligroso. En tiempos envidiosos todos debemos tener control sobre la verdad: todas las religiones son verdaderas, todos los puntos de vista son válidos. ¿Por qué unos habrían de tener la verdad y otros no? Si alguien tuviera la verdad entonces otros serían inferiores y tendrían que aprender de esa persona para remediar su ignorancia. Todos parejos. La envidia nos empuja a olvidar la verdad, a vivir en la ignorancia y a complacernos en ella.

También la envidia desalienta la búsqueda de la santidad. Al fomentar el igualitarismo en una sociedad, la envidia nos hace creer que Dios puede ser amado dentro y fuera de la Iglesia. No necesitamos una conversión porque eso sería aspirar a ser mejores, más buenos y santos. La envidia no lo permite y nos dice que todos podemos ser santos si hacemos oración o si no la hacemos, si recibimos o no los sacramentos, si escuchamos la Palabra de Dios o la ignoramos. Además, ¿por qué unos irían al cielo y otros al infierno? La envidia hace que neguemos la posibilidad del infierno y mete a todos al cielo: buenos, tibios y malos. Todos podemos ser como dioses sin el esfuerzo de seguir a Cristo por la puerta angosta.

La envidia llega hasta el extremo de anular las vocaciones, los estados de vida. Esos estados de vida suponen tener unos bienes que para otros son inaccesibles. Al seguir una vocación necesariamente hay que renunciar a bienes que son valiosos. Un sacerdote debe renunciar a formar una familia, y un hombre casado no puede ser sacerdote. Una mujer nunca será un hombre, ni un hombre será mujer. Pero en tiempos de envidia las personas no soportan carecer de bienes que otros poseen. Los hombres quieren ser mujeres y éstas, hombres; hasta se les llama hoy "personas gestantes". La envidia hace creer que los bienes no deben ser accesibles sólo para algunos, sino para todos.

La envidia es la tendencia a sentir tristeza o molestia por el bien que tienen otras personas, como si los logros o cualidades que poseen disminuyeran nuestra superioridad. A los niños y jóvenes se les quiere fomentar el derecho al libre desarrollo de su personalidad, como si obedecer normas y reglamentos obstaculizara su educación. Este pecado capital es hijo de la soberbia porque nos hace ver a otros como si fueran nuestros rivales. La envidia nos pone mal cuando escuchamos elogios y alabanzas que se hacen a otra persona, y muchas veces hablamos mal de ella, señalándole sus defectos e imperfecciones.

Para vencer la envidia, los maestros de vida espiritual enseñan que hemos de fomentar, a nivel personal, la emulación. Esta es una actitud que empuja a las personas a superarse recíprocamente, imitando las virtudes que tienen otras personas. Es una actitud que mira, no los triunfos de los demás, sino sus virtudes, para imitarlas. No pretende vencer a los demás para humillarlos, vencerlos o ser mejores que ellos, sino para ser mejores personas. La emulación no utiliza la astucia, la intriga ni ningún procedimiento ilícito, sino el esfuerzo, el trabajo y el buen uso de los dones de Dios. No ofende la caridad sino, al contrario, la estimula. Es humilde porque sabe reconocer los propios defectos y busca inspirarse en las buenas cualidades de los demás.

La lucha de clases y la envidia que la alimenta sólo engendra odio; no es ni puede ser el motor de la historia. La Iglesia en su Doctrina Social propone una "evolución social" presidida por la justicia y la caridad. Los católicos rechazamos el odio y proponemos un camino de concordia social, –dice Ibáñez Langlois– que no implica la desaparición de clases –lo que es imposible de conseguir– ni la simple conservación del orden establecido –que puede tener mucho de injusto–, sino una relativa y gradual eliminación de las diferencias injustas, mediante la colaboración pacífica de los diversos sectores en pugna.

martes, 8 de noviembre de 2022

Historia católica de un fantasma


En una encuesta en mi cuenta de Twitter pregunté esta semana si las personas creían en la existencia de los fantasmas, entendiendo por "fantasma" el espíritu de una persona muerta que se aparece o se manifiesta en el mundo de los vivos. De 1277 votos, el 54% dijo que sí cree, el 31% dijo que no, y el 15% dijo que no estaba seguro. La historia que ahora describiré es real. La encontré en un artículo de la revista Crisis escrito por Mary Cuff, quien es doctora en literatura estadounidense y que publica en algunas revistas del género. La veracidad de la historia la respalda quien fue el secretario particular arzobispo de Baltimore, James Gibbons, muerto en 1921, y quien fue editor de Catholic Review.

