martes, 8 de noviembre de 2022

Historia católica de un fantasma


En una encuesta en mi cuenta de Twitter pregunté esta semana si las personas creían en la existencia de los fantasmas, entendiendo por "fantasma" el espíritu de una persona muerta que se aparece o se manifiesta en el mundo de los vivos. De 1277 votos, el 54% dijo que sí cree, el 31% dijo que no, y el 15% dijo que no estaba seguro. La historia que ahora describiré es real. La encontré en un artículo de la revista Crisis escrito por Mary Cuff, quien es doctora en literatura estadounidense y que publica en algunas revistas del género. La veracidad de la historia la respalda quien fue el secretario particular arzobispo de Baltimore, James Gibbons, muerto en 1921, y quien fue editor de Catholic Review.

En 1794, en Middleway, West Virginia, para pedir refugio, una persona extraña llamó a la puerta de la casa campestre de Adam Livingston, quien era un granjero. Durante la noche, el forastero enfermó y pidió un sacerdote católico. El señor Livingston, quien era luterano y de fuertes sentimientos anticatólicos, se negó a cumplir la petición, y aquel hombre murió sin los últimos sacramentos para ser después enterrado en un terreno no consagrado para difuntos.

Docenas de vecinos del señor Livingston fueron testigos de las manifestaciones físicas que ocurrieron en aquella casa por años y años. La familia Livingston sufría tormentos noche y día por sonidos horribles en el interior del hogar. Piedras eran lanzadas con frecuencia y se rompían platos y muebles. Las camas se incendiaban con regularidad. Lo más extraño es que se hacían agujeros, en forma de media luna, pequeños y regulares en las ropas, sillas de montar y en los zapatos de la familia, como si unas manos invisibles hicieran los recortes.

Demetrio Agustín Gallitzin, cuya causa de beatificación fue puesta en proceso durante el pontificado de Benedicto XVI, dio testimonio de los hechos ocurridos en aquella casa, y lo que sucedió después. Demetrio fue un aristócrata europeo, racionalista y ateo, amigo de los pensadores franceses Voltaire y Diderot. A los 17 años se hizo católico por influencia de su madre. Se marchó a viajar por el mundo, pero para sorpresa y espanto de su padre, Demetrio Agustín le avisó que entraría al Seminario de Santa María, en Baltimore, para hacerse sacerdote. Ya como presbítero, fue conocido como el padre Agustín.


Cuando el padre Agustín supo la historia de la casa merodeada por un espíritu, viajó a Middleway para investigar. Influenciado por su pasado racionalista, era totalmente incrédulo de ese tipo de narraciones. Interrogó a los Livingstone y a los vecinos con más rigor y severidad que el más severo juez de la comarca. Pronto se convenció de la autenticidad de los acontecimientos. En su libro "Una carta a un amigo protestante sobre las Sagradas Escrituras", el padre Agustín describe cómo fue que Adam Livingston buscó la ayuda de Dios.

Aquel granjero luterano leyó en su Biblia que Jesucristo había dado a sus ministros el poder sobre los malos espíritus, y decidió contar su historia a un ministro protestante, para pedir ayuda. Le pidió que fuera a su casa para ejercer ese poder, pero el pastor le confesó que él no tenía ese poder, que ese poder era de viejos tiempos pero que ahora no existía. Livingstone siguió buscando entre ministros luteranos, incluso entre charlatanes y embaucadores que decían tener poder sobre el diablo, pero todo falló. Entonces tuvo un sueño. Soñó que subía una montaña empinada en cuya cima había una magnífica iglesia. De pie, ante ella, estaba un ministro vestido con una extraña túnica. Una voz le habló: "Este es el hombre que te aliviará".

Cuando contó su sueño a un vecino italiano, éste le dijo a Livingston que sólo los sacerdotes católicos usaban esas túnicas. Entonces Livingstone buscó a un sacerdote católico cercano y encontró al padre Denis Cahill. Al verlo, Livingstone rompió a llorar al reconocer al hombre que había soñado. Rogó al sacerdote que visitara su casa para exorcizar al espíritu, a lo que el padre Cahill rió y le dijo que seguramente era un vecino que quería molestarlo. Sin embargo finalmente acudió para rociar con agua bendita los alrededores de la granja.

Las apariciones cesaron por un tiempo, pero luego empeoraron. Livingston pidió al padre Cahill que regresara, y fue entonces cuando éste escribió al padre Agustín Callitzin para pedirle que lo acompañara. Fueron los dos sacerdotes y celebraron la Santa Misa en la casa de los Livingston, orando por el alma del difunto al que se le habían negado los últimos ritos. Las perturbaciones cesaron para siempre, a partir de ese momento.

