Los sacerdotes jóvenes en Estados Unidos están regresando a la ortodoxia católica. Ortodoxia significa el apego a la doctrina oficial de una religión, lo que quiere decir que las nuevas generaciones sacerdotales en aquel país quieren ser fieles a las enseñanzas que la Iglesia ha mantenido durante su historia. Así lo ha dado a conocer una investigación realizada por The Catholic Project, de la Universidad de América en Washington D.C. Se trata de la mayor encuesta nacional de sacerdotes católicos que se ha hecho en EEUU en los últimos 50 años.
La investigación revela que los sacerdotes que se describen a sí mismos como "progresistas" se están extinguiendo, mientras que los que se perciben como "conservadores" van en aumento. Hay que tener cuidado con las palabras que utilizamos. Cuando nos referimos a "progresista", "conservador", "de izquierdas" o "de derechas" nos salimos del lenguaje de la Iglesia para utilizar categorías que vienen del mundo secular y, por tanto, inapropiadas para describir las realidades eclesiales. Es mejor hablar de "ortodoxo", es decir, aquel que se apega a la recta doctrina; o de "heterodoxo", el que se aparta de la doctrina oficial.
Después del Concilio Vaticano II hubo una corriente de la teología que interpretaba el concilio como una ruptura con la Tradición de la Iglesia. No se hablaba del Concilio y sus documentos oficiales sino del llamado "espíritu del concilio" –lo que el concilio, según ellos– pretendía: libertad de expresión y sin censuras, y una libre investigación, interpretación y publicación de los teólogos según su conciencia. También el "espíritu del concilio" empujaba a que las celebraciones litúrgicas fueran en la libertad de cada sacerdote y de las comunidades, lo que se prestó a innumerables abusos litúrgicos que, hasta hoy, continúan en muchos lugares.
El "espíritu del concilio" hablaba de un Cristo más con olor humano y menos de olor divino, lo que provocó que al Señor ya no se le viera tanto como Dios –el único Salvador del mundo–, sino como un gran maestro, equiparable a los otros fundadores de las grandes religiones, o como un luchador social que venía a liberar a su pueblo de la opresión de los poderosos. Basta recordar el influjo de la teología de la liberación en la Iglesia de América Latina, la cual ni liberó a los pobres ni aumentó las vocaciones, ni la fe del pueblo.
Según la encuesta de Catholic Project "más de la mitad de los sacerdotes ordenados desde 2010 se consideran conservadores. Ningún sacerdote encuestado que fue ordenado después de 2020 se describió a sí mismo como 'muy progresista'". Los resultados señalan que el 85 por ciento de los sacerdotes jóvenes se describen a ellos mismos como ortodoxos, o muy ortodoxos teológicamente. Y sólo el 14% se describen como "intermedios". En cambio los sacerdotes que fueron ordenados en la década de los 60, a mediados o finales, se describen a sí mismos como algo o muy progresistas (heterodoxos). En 2020, menos del 5 por ciento de los sacerdotes se describen así.
Sería formidable que una investigación semejante se hiciera para Latinoamérica. Me parece –y lo digo a "ojo de buen cubero– al ver las tendencias de los sacerdotes jóvenes de mi diócesis y de otras que conozco, tengo la impresión de que pueden ser semejantes a las de Estados Unidos. Se percibe un regreso a la ortodoxia. Los tiempos de la teología de la liberación quedaron atrás y ahora estamos viendo que a más nuevos sacerdotes les gusta la liturgia bien celebrada, la buena prédica y se identifican por su vestimenta, como clérigos, en público.
También se percibe un rechazo a posturas morales heterodoxas, como las que ha promovido el Sínodo de Alemania y que han dejado las parroquias vacías en aquel país. ¿Quién quiere servir a una Iglesia que aplauda al espíritu del mundo que Cristo condenó, o a una Iglesia que se parezca más una ONG que a la Esposa de Cristo? Me alegro por los sacerdotes jóvenes de Estados Unidos, y abrigo la esperanza de que también en México la tendencia se acentúe.
Sin embargo, aunque la ortodoxia sea un buen signo que aparta a la Iglesia de la herejía, no es suficiente para tener los sacerdotes y parroquias que Cristo quiere. Es necesario que el Pueblo de Dios implore al Señor por sus sacerdotes, para que quienes hemos recibido el sacramento del Orden cultivemos una profunda vida espiritual y anhelo por la santidad; para que aprendamos a trabajar en comunión con el obispo y los laicos; para combatir el clericalismo –los abusos de poder–, el apego al dinero y los desórdenes internos que podamos tener, y que han llevado a la dolorosa cuestión de los abusos sexuales. Es en estos rubros donde los formadores de los seminarios tienen una ardua labor por realizar.
Coincido con usted, en Cd. Juárez el mayor obstáculo que tuvo la renovación carismática en los años 70,s y 80,s , fueron los sacerdotes afines a la teología de la liberación, la famosa "opcion preferencial por los pobres",
ResponderBorrarConsiderando que la Renovacion Carísmatica Catolica tiene como origen la desobediencia al abrazar practicas espirituales peligrosas de las sectas Pentecostales, eso tampoco es muy ortodoxo.
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