lunes, 28 de septiembre de 2020

Miseria de la eutanasia


El doctor Bert Keizer llegó puntual a la cita para provocarle la muerte a su paciente. Lo había hecho tantas veces que ya era su costumbre inyectarlos y verlos morir. Kaizer trabajaba para Levenseindekliniek, que significa "Clínica para morir" institución privada en Holanda que en 2017 aplicó la eutanasia a 750 personas. Ahí los pacientes solicitan la muerte a domicilio y cualquiera de los 60 médicos de la clínica acude a cumplir la demanda.

Aquel día Kaizer se estremeció. Al llegar acompañado de una enfermera a la casa del paciente, encontró a más de 30 personas que animadamente bebían, charlaban, gritaban y reían. "Con este ruido, ¿cómo lo hago?", pensó. El hombre que iba a morir alzó la voz para callar a todos: "Muy bien, chicos". Todos entendieron, guardaron silencio, sacaron a los niños de la habitación y el doctor Kaizer aplicó la inyección.

En la parte final de un documental de YouTube sobre dicha clínica, se muestra también a un médico que aplica una transfusión letal a una mujer mayor, sentada en un sofá de la sala de su casa, junto a su marido, sus parientes y amigos más cercanos. Todos conversan con ella despidiéndose y, justo antes del pinchazo, el marido la cubre de besos en la boca. El médico procede a inyectarla y mientras la muerte llega lentamente, una de las mujeres que la acompañan rompe a llorar. Una vez muerta la señora, el médico sale afuera a fumar tranquilamente un cigarrillo.

Ese hombre y esa mujer que murieron por inyección letal pertenecen al cada vez más numeroso grupo de personas que mueren por eutanasia en Holanda. Hoy el 4 por ciento de las muertes en los Países Bajos son por este motivo. A partir de los 16 años la eutanasia está permitida. Sin embargo una persona desde los 12 años puede solicitarla, con el consentimiento paterno. En caso de los bebés existe un protocolo que confirma que si el recién nacido está sentenciado a llevar una enfermedad y con grandes dolores, se le puede procurar la muerte, con la autorización de sus padres.

Enseña "Samaritanus bonus", el último documento vaticano sobre el acompañamiento en la fase terminal de la vida, que las personas que defienden la eutanasia son incapaces de descubrir que la vida humana tiene un valor incomparable. Guiados sólo por criterios de utilidad, creen que la vida sólo vale la pena vivirse si ofrece bienestar físico, belleza y deleites psicológicos o emocionales. Cuando la vida cruza por momentos que se consideran insoportables, los defensores de la eutanasia apelan a una compasión falsa y piden asistencia en el suicidio. No se dan cuenta de que la verdadera compasión es el acompañamiento, el cuidado y el ofrecimiento de medios para aliviar el sufrimiento.

Nuestras sociedades están cada vez más enfermas de individualismo, esa enfermedad del espíritu humano por la que la persona se convence de que no necesita a Dios ni a los demás para salvarse ni para ser feliz. Es la soledad la que lleva a vivir en desconexión con los otros. El individualismo no permite descubrir que nuestra vida depende del prójimo y de Dios, y así se cierra a la solidaridad, a la caridad y a la asistencia social, a tal grado de que se ve el suicidio asistido como un acto legítimo.

Decía san Agustín en "La Ciudad de Dios": "Dos amores construyeron dos ciudades. El amor a sí mismo hasta llegar al desprecio de Dios edificó la ciudad de Babilonia, mientras que el amor a Dios hasta el desprecio de sí mismo levantó la ciudad de Jerusalén". La eutanasia no es sino una terrible expresión del falso amor a uno mismo, a los demás y a Dios. Holanda y todos los países que van siguiendo su ejemplo están abriendo la desconfianza al mundo médico, al Estado y a la propia familia. De esa manera hacen realidad aquello que dijo Jean Paul Sartre: "El infierno son los otros".