En 1794, en Middleway, West Virginia, para pedir refugio, una persona extraña llamó a la puerta de la casa campestre de Adam Livingston, quien era un granjero. Durante la noche, el forastero enfermó y pidió un sacerdote católico. El señor Livingston, quien era luterano y de fuertes sentimientos anticatólicos, se negó a cumplir la petición, y aquel hombre murió sin los últimos sacramentos para ser después enterrado en un terreno no consagrado para difuntos.

Docenas de vecinos del señor Livingston fueron testigos de las manifestaciones físicas que ocurrieron en aquella casa por años y años. La familia Livingston sufría tormentos noche y día por sonidos horribles en el interior del hogar. Piedras eran lanzadas con frecuencia y se rompían platos y muebles. Las camas se incendiaban con regularidad. Lo más extraño es que se hacían agujeros, en forma de media luna, pequeños y regulares en las ropas, sillas de montar y en los zapatos de la familia, como si unas manos invisibles hicieran los recortes.

Demetrio Agustín Gallitzin, cuya causa de beatificación fue puesta en proceso durante el pontificado de Benedicto XVI, dio testimonio de los hechos ocurridos en aquella casa, y lo que sucedió después. Demetrio fue un aristócrata europeo, racionalista y ateo, amigo de los pensadores franceses Voltaire y Diderot. A los 17 años se hizo católico por influencia de su madre. Se marchó a viajar por el mundo, pero para sorpresa y espanto de su padre, Demetrio Agustín le avisó que entraría al Seminario de Santa María, en Baltimore, para hacerse sacerdote. Ya como presbítero, fue conocido como el padre Agustín.


Cuando el padre Agustín supo la historia de la casa merodeada por un espíritu, viajó a Middleway para investigar. Influenciado por su pasado racionalista, era totalmente incrédulo de ese tipo de narraciones. Interrogó a los Livingstone y a los vecinos con más rigor y severidad que el más severo juez de la comarca. Pronto se convenció de la autenticidad de los acontecimientos. En su libro "Una carta a un amigo protestante sobre las Sagradas Escrituras", el padre Agustín describe cómo fue que Adam Livingston buscó la ayuda de Dios.

Aquel granjero luterano leyó en su Biblia que Jesucristo había dado a sus ministros el poder sobre los malos espíritus, y decidió contar su historia a un ministro protestante, para pedir ayuda. Le pidió que fuera a su casa para ejercer ese poder, pero el pastor le confesó que él no tenía ese poder, que ese poder era de viejos tiempos pero que ahora no existía. Livingstone siguió buscando entre ministros luteranos, incluso entre charlatanes y embaucadores que decían tener poder sobre el diablo, pero todo falló. Entonces tuvo un sueño. Soñó que subía una montaña empinada en cuya cima había una magnífica iglesia. De pie, ante ella, estaba un ministro vestido con una extraña túnica. Una voz le habló: "Este es el hombre que te aliviará".

Cuando contó su sueño a un vecino italiano, éste le dijo a Livingston que sólo los sacerdotes católicos usaban esas túnicas. Entonces Livingstone buscó a un sacerdote católico cercano y encontró al padre Denis Cahill. Al verlo, Livingstone rompió a llorar al reconocer al hombre que había soñado. Rogó al sacerdote que visitara su casa para exorcizar al espíritu, a lo que el padre Cahill rió y le dijo que seguramente era un vecino que quería molestarlo. Sin embargo finalmente acudió para rociar con agua bendita los alrededores de la granja.

