miércoles, 2 de julio de 2025
380 cadáveres
El hallazgo de más de 380 cadáveres apilados en un crematorio de Ciudad Juárez, esperando durante varios años el servicio de cremación de algunas funerarias que subcontrataron dicho servicio, suscita algunas preguntas. El macabro descubrimiento hace que muchas personas pongan en tela de juicio si las urnas con cenizas que entregan las funerarias a sus clientes contienen las cenizas reales de su ser querido difunto, o si son cenizas de alguien o de algo más.
Al despedir después de una ceremonia religiosa o de la velación en la capilla ardiente a un ser querido que ha muerto, los deudos confían en que la funeraria cremará el cadáver y les entregará las cenizas verdaderas. Pero todo puede resultar ser una farsa.
Es importante reclamar el cuerpo de un ser querido difunto. Cuando Sara, esposa de Abraham, murió, éste reclamó el cadáver a los descendientes de Het y les dijo:"Aunque yo no soy más que un extranjero residente entre ustedes, cédanme en propiedad alguno de sus sepulcros, para que pueda retirar el cadáver de mi esposa y darle sepultura" (Gen 23,4). ¡Qué error tan grave se comete al permitir que ningún familiar sea testigo ocular de la cremación para retirar el cadáver de su difunto! Nadie debería creer que las cenizas de su ser querido son las auténticas mientras alguien de la familia no haya estado presente en el proceso de incineración.
Después de saber lo que ocurrió en el crematorio de Ciudad Juárez nos preguntamos por el respeto que debemos a los cuerpos de los difuntos. A la luz de nuestra fe católica, el hombre es un compuesto de alma y cuerpo, obra suprema y síntesis de todo el universo creado. El cuerpo tiene una dignidad inmensa porque el ser humano, en su unidad de cuerpo y alma, es creado a imagen y semejanza de Dios (CIC 355-356).
La Sagrada Escritura nos muestra la reverencia que se debe a los cadáveres. José, el hijo de Jacob, organizó un cortejo fúnebre masivo para llevar el cuerpo de Jacob desde Egipto a Canaán, siguiendo su voluntad de ser enterrado en la cueva de Macpela. Además el cuerpo de Jacob es embalsamado (Gen 50,2-3), una práctica que refleja cuidado y respeto. José también pide que sus huesos sean llevados a Canaán cuando Israel salga de Egipto (Gen 50,25), mostrando reverencia por sus restos.
El cuerpo del cristiano es considerado "templo del Espíritu Santo" (1Cor 6,19). Esta enseñanza resalta que el cuerpo, al estar inhabitado por el Espíritu, participa en la vida divina y debe ser tratado con respeto y pureza (CIC 364, 1004).
Aunque con la muerte se separa el alma del cuerpo, aquella subsiste mientras este se corrompe. Sin embargo alma y cuerpo están destinados a unirse en la resurrección del último día. La dignidad del cuerpo también se deriva de su destino en la resurrección. El Catecismo explica que el cuerpo, aunque mortal, está destinado a resucitar glorificado al final de los tiempos (CIC 990-997-1001). Juega entonces, el cuerpo, un papel muy importante dentro del plan de Dios.
La Iglesia Católica, en su documento "Ad resurgendum cum Christo", recomienda de manera insistente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en cementerios u otros lugares sagrados. Es el entierro la manera en que podemos expresar el sentido de la muerte ya que evoca la memoria de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. Inhumar el cuerpo es la manera más adecuada de expresar la fe y la esperanza en la resurrección del último día.
Aunque la Iglesia admite la práctica de la cremación mientras no sea por motivos contrarios a la fe, lo ocurrido en un crematorio de Ciudad Juárez hace que muchos consideremos los inconvenientes que tiene esta costumbre y optemos por la sepultura. Además de asegurar un poco más que nuestro cuerpo no quedará a merced de malos tratos, la inhumación nos hace seguir más de cerca los pasos del Señor, que fue depositado en un sepulcro excavado en la roca (Lc 23,53-54).
Ofrezcamos la Eucaristía de estos días por quienes cuyos cuerpos fueron maltratados por algunas funerarias, y acompañemos con nuestra oración y cercanía a los familiares que están en la incertidumbre sobre el paradero de su difunto.
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