¡Qué pobreza de alma tienen los partidarios de la eutanasia! Desconocen la sabiduría que entrañan los sufrimientos de la vida. Dios nos conceda tener un conocimiento profundo de su amor a través del dolor. Que nos abra el corazón y nos muestre el sentido oculto, no sólo de las experiencias alegres sino de las que son amargas y difíciles de llevar. Que aún en el dolor descubramos su presencia y su amor desmesurado por nosotros.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Inició "40 días por la Vida"

Este pasado miércoles 23 de septiembre iniciamos, por primera vez en Ciudad Juárez, 40 días por la Vida, la vigilia de oración más grande del mundo puesta en marcha hasta el 1 de noviembre en más de 60 países. El propósito de la campaña es orar por el fin del aborto en el mundo, así como por la terminación del suicidio. Iniciamos la vigilia con una Misa de envío en la que celebramos la memoria de san Pío de Pietrelcina, el fraile estigmatizado muerto en 1968. Con la intercesión del santo arrancó la cruzada por el respeto a la vida humana.

En una conversación con el fraile Pellegrino Funicelli, el padre Pío habló sobre el aborto: “El día en que las personas pierdan su horror por el aborto será el día más terrible para la humanidad. El aborto no es sólo un homicidio, sino también un suicidio. ¿No deberíamos tener el coraje de manifestar nuestra fe ante quienes cometen dos crímenes en un solo acto?” "¿Suicidio?", inquirió el padre Pellegrino–, a lo que el padre Pío respondió: “El suicidio de la raza humana será entendido por aquellos que verán la tierra poblada por ancianos y despoblados de niños: quemados como un desierto”.

Más de 50 años después de aquella declaración del padre Pío, los obispos de México, preocupados por la multiplicación de atentados contra la vida publicaron en julio pasado su Declaración conjunta sobre la dignidad de la vida y la persona. Lo hicieron reconociendo la gravedad del tiempo en que vivimos: "En un momento en que nuestro querido pueblo sufre los embates, cada vez más constantes, de la “cultura de la muerte” y se enfrenta a una serie de desafíos que, como Pastores, estamos llamados a iluminar y dar, así, “razón de nuestra esperanza” (1 Pe. 2,15) ante tanta confusión en torno al don de la vida y de la dignidad de la persona humana".

40 días por la Vida es una iniciativa católica que vio la luz en Bryant Texas en 2004 después de que una clínica abortista de Planned Parenthood abriera sus servicios en esa ciudad en 1998. Desde entonces la campaña se extendió por numerosas ciudades de Estados Unidos. El año 2019 participaron más de un millón de personas orando en 64 países. Un total de 17 mil vidas han sido salvadas, numerosas clínicas de aborto han cerrado sus servicios y muchas empleadas de estas clínicas han desistido trabajar para la industria de la muerte.

Las vigilias de 40 días por la Vida son pacíficas, amigables y se hacen en un ambiente discreto de oración en la vía pública, muchas veces cerca de las aborterías. Sin embargo la reacción de las mujeres activistas a favor del aborto no se ha hecho esperar. Ellas, preocupadas de que las vigilias de oración hagan cambiar a quienes buscan abortar, han protestado contra 40 días por la Vida, a veces con agresiones verbales, incluso físicas como ocurrió en Tennesseee y en San Francisco California. Un vocero de American Civil Liberties Union calificó a 40 días pro la Vida como la amenaza más peligrosa para el aborto.

Las grandes victorias se obtienen con grandes oraciones. La reina Ester, en el libro bíblico que lleva su nombre, oró intensamente a Dios pidiendo que tocara el corazón del rey Asuero para que revocara el decreto del exterminio del pueblo judío. Gracias a las súplicas fervorosas de la reina, los hebreos se salvaron del genocidio. En nuestro amor y defensa de la vida humana unámonos, pues, a esta gran vigilia de oración mundial, orando desde casa, ofreciendo la Eucaristía, o bien, acompañando de manera presencial a quienes tienen en valor de hacerlo en la vía pública. Una vida salvada, con la gracia de Dios,  es un tabernáculo donde Jesucristo tendrá su morada.


martes, 22 de septiembre de 2020

El Covid y la muerte de san Benito


Para enfrentar la pandemia de Covid-19 los católicos tenemos preciosos recursos espirituales, como son la intercesión de los santos, la imitación de sus virtudes y el aprendizaje de sus enseñanzas. En los santos Dios manifiesta su gracia que sana y salva. La vida de san Benito Abad, padre de la vida monástica en Occidente, quien vivió en Italia entre los siglos V y VI, nos enseña cómo podemos enfrentar más sabiamente –y con más frutos espirituales– este tiempo de crisis de salud por el que atraviesa la humanidad.