Las apariciones cesaron por un tiempo, pero luego empeoraron. Livingston pidió al padre Cahill que regresara, y fue entonces cuando éste escribió al padre Agustín Callitzin para pedirle que lo acompañara. Fueron los dos sacerdotes y celebraron la Santa Misa en la casa de los Livingston, orando por el alma del difunto al que se le habían negado los últimos ritos. Las perturbaciones cesaron para siempre, a partir de ese momento.

El padre Joseph Finotti reunió todos los relatos en un libro llamado "The Wizard clip" en 1878, con testimonios de muchas personas. Todos atestiguaron que, aunque la persecución a la casa había terminado, empezó a escucharse una hermosa voz que habló con la familia y con algunos vecinos durante 17 años. Dicha voz, acompañada de luces sobrenaturales, instruía a la familia Livingston en la fe católica y los guiaba en el rezo diario del Rosario por las almas del Purgatorio.


Sucedieron otras cosas sorprendentes. En una ocasión una de las hijas de Livingstone estaba de mal humor al no comprender por qué debía orar por las almas del Purgatorio; ella decía que el Purgatorio no debía ser tan malo. De pronto, una toalla cercana mostró una huella de mano quemada pero bien delineada. La voz le dijo que así sufrían las almas purgantes. En otra ocasión Livingstone trabajaba en su arado cuando la voz le permitió escuchar el llanto de las almas sufrientes que anhelaban ir al Cielo.

Los Livingstone decidieron donar la granja de Middleway para uso de la Iglesia católica, y se mudaron a Loretto para formar parte de la parroquia del padre Gallitzin. La enigmática voz les había predicho que antes del fin de los tiempos, ese sería un gran lugar para la oración y el ayuno. Durante dos siglos aquellas fueron tierras de labranza y se conocieron como el "campo de los sacerdotes", hasta que la diócesis construyó una casa de retiros espirituales en el lugar. El padre Agustín Gallitzin desgastó su vida en los montes Alleghenies –parte de los Apalaches– y dejó establecida una fuerte comunidad de católicos en el oeste de Pensilvania. Murió en Loretto en 1840, donde fue sepultado. Sobre su tumba se encuentra hoy una basílica. En 2005 recibió el título de "Siervo de Dios" por el papa Benedicto XVI.

De este caso de la vida real podemos aprender varias lecciones. Los exorcistas afirman que los espíritus malignos –demonios– pueden manifestarse en la vida de los hombres a través de una acción extraordinaria como son la posesión, la obsesión, la vejación y la infestación diabólica. Esta última ocurre cuando demonios ejercen su acción sobre lugares u objetos, incluidos los animales. Es una agresión diabólica indirecta al hombre para afectarlo en cosas que sirven para su vida.

Lo sucedido en Middleway pudiera parecer una acción extraordinaria del demonio; sin embargo por el contexto de todos los acontecimientos, se asemeja más a un fenómeno causado por un alma del Purgatorio que murió sin los sacramentos y fue sepultada en un lugar impropio para difuntos. La Iglesia enseña que el alma separada del cuerpo después de la muerte sigue viva y funcionando; se vuelve semejante a los ángeles no sólo en el ser, sino en el obrar. Y si sabemos que los ángeles han realizado, y pueden realizar cosas maravillosas en la tierra, entonces "Algo de todo esto podrán hacer, por sí mismas, las almas separadas del cuerpo; y lo hacen, de hecho, en la medida en que Dios se complace en concedérselo", enseña el teólogo Angélico Arrighini.

La escatología –la rama de la teología que estudia el Más Allá– enseña que las almas separadas de sus cuerpos, inmediatamente después de la muerte ingresan al lugar que les corresponde: cielo, infierno o purgatorio. Santo Tomás de Aquino enseña que las almas separadas están completamente disociadas del mundo de los vivos; como carecen de cuerpo no pueden comunicarse con nosotros. Ellas no tienen por qué salir de su lugar de ultratumba para ponerse en contacto con el "más acá". "Sin embargo por dispensa de la Divina Providencia –dice santo Tomás–, ocurre a veces que las almas separadas salen de sus lugares y se aparecen a los hombres, como cuenta san Agustín del mártir san Félix, que se apareció a los habitantes de Nola cuando estaban asediados por los bárbaros. Y lo mismo puede creerse de los condenados, a quienes a veces permite Dios aparecerse para enseñanza de los hombres o para atemorizarles (con el fin de que eviten el pecado que podría acarrearles la misma suerte); y de las almas del purgatorio, que vienen a implorar sufragios, como dice san Gregorio citando numerosos casos".