El padre Joseph Finotti reunió todos los relatos en un libro llamado "The Wizard clip" en 1878, con testimonios de muchas personas. Todos atestiguaron que, aunque la persecución a la casa había terminado, empezó a escucharse una hermosa voz que habló con la familia y con algunos vecinos durante 17 años. Dicha voz, acompañada de luces sobrenaturales, instruía a la familia Livingston en la fe católica y los guiaba en el rezo diario del Rosario por las almas del Purgatorio.


Sucedieron otras cosas sorprendentes. En una ocasión una de las hijas de Livingstone estaba de mal humor al no comprender por qué debía orar por las almas del Purgatorio; ella decía que el Purgatorio no debía ser tan malo. De pronto, una toalla cercana mostró una huella de mano quemada pero bien delineada. La voz le dijo que así sufrían las almas purgantes. En otra ocasión Livingstone trabajaba en su arado cuando la voz le permitió escuchar el llanto de las almas sufrientes que anhelaban ir al Cielo.

Los Livingstone decidieron donar la granja de Middleway para uso de la Iglesia católica, y se mudaron a Loretto para formar parte de la parroquia del padre Gallitzin. La enigmática voz les había predicho que antes del fin de los tiempos, ese sería un gran lugar para la oración y el ayuno. Durante dos siglos aquellas fueron tierras de labranza y se conocieron como el "campo de los sacerdotes", hasta que la diócesis construyó una casa de retiros espirituales en el lugar. El padre Agustín Gallitzin desgastó su vida en los montes Alleghenies –parte de los Apalaches– y dejó establecida una fuerte comunidad de católicos en el oeste de Pensilvania. Murió en Loretto en 1840, donde fue sepultado. Sobre su tumba se encuentra hoy una basílica. En 2005 recibió el título de "Siervo de Dios" por el papa Benedicto XVI.

De este caso de la vida real podemos aprender varias lecciones. Los exorcistas afirman que los espíritus malignos –demonios– pueden manifestarse en la vida de los hombres a través de una acción extraordinaria como son la posesión, la obsesión, la vejación y la infestación diabólica. Esta última ocurre cuando demonios ejercen su acción sobre lugares u objetos, incluidos los animales. Es una agresión diabólica indirecta al hombre para afectarlo en cosas que sirven para su vida.

Lo sucedido en Middleway pudiera parecer una acción extraordinaria del demonio; sin embargo por el contexto de todos los acontecimientos, se asemeja más a un fenómeno causado por un alma del Purgatorio que murió sin los sacramentos y fue sepultada en un lugar impropio para difuntos. La Iglesia enseña que el alma separada del cuerpo después de la muerte sigue viva y funcionando; se vuelve semejante a los ángeles no sólo en el ser, sino en el obrar. Y si sabemos que los ángeles han realizado, y pueden realizar cosas maravillosas en la tierra, entonces "Algo de todo esto podrán hacer, por sí mismas, las almas separadas del cuerpo; y lo hacen, de hecho, en la medida en que Dios se complace en concedérselo", enseña el teólogo Angélico Arrighini.

La escatología –la rama de la teología que estudia el Más Allá– enseña que las almas separadas de sus cuerpos, inmediatamente después de la muerte ingresan al lugar que les corresponde: cielo, infierno o purgatorio. Santo Tomás de Aquino enseña que las almas separadas están completamente disociadas del mundo de los vivos; como carecen de cuerpo no pueden comunicarse con nosotros. Ellas no tienen por qué salir de su lugar de ultratumba para ponerse en contacto con el "más acá". "Sin embargo por dispensa de la Divina Providencia –dice santo Tomás–, ocurre a veces que las almas separadas salen de sus lugares y se aparecen a los hombres, como cuenta san Agustín del mártir san Félix, que se apareció a los habitantes de Nola cuando estaban asediados por los bárbaros. Y lo mismo puede creerse de los condenados, a quienes a veces permite Dios aparecerse para enseñanza de los hombres o para atemorizarles (con el fin de que eviten el pecado que podría acarrearles la misma suerte); y de las almas del purgatorio, que vienen a implorar sufragios, como dice san Gregorio citando numerosos casos".

