lunes, 20 de noviembre de 2023

El no binario "Le Magistrade"



Mucho se ha dicho sobre la muerte de Ociel Baena y de la otra persona que estaba con él, en la casa de Baena en Aguascalientes, el pasado 13 de noviembre. No nos ocupa en este artículo la manera en que ellos fallecieron; eso compete a las autoridades judiciales de Aguascalientes. Los encomendamos a la misericordia de Dios. Analicemos, en cambio, el tema del lenguaje inclusivo que utiliza la ideología de género y que, en el caso de Ociel Baena, se manifestó con el término "le magistrade" que él mismo acuñó y que lo hizo famoso.

Ociel Baena se jactó de ser la primera persona "no binaria" –es decir, que no se identifica como hombre ni como mujer–, en ocupar una Magistratura Judicial en México y América Latina, como parte del Tribunal Electoral de Aguascalientes. El mismo tribunal adoptó el lenguaje inclusivo llamándolo "Magistrade del Tribunal Electoral del Estado de Aguascalientes con el cargo de Secretarie General de Acuerdos". Además la Secretaría de Relaciones Exteriores le expidió un pasaporte que lo identificaba como ciudadano mexicano no binario.

Es notorio en los medios que todos los periodistas, comentaristas y políticos se refieren a él como "le magistrade". Un titular de prensa decía: “Le magistrade fue hallade muerte en su casa”. Este lenguaje extraño, desarticulado y carente de sentido común, que altera y falsifica el idioma español, es lo que se conoce como "lenguaje inclusivo". Existe una presión social para que todos hablemos de esta manera, pero, ¿de dónde viene este caló, esta jerigonza que pretende revolucionar las lenguas del mundo?

Hubo una mujer que odiaba ser mujer. Se llamaba Monique Wittig y vivió entre 1935 y 2003. Era francesa, filósofa y muy influyente en la ideología de género. Estaba tan descontenta con su feminidad que proponía un feminismo lésbico, producto de sus fantasías y conflictos internos. La señora aborrecía la masculinidad y la feminidad, tanto así que quería destruirlas.

Para abolir las diferencias entre el hombre y la mujer era necesario destruir el sistema heterosexual, fulminar el heteropatriarcado, el cual era el culpable de que existieran hombres y mujeres. La señora tenía ideas marxistas. Creía en la lucha de clases que empezaba, desde su retorcida óptica, por la lucha entre sexos. La mujer, para ella, era la clase oprimida y el hombre, el opresor. Si existen las mujeres es porque existen los hombres. Era necesario, entonces, destruir el sistema de división entre sexos. Pero para eso habría que destruir, primero, el género en el lenguaje.

Monique Wittig (1935-2003)

Las categorías binarias de hombre y mujer debían desaparecer de la lengua. Había que presionar a la gente para que hablara inclusivamente, sustituyendo las letras finales de las palabras de género masculino con la letra "e": "mis padres tuvieron tres hijes", "somos tres hermanes", "amigue", "compañere", "magistrade". O bien modificando las letras "a", "e", "o" con la letra "x". De esta manera, según Monique Wittig, se llegaría a eliminar el patriarcado y la heteronormatividad. Ella enseñaba que controlar la manera de hablar de la ciudadanía era tomar control sobre la manera de pensar de la misma.

El Tribunal electoral de Aguascalientes, al reconocer oficialmente a Ociel Baena como "magistrade", siguió las ideas de Wittig e hizo violencia a la manera de hablar de la gente y a su sentido común. Así no se habla el español. El lenguaje inclusivo es puramente ideológico y destruye las lenguas del mundo. Si ya un organismo oficial del gobierno adoptó el lenguaje inclusivo, no sería extraño que, dentro de algunos años, surja una iniciativa de ley para modificar la letra del Himno Nacional Mexicano, y debamos cantar: "Mas si osare un extrañe enemigue... un soldade en cada hije te dio". No es broma. En Canadá han habido iniciativas de ley para modificar “O Canadá” -el himno nacional- y adaptarlo al dialecto inclusivo.

No sé cuántas personas en México se han rendido a la imposición ideológica del género a través del uso del lenguaje inclusivo. Lo cierto es que cada vez hay mayor presión mediática para hacerlo. La lógica, el sentido común y el amor a nuestra cultura no permita que participemos de los delirios de Monique Wittig y club de feministas.

jueves, 9 de noviembre de 2023

Sobre padrinos, madrinas y bautizados


¿Puede ser padrino de bautismo una persona homoafectiva?
Sí, porque ser homosexual no es pecado, y mientras no se viva una vida escandalosa, la persona puede vivir una vida cristiana coherente. De hecho hay personas homoafectivas que llevan una vida cristiana ejemplar, realizan la voluntad de Dios en sus vidas y saben unir su condición a la Cruz del Señor (Catecismo 2358).

¿Pueden ser padrinos de bautismo dos personas del mismo sexo que conviven en una relación estable? No. El Código de Derecho Canónico pide que haya un padrino y una madrina, o uno de los dos. Los padrinos hacen las veces del padre y de la madre. Dos personas de mismo sexo no pueden hacer estos roles.

¿Puede ser padrino de bautismo una persona homoafectiva que convive con su pareja? Tampoco. Dice el Derecho Canónico: Para ser padrino hay que ser católico, estar confirmado, haber recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y llevar, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir. Así como una persona que vive en adulterio no puede apadrinar, tampoco quien convive con su pareja homoafectiva.

¿Puede una persona transexual ser padrino de bautismo? No, por las condiciones que señala el párrafo anterior. En 2015 Doctrina de la Fe ya había respondido negativamente. Es un punto controvertido ya que monseñor Fernández –el actual Prefecto– dice que sí. La pregunta es: ¿si la persona transexual es biológicamente un hombre, ¿la parroquia debe registrarlo como el padrino o como la madrina? Si lo registra como padrino, sería contrario a la voluntad del transexual ya que éste no se autopercibe como varón; y si lo registra como madrina, la Iglesia caería en la trampa de la ideología de género, la cual es anticientífica, antihumana y anticristiana.

¿Puede ser bautizada una persona transexual? Este es el punto más controvertido sobre lo que respondió Doctrina de la Fe (monseñor Fernández). Él dice que sí mientras no haya escándalo en la comunidad. Y hace alusión a que el bautismo imprime carácter sacramental, aunque no confiere la gracia mientras no haya arrepentimiento de los pecados. Sólo con el arrepentimiento la persona bautizada recibe la gracia santificante, lo que podría ocurrir después de su Bautismo. 

Pero ¿acaso bautizamos los párrocos a parejas que viven en unión libre cuando ellas lo desean, a fin de que cuando se arrepientan y se casen llegue a ellos la gracia santificante, o mejor esperamos a bautizarlos hasta que hayan recibido la formación necesaria para recibir sus sacramentos? Es obvio que aplazamos el bautismo para estas parejas hasta que estén dispuestas.

Los sacramentos de iniciación cristiana deben recibirse con arrepentimiento. Para hacer la Primera Comunión o recibir la Confirmación se exige antes el sacramento de la Confesión. En el caso del Bautismo no hay confesión previa porque el Bautismo borra los pecados. Es una práctica de la Iglesia que una pareja que convive en unión libre o en unión ilegítima no puedan acceder a los sacramentos de iniciación cristiana. Por eso los ritos contienen el interrogatorio: "¿Renuncias a Satanás? ¿Renuncias a todas sus obras? ¿Renuncias al pecado?" 

Si una persona que vive en pecado pide el Bautismo y no está dispuesta a cambiar de vida, ¿cómo se puede bautizar? Si pide la Confirmación o la Comunión una persona no arrepentida, ¿cómo puede recibir estos sacramentos? Cuando alguien se confiesa y no da señales de abandonar el pecado, de hecho se le niega la absolución. La gracia santificante y el pecado mortal no pueden cohabitar en una misma persona.

El transexualismo es un pecado cuando la persona niega la naturaleza con la que Dios la creó; cuando reniega de la creación original de Dios. Sin embargo el transexualismo puede deberse a la disforia de género, la cual es un trastorno disociativo entre el cuerpo biológico y la identidad de género, y que tiene su curación a través de un proceso de psicoterapia. Conviene entonces acompañar a la persona transexual en un proceso de autoaceptación para que viva conforme a su propia naturaleza biológica. Habrá que revisar las condiciones morales particulares de la persona transexual para admitirlo al bautismo –evitando el escándalo– o aplazarlo.

La idea de que los sacramentos no deben negarse a nadie –principalmente el Bautismo– contradice la Tradición Apostólica, ya que en los primeros siglos del cristianismo se hacía un examen riguroso de la vida de los catecúmenos y, si existían dudas sobre la vida moral de la persona, se aplazaba la recepción del sacramento.

No dejemos de orar por la Iglesia, por el papa y por quienes colaboran directamente con él. 

miércoles, 8 de noviembre de 2023

Regreso a la ortodoxia


Los sacerdotes jóvenes en Estados Unidos están regresando a la ortodoxia católica. Ortodoxia significa el apego a la doctrina oficial de una religión, lo que quiere decir que las nuevas generaciones sacerdotales en aquel país quieren ser fieles a las enseñanzas que la Iglesia ha mantenido durante su historia. Así lo ha dado a conocer una investigación realizada por The Catholic Project, de la Universidad de América en Washington D.C. Se trata de la mayor encuesta nacional de sacerdotes católicos que se ha hecho en EEUU en los últimos 50 años.

La investigación revela que los sacerdotes que se describen a sí mismos como "progresistas" se están extinguiendo, mientras que los que se perciben como "conservadores" van en aumento. Hay que tener cuidado con las palabras que utilizamos. Cuando nos referimos a "progresista", "conservador", "de izquierdas" o "de derechas" nos salimos del lenguaje de la Iglesia para utilizar categorías que vienen del mundo secular y, por tanto, inapropiadas para describir las realidades eclesiales. Es mejor hablar de "ortodoxo", es decir, aquel que se apega a la recta doctrina; o de "heterodoxo", el que se aparta de la doctrina oficial.

Después del Concilio Vaticano II hubo una corriente de la teología que interpretaba el concilio como una ruptura con la Tradición de la Iglesia. No se hablaba del Concilio y sus documentos oficiales sino del llamado "espíritu del concilio" –lo que el concilio, según ellos– pretendía: libertad de expresión y sin censuras, y una libre investigación, interpretación y publicación de los teólogos según su conciencia. También el "espíritu del concilio" empujaba a que las celebraciones litúrgicas fueran en la libertad de cada sacerdote y de las comunidades, lo que se prestó a innumerables abusos litúrgicos que, hasta hoy, continúan en muchos lugares.

El "espíritu del concilio" hablaba de un Cristo más con olor humano y menos de olor divino, lo que provocó que al Señor ya no se le viera tanto como Dios –el único Salvador del mundo–, sino como un gran maestro, equiparable a los otros fundadores de las grandes religiones, o como un luchador social que venía a liberar a su pueblo de la opresión de los poderosos. Basta recordar el influjo de la teología de la liberación en la Iglesia de América Latina, la cual ni liberó a los pobres ni aumentó las vocaciones, ni la fe del pueblo.

Según la encuesta de Catholic Project "más de la mitad de los sacerdotes ordenados desde 2010 se consideran conservadores. Ningún sacerdote encuestado que fue ordenado después de 2020 se describió a sí mismo como 'muy progresista'". Los resultados señalan que el 85 por ciento de los sacerdotes jóvenes se describen a ellos mismos como ortodoxos, o muy ortodoxos teológicamente. Y sólo el 14% se describen como "intermedios". En cambio los sacerdotes que fueron ordenados en la década de los 60, a mediados o finales, se describen a sí mismos como algo o muy progresistas (heterodoxos). En 2020, menos del 5 por ciento de los sacerdotes se describen así.

Sería formidable que una investigación semejante se hiciera para Latinoamérica. Me parece –y lo digo a "ojo de buen cubero– al ver las tendencias de los sacerdotes jóvenes de mi diócesis y de otras que conozco, tengo la impresión de que pueden ser semejantes a las de Estados Unidos. Se percibe un regreso a la ortodoxia. Los tiempos de la teología de la liberación quedaron atrás y ahora estamos viendo que a más nuevos sacerdotes les gusta la liturgia bien celebrada, la buena prédica y se identifican por su vestimenta, como clérigos, en público.

También se percibe un rechazo a posturas morales heterodoxas, como las que ha promovido el Sínodo de Alemania y que han dejado las parroquias vacías en aquel país. ¿Quién quiere servir a una Iglesia que aplauda al espíritu del mundo que Cristo condenó, o a una Iglesia que se parezca más una ONG que a la Esposa de Cristo? Me alegro por los sacerdotes jóvenes de Estados Unidos, y abrigo la esperanza de que también en México la tendencia se acentúe. 

Sin embargo, aunque la ortodoxia sea un buen signo que aparta a la Iglesia de la herejía, no es suficiente para tener los sacerdotes y parroquias que Cristo quiere. Es necesario que el Pueblo de Dios implore al Señor por sus sacerdotes, para que quienes hemos recibido el sacramento del Orden cultivemos una profunda vida espiritual y anhelo por la santidad; para que aprendamos a trabajar en comunión con el obispo y los laicos; para combatir el clericalismo –los abusos de poder–, el apego al dinero y los desórdenes internos que podamos tener, y que han llevado a la dolorosa cuestión de los abusos sexuales. Es en estos rubros donde los formadores de los seminarios tienen una ardua labor por realizar.

México, la viña y las elecciones

El próximo 2 de junio habrá una gran poda en México. Son las elecciones para elegir al presidente de la república, a los diputados y senador...