Lo ocurrido hace 228 años ha de movernos a orar más asiduamente por las almas del Purgatorio. Sabemos que el Purgatorio es un estado después de la muerte en el que entran las almas que murieron en la gracia de Dios, es decir, en pecado venial, o que van arrastrando una pena de sentido por el efecto de sus pecados pasados, pena de la que no han sido todavía purificadas. La pena de estas almas es doble: un retraso de la visión de Dios, y un fuego purificador muy doloroso por el que tienen que pasar. Y dice santo Tomás que ambas penas son tan intensas, que la pena mínima del purgatorio excede a la mayor de esta vida.

En Roma existe un Museo de las almas del Purgatorio. Está en una sala junto a la sacristía de la iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio en Lungotevere cerca del Vaticano. Se trata de una colección de huellas, fotografías, documentos y reliquias que un misionero llamado Victor Jouet recopiló en sus viajes por Europa, siguiendo los contactos que difuntos tuvieron con sus parientes vivos, como pruebas de la vida después de la muerte. El 15 de noviembre de 1897 se produjo un misterioso incendio en la Capilla del Rosario. El sacerdote y muchos fieles vieron un rostro sufriente entre las llamas, que luego quedaron impresas en la pared. La imagen fue fotografiada varias veces, y fue adquiriendo una expresión de más serenidad después de las oraciones que se hicieron por ella. Estos hechos hicieron que Jouet se dedicara a buscar pruebas de la vida de ultratumba y quedaran en este museo, único en el mundo.

Museo de las almas del Purgatorio (Roma)

No debemos pensar que las almas del Purgatorio sólo tienen sufrimientos. Ellas tienen, al menos, cuatro consuelos: la certeza de su salvación eterna; la plena conformidad a la voluntad de Dios; el gozo de la purificación de sus propias manchas; y un alivio continuo en la medida en que van acercándose a la visión eterna de Dios.

Este mes de noviembre oremos más intensamente por las almas del Purgatorio. Recordemos que se trata de una obra de misericordia espiritual de la Iglesia y, como obra de caridad, se vuelve meritoria para nuestra vida eterna: "Lo que hiciste a uno de estos hermanos, a mí me lo hiciste", dijo Jesús (Mt 25). Nada mejor para ayudar a estas almas hermanas nuestras que ofrecer la Eucaristía por ellas. Cuando los padres Agustín Gallitzin y Denis Cahill ofrecieron la santa Misa por el alma de aquel forastero en casa de los Livingstone, terminaron las perturbaciones a la casa.

Me pregunto si la conservación de las cenizas de los difuntos en casa los dejará descansar a ellos. No lo sé, pero lo ocurrido en Livingstone me pone a dudar. De lo que sí estoy seguro es que la Iglesia, por la que se expresa la voluntad de Dios, es que las cenizas no permanezcan en las casas, sino que sean depositadas en lugares sagrados –en cementerios o en iglesias– a fin de que se ore por ellos continuamente, y que se eviten malos tratos, olvido o faltas de respeto, lo que puede ocurrir fácilmente en una casa. (Instrucción Ad resurgendum cum Christo). El verdadero acto de amor y de honra que hacemos a un difunto no es tenerlo en casa –como aferrándose a él– sino llevar sus cenizas a un camposanto, a un lugar consagrado, para que ahí se ore por él. Es además un signo de su pertenencia a la comunidad cristiana.




México, la viña y las elecciones

El próximo 2 de junio habrá una gran poda en México. Son las elecciones para elegir al presidente de la república, a los diputados y senador...