Lo ocurrido hace 228 años ha de movernos a orar más asiduamente por las almas del Purgatorio. Sabemos que el Purgatorio es un estado después de la muerte en el que entran las almas que murieron en la gracia de Dios, es decir, en pecado venial, o que van arrastrando una pena de sentido por el efecto de sus pecados pasados, pena de la que no han sido todavía purificadas. La pena de estas almas es doble: un retraso de la visión de Dios, y un fuego purificador muy doloroso por el que tienen que pasar. Y dice santo Tomás que ambas penas son tan intensas, que la pena mínima del purgatorio excede a la mayor de esta vida.

En Roma existe un Museo de las almas del Purgatorio. Está en una sala junto a la sacristía de la iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio en Lungotevere cerca del Vaticano. Se trata de una colección de huellas, fotografías, documentos y reliquias que un misionero llamado Victor Jouet recopiló en sus viajes por Europa, siguiendo los contactos que difuntos tuvieron con sus parientes vivos, como pruebas de la vida después de la muerte. El 15 de noviembre de 1897 se produjo un misterioso incendio en la Capilla del Rosario. El sacerdote y muchos fieles vieron un rostro sufriente entre las llamas, que luego quedaron impresas en la pared. La imagen fue fotografiada varias veces, y fue adquiriendo una expresión de más serenidad después de las oraciones que se hicieron por ella. Estos hechos hicieron que Jouet se dedicara a buscar pruebas de la vida de ultratumba y quedaran en este museo, único en el mundo.

Museo de las almas del Purgatorio (Roma)

No debemos pensar que las almas del Purgatorio sólo tienen sufrimientos. Ellas tienen, al menos, cuatro consuelos: la certeza de su salvación eterna; la plena conformidad a la voluntad de Dios; el gozo de la purificación de sus propias manchas; y un alivio continuo en la medida en que van acercándose a la visión eterna de Dios.

Este mes de noviembre oremos más intensamente por las almas del Purgatorio. Recordemos que se trata de una obra de misericordia espiritual de la Iglesia y, como obra de caridad, se vuelve meritoria para nuestra vida eterna: "Lo que hiciste a uno de estos hermanos, a mí me lo hiciste", dijo Jesús (Mt 25). Nada mejor para ayudar a estas almas hermanas nuestras que ofrecer la Eucaristía por ellas. Cuando los padres Agustín Gallitzin y Denis Cahill ofrecieron la santa Misa por el alma de aquel forastero en casa de los Livingstone, terminaron las perturbaciones a la casa.

Me pregunto si la conservación de las cenizas de los difuntos en casa los dejará descansar a ellos. No lo sé, pero lo ocurrido en Livingstone me pone a dudar. De lo que sí estoy seguro es que la Iglesia, por la que se expresa la voluntad de Dios, es que las cenizas no permanezcan en las casas, sino que sean depositadas en lugares sagrados –en cementerios o en iglesias– a fin de que se ore por ellos continuamente, y que se eviten malos tratos, olvido o faltas de respeto, lo que puede ocurrir fácilmente en una casa. (Instrucción Ad resurgendum cum Christo). El verdadero acto de amor y de honra que hacemos a un difunto no es tenerlo en casa –como aferrándose a él– sino llevar sus cenizas a un camposanto, a un lugar consagrado, para que ahí se ore por él. Es además un signo de su pertenencia a la comunidad cristiana.




8 comentarios:

  1. Exelente publicación Padre
    Siempre en mi Rosario diario pido x ellas!

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  2. Siempre tuve muchas dudas sobre éste tema y ahora me han quedado resueltas.

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  3. Excelente publicación. Luego de leer el libro de María Simma hace unos años, nunca dejo de rezar por la almas del Purgatorio especialmente por aquellas que nadie se acuerda de pedir.

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  4. Padre una pregunta , que pasa con el alma de las personas cuyas cenizas se arrojan al mar , playa etc …. Esto es correcto?

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    1. Para un católico no es correcto arrojar cenizas al mar, al viento o esparcirlas por la floresta. Ese trato a los restos de los difuntos es reflejo de una mentalidad panteísta o de la Nueva Era, que creen que el hombre se funde con el cosmos o con la conciencia cósmica, o que se diluye en el universo. Los católicos creemos que el cuerpo es obra de Dios, imagen de Él, y morada del Espíritu Santo. Por eso tratamos los restos mortales con respeto, en la esperanza de nuestra futura resurrección.

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  5. Anónimo me encanto esta publicación, muchas dudas aclaradas.. dios lo siga bendiciendo

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  6. Oración dictada a Santa Gertrudis para sacar mil almas del purgatorio

    "Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima Sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión con las misas celebradas hoy a través del mundo por todas las benditas ánimas del purgatorio"

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  7. Me gusto su publicación Padre me quito Dudas que tenia sobre las cenizas arrojadas al Mar Bendiciones.

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