Recuerdo que en 2006 se publicó el libro "El Secreto" de Rhonda Byrne, que causó furor y se convirtió en best seller mundial. Según la autora, "el secreto" es algo que siempre ha estado presente en las tradiciones orales, literatura, religiones y filosofías de todos los tiempos. Byrne se dedicó a reunir todos los fragmentos del supuesto secreto en una revelación descrita como "sin igual, increíble, asombrosa, única", y que promete transformar la vida de aquellos quienes lo pongan en práctica.
La promesa es que, al utilizar este poder oculto, que Byrne llama "ley de la atracción", vendrán el dinero, la salud, mejorarán las relaciones y la felicidad inundará todas las áreas de la vida; todos estos prodigios los dará el universo, como si esta criatura de Dios tuviera poderes divinos. Hay que ser muy ingenuo para creer estos embustes del panteísmo.
"El Secreto" y tantos otros libros de autoayuda son expresión de lo que se llama el "pensamiento mágico" de la New Age. Este tipo de literatura propone que, al alterar la actitud mental y pensar de manera positiva y constructiva, la persona logrará que del universo le vengan toda clase de fortunas para su vida.
Luis Santamaría del Río denuncia algunas frases que inundan el internet y las redes sociales, y que son manifestaciones del pensamiento mágico: "Lo que crees, lo creas". "El universo responde a la actitud y la vibración que está emitiendo". "Lo que piensas, lo serás. Lo que sientas, lo atraerás". "Lo que imaginas, lo crearás". "El universo entero trabaja a tu favor; sólo tienes que creerlo". Estas frases, repetidas a manera de mantras se utilizan como fórmulas mágicas y esotéricas.
He escuchado a algunos cristianos que, en sus oraciones, se dirigen a Dios con frases como "Yo decreto", "yo promulgo", "yo dicto", "yo determino", "yo corto, expulso, pongo en fuga" y otras más que expresan que es nuestra voluntad la que determina la realidad, pero no la voluntad de Dios. "No es petición a Dios –dice Santamaría del Río– sino puro pensamiento mágico, la convicción de tener poderes, de lograr que se esfumen los problemas por arte de magia".
Los cristianos católicos no vivimos en la fantasía de la magia sino en la realidad de la Cruz. Vivir en la Cruz es vivir en la entrega de la propia vida por Dios y por los demás, siguiendo el ejemplo de Jesús de Nazaret. Ese es el verdadero secreto que traerá todas las bendiciones, no del universo, sino de Dios. Hace unos días el cardenal Sarah pronunció una bella homilía en el IV centenario de las apariciones de Santa Ana en Bretaña, Francia. Decía:
"El martirio se puede realizar derramando toda la sangre de una vez, pero también se puede realizar derramando la sangre gota a gota cada día... La única ambición cristiana, nos dice Jesús, es seguir a Cristo hasta el sacrificio, hasta la muerte en la Cruz, hasta la entrega de la propia vida por la gloria del Padre y la salvación de las almas. Este martirio, este testimonio cotidiano, sigue siendo el más extendido, sobre todo en vuestra Europa de antaño, cristiana. Es el de aquellos que son heroicamente escarnecidos, humillados y despreciados cada día por su fe. Es también el testimonio de los padres que se entregan cada día por sus hijos".
Mientras que Rhonda Byrne, Paulo Coelho, Deepak Chopra, Osho y cualquier gurú de la New Age difunden una mentalidad mágica que lleva a la persona a desconectarse de la realidad, Jesucristo y los santos nos indican el camino de la confianza en Dios y del amor crucificado para llegar al Cielo. No es "El Secreto" ni "El alquimista" o "Las siete leyes espirituales del éxito" ni "El poder total de la mente" lo que hará nuestra vida exitosa, sino la Palabra de Dios, los sacramentos y la comunidad de la Iglesia.
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