El Covid-19 ha puesto en nuestra mente la perspectiva de la muerte. Es raro que alguien, a seis meses de la presencia del coronavirus en el mundo, no haya perdido algún ser querido, amigo o conocido. Esto nos dice que somos frágiles y que nadie tiene asegurada una larga vida. Es un hecho que podemos morir en cualquier momento. Mors certa, sed hora incerta, decían los antiguos romanos. A la pregunta de si estamos preparados, contemplar la muerte de san Benito puede ser de gran inspiración.

San Gregorio Magno en sus Diálogos relata que san Benito anunció con antelación a sus hermanos el día de su propia muerte. "Seis días antes de su muerte –narra el libro– mandó abrir su sepultura. Muy pronto, atacado por unas fiebres, comenzó a fatigarse con su ardor violento. Como la enfermedad se agravaba de día en día, al sexto se hizo llevar por sus discípulos al oratorio y allí se fortaleció para la salida de este mundo con la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor; y apoyando sus débiles miembros en manos de sus discípulos, permaneció de pie con las manos levantadas al cielo, y exhaló el último aliento entre palabras de oración".

San Benito supo integrar la enfermedad y la muerte como parte de su propia vida. Una enfermedad no era para él algo que no debería haber acontecido, ni mucho menos era un castigo. Así el Covid-19, lejos de ser una maldición o un fatalismo, es una oportunidad para que los cristianos nos configuremos con Jesucristo en sus padecimientos. La apertura de los templos con un aforo de 30 por ciento ya nos acerca a la Eucaristía para participar del misterio de la muerte y resurrección de Cristo.

San Benito en su Regla habla del ideal de morir en el oratorio rezando. El oratorio es el sitio donde los monjes hacen la profesión de sus votos perpetuos y, junto con su propia celda, conforman el espacio donde gran parte de su vida han librado el combate de la oración. Hoy en nuestras ciudades y pueblos hay enfermos que, antes de entrar a una cirugía o después de recibir la noticia de una grave enfermedad, acuden al templo para participar de la Eucaristía, orar ante el Sagrario, o buscan al sacerdote y solicitan el sacramento de la Confesión y la santa Unción. De nuestros templos brota la fuente sanadora de la gracia. ¡Qué mejor fortaleza espiritual!

San Benito pedía que el momento de la muerte del monje fuera acompañado de sus hermanos de monasterio. Un aspecto muy doloroso de la pandemia de Covid ha sido el deceso de tantos hermanos en los hospitales, lejos de sus seres queridos y con las máquinas como únicas testigos. Si bien los sanatorios y clínicas son una bendición porque ahí se pueden salvar las vidas de tantos enfermos, también es cierto que son lugares con escaso calor humano. A juicio mío, el mejor lugar para salir de este mundo y entrar en la eternidad es el propio hogar, con la compañía de quienes nos ayudaron a construir nuestra propia vida.

Vivir la enfermedad como una ofrenda a Dios y prepararnos para partir con amor en el momento en que Dios lo disponga, es fruto del Espíritu Santo que obra en nosotros. San Benito así lo vivió y, como fruto de su santidad personal, el Señor le concedió poderes taumatúrgicos en bien de su Iglesia. El santo abad curó con su oración a un joven monje que había sido aplastado por una pared derrumbada; curó, además, a un leproso y resucitó al hijo de un campesino. Incluso una mujer totalmente perturbada de su mente, después de pasar la noche en la cueva donde vivió san Benito, al día siguiente salió completamente sana de juicio como si nunca hubiera estado loca, y así conservó su salud mental toda su vida.

Hemos de seguir orando por el fin de la pandemia, como luchamos naturalmente contra cualquier enfermedad. Sin embargo también hemos de aprender a convivir con este y con cualquier otro mal que pueda afligirnos. Llevar el peso de la Cruz de Cristo es parte de nuestro paso por la vida y, cargado el madero con amor, nos configura con el Señor, acercándonos al misterio de su muerte. Así Cristo nos abre el paso hacia la gloria de la vida última y definitiva.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Libros: Visión de los vencidos


El año 2021 se conmemorarán los 500 años de la Conquista de México. Los interesados en este apasionante tema no sólo podemos quedarnos con la versión española de aquellas gestas históricas que dieron origen a nuestra cultura y nación, sino que hemos de conocer el otro lado, la versión de los indios. "Visión de los vencidos", es un libro de Miguel León-Portilla que conviene leer para aquellos aficionados a la historia de nuestro país. Se trata de una crónica indígena sobre la Conquista.

Hasta mitad del siglo XX, solamente documentos españoles fueron los únicos que relataron las hazañas victoriosas de los conquistadores. En 1959, León-Portilla dio a conocer una recopilación de textos traducidos del náhuatl por Ángel María Garibay en los que describe la imagen que los indígenas se formaron de su lucha contra los conquistadores y la caída final del mundo azteca. 

El autor únicamente recopila, organiza, comenta y presenta los textos tomados de diversos poemas de la literatura náhuatl que expresan la tristeza de quienes fueron testigos de la caída de Tenochtitlan. Además de los poemas, hay escritos de algunos mexicas anónimos que conocieron perfectamente el alfabeto latino y nos describieron sus recuerdos de la Conquista. También están las obras pictográficas conservadas en códices que ilustran los acontecimientos, así como testimonios de indios tlaxcaltecas que pelearon contra los aztecas y que, al final, perdieron su propia cultura.

León-Portilla, libre de resentimiento antiespañol, nos enseña que los indígenas –mayas y nahuas principalmente– tuvieron un gran interés por preservar su historia. En sus centros de educación prehispánicos, enseñaban a los estudiantes antiguas narraciones de lo que había ocurrido; y lo hacían con gran dramatismo para evocar aquellos momentos más trágicos de la Conquista, como fue la matanza del Templo Mayor ejecutada por Pedro de Alvarado mientras celebraban la fiesta de Tóxcatl, el quinto mes del calendario azteca, en honor a Huitzilopochtli.

Miguel León Portilla, el autor de "Visión de los vencidos", fue un historiador y filósofo, experto en el pensamiento y la cultura náhuatl, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su obra, publicada en 1959, fue traducida a 15 idiomas. Después de publicarla, el autor encabezó un movimiento para entender y valorar la cultura náhuatl, tanto de la época prehispánica como la actual, ya que el náhuatl sigue siendo la lengua materna de 1.5 millones de personas, según el INEGI. Galardonado con múltiples premios internacionales y más de 15 doctorados Honoris Causa, León Portilla nos dejó alrededor de una veintena de libros relacionados con el tema de las culturas precolombinas, de los cuales "Visión de los vencidos" es el más célebre.

No solamente quedaron las crónicas, elegías y relatos con los que los indios manifestaron su dolor por la Conquista y el derrumbe de su cultura. "Visión de los vencidos" contiene algunas cartas que, años después de aquellos acontecimientos, los indígenas escribieron a Felipe II, rey de España, para solicitar su ayuda contra los abusos y vejaciones de los españoles.

En la parte última del libro, León Portilla presenta una evolución cultural del México antiguo en la que narra la conformación del México prehispánico y la consolidación de México-Tenochtitlan como la gran metrópoli de los mexicas. Describe la manera en que fue posible su gran imperio, cómo se conformaba aquella sociedad; el concepto que tenían de la guerra; la forma de la educación, su escritura, la literatura y su calendario. Finalmente relata la manera en que, con la llegada de los conquistadores españoles, cambió la historia.

Ante un hecho tan trascendental y dramático como fue la Conquista de México, los católicos, a mi juicio, debemos de contemplar los hechos históricos con una visión sosegada y serena, evitando tomar posturas radicales que enardezcan los debates y fomenten sentimientos antiespañoles haciendo eco de la leyenda negra que otros países tejieron contra España. Los mismos indígenas, al escribir su historia, no transpiran odio ni resentimiento por cuanto ocurrió a sus pueblos. En "Visión de los vencidos" no se percibe rencor, aunque sí una gran tristeza. Somos nosotros, los mestizos, los que solemos llenarnos de resentimiento por lo ocurrido y, si somos sinceros, hemos de reconocer que, más bien el odio muchas veces está motivado por nuestras ideologías políticas.

"Visión de los vencidos" es un libro que nos ayuda para comprender el dolor de las culturas de Mesoamérica por la pérdida de buena parte de su patrimonio, y a dirigir una mirada solidaria a tantos indígenas que hoy viven en la miseria y que luchan por preservar su cultura y tradiciones. 

lunes, 14 de septiembre de 2020

De los moteles a la vida cristiana

Los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos. (Jesús de Nazaret)


Nadie creería que una persona que se ha dedicado a la prostitución ofreciendo servicios sexuales a parejas pudiera ser hoy un hombre de Dios. Sin embargo, lo es. Si algunas personas de Iglesia hubieran conocido las andanzas de Adrián –omito su nombre real–, hace algunos años, en moteles, clubes de estriptís y salas de masaje, muy probablemente lo habrían despreciado por encontrarse a muchos kilómetros del reino de Dios; o lo tendrían como una persona consumida por la lujuria, un depravado en el que difícilmente habría posibilidad de recuperación.

¿Qué tiene que suceder en esas vidas que fácilmente etiquetamos como "perdidas" para que no sólo abandonen ciertas conductas destructivas sino para que enderecen su existencia y adelanten a muchos en los caminos del reino de Dios? "Tocar fondo" es una expresión muy utilizada para indicar esos abismos del mal a los que podemos descender, viendo cómo nuestra vida se destruye. Tocar fondo es bajar por esa cavidad oscura hasta llegar a ver las puertas del infierno. Adrián llegó a tocar fondo.

Todo comenzó cuando se aficionó, desde adolescente, a ver revistas y películas porno. Con esa afición sus ojos se fueron oscureciendo. Dejó de ver en las personas esa belleza espiritual con que Dios las creó y, en cambio, comenzó a darles un trato únicamente de objetos de consumo de "úsese y tírese". En sus correrías sexuales jamás le importó si aquellas mujeres tenían pensamientos o sentimientos. Nunca pasaba por su cabeza si ellas eran hijas de alguien, esposas o madres. Sólo sabía que ellas estaban ahí para su placer, para utilizarlas un rato y abandonarlas después. Su egoísmo se hizo extremo.

A través a través de sitios web para encontrar parejas sexuales lo llamaban a su teléfono celular y él acudía puntual a las citas para pasar un rato de diversión sin compromisos. El vicio llenaba su cabeza. Pensar en alguna aventura o desear ver porno durante horas era como escuchar el llamado de las sirenas, esos seres mitológicos que desde el fondo del mar llamaban a los marineros, y éstos acudían para encontrar en ellas solamente su destrucción.

En el fondo de su alma no era feliz. Después de sus encuentros fugitivos o de pasar largo tiempo viendo porno experimentaba un extraño vacío interior. Había un sentimiento de culpa y vergüenza, sobre todo cuando se involucraba en actos muy degradantes y peligrosos. En lo profundo de su corazón trataba de aliviar un dolor emocional y una soledad que llevaba en su interior. No obstante, su camino hacia la luz inició desde que se atrevió a hablar con una persona que pudo escucharlo y ofrecerle ayuda incondicional.

Hoy Adrián camina hacia adelante en su purificación. Aunque su vicio trajo como consecuencia la pérdida de su matrimonio y familia, él está trabajando en un programa de restauración que le permita ser un hombre nuevo. Ha abandonado la pornografía y su vida pasada de encuentros sexuales casuales. Está decidido a transformar su visión de la sexualidad y así luchar para recuperar a su esposa y a sus hijos. La oración, la meditación, los sacramentos y la escucha de la Palabra divina lo han ido convirtiendo en un hombre de Dios, comprometido con la Iglesia. 

La familia de Adrián no puede creer lo que sus ojos ven ahora. Ellos, que siempre han sido católicos sin mucha convicción ni práctica, están siendo testigos de que aquel de los suyos que parecía más extraviado, ahora se les ha adelantado en el Reino de Dios. Ellos están descubriendo que la religión no es un mero adorno, sino que es una fuerza que transforma toda la vida. Si el Señor pudo hacer que Lázaro resucitara de entre los muertos, ¿no podrá lograr que alguien deje su adicción a la pornografía y al sexo destructivo, y restaure toda su vida? Tiene razón Jesucristo. Los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Ciencia y feminismo-LGBTI


En días pasados un grupo de mujeres fueron arrestadas en el centro histórico de Ciudad Juárez después de que vandalizaron uno de sus monumentos. En Ciudad de México otro grupo feminista tomó las oficinas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y destruyó parte del inmueble. La exigencia de ambos grupos feministas es la misma: hacer justicia por las mujeres desaparecidas. Es paradójico que pidan, siempre con violencia, el cese de la violencia contra la mujer; incurren así en aquello mismo que con tanta rabia combaten.

Uno de los postulados feministas es que toda diferencia entre varones y mujeres debe desparecer. Su lucha es una batalla utópica por conseguir la igualdad. Las mujeres deben estar a la par con los varones en salarios, en asunción de responsabilidades y en deberes, en profesiones, en oportunidades laborales y en la vida pública. Desde los años 60 ellas postulan que la crianza, la educación y la cultura son factores que han determinado las diferencias sexuales. Sin embargo, olvidan algo que, en los últimos años, la ciencia ha logrado descubrir: la existencia de profundas diferencias biológicas, hormonales y, sobre todo, del cerebro masculino y femenino.

Las maneras de sentir y trabajar, de reaccionar, de conversar; las preferencias, intereses, gustos, socialización, afectividad, sexualidad y hasta la manera de relacionarse con Dios no sólo son resultado de los roles que la cultura atribuye a hombres y mujeres, sino que tienen su fundamento en la naturaleza humana. Durante décadas de investigación la neurociencia, la endocrinología genética y la psicología del desarrollo, han concluido que los cerebros del hombre y de la mujer, desde antes de nacer, son notablemente diferentes en su estructura y funcionamiento. Hace veinte años esto apenas se descubría.

Libros como "Cerebro y educación" de María Calvo; "Cómo aprende el cerebro" de S. J. Blakemore; "Por qué los hombres nunca recuerdan y las mujeres nunca olvidan" de M. Legato; "Cerebro de hombre, cerebro de mujer" de Hugo Liaño, nos explican que el cerebro masculino y femenino procesan la información de manera diversa. Hombres y mujeres no oímos, ni vemos, ni sentimos, ni juzgamos de manera igual. Cada sexo se distingue por interpretar el mundo de manera propia. No podemos decir que un sexo es más inteligente que otro, sino que ambos llegan a la solución de los problemas por caminos diferentes. Tampoco nuestras cualidades cognitivas son iguales, ni nuestra composición química, anatomía, riego sanguíneo y metabolismo.

Aunque nuestra cultura esté empeñada en abolir las diferencias haciendo que las mujeres vistan igual que los hombres, o que ellos se pongan aretes y se dejen crecer el cabello; aunque hoy las mujeres participen en boxeo o los varones críen a los niños; aunque se motive a los niños con disforia de género a tratar de cambiar de sexo, recordemos que no existe un cerebro unisex. Las diferencias en la estructura y el funcionamiento cerebral de damas y caballeros sigue siendo dramática. Y si bien es cierto que los seres humanos no somos solamente biología sino que también tenemos libertad, es igualmente cierto que no podemos ser tan independientes de nuestra naturaleza biológica sin que ello traiga consecuencias graves, y a veces devastadoras. Es necesario aprender a educar la libertad inscrita en nuestra biología.

Por más que se empeñe el feminismo LGBTI en abolir las diferencias entre varones y mujeres, éstas nunca podrán desaparecer. Las llevamos en nuestros genes, en el cerebro y en todo nuestro ser. Aunque hoy las nuevas generaciones son víctimas de un fuerte lavado de cerebro en el que la cultura los invita a independizarse de la naturaleza en una falsa libertad, la ideología feminista-LGBTI está destinada al fracaso, justamente por ser ideología que no tiene sustento en la realidad ni en la razón. Contra la naturaleza es inútil combatir. Somos varones o mujeres, y es sueño lo demás.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Libros: Vida de Hernán Cortés, la espada


La imagen que yo conservaba de Hernán Cortés, antes de leer este libro, era la del conquistador de México que desde España llegó a Mesoamérica para exterminar despiadadamente a los indígenas y saquear sus tierras. Nuestro sistema escolar se encargó de imprimir en nuestras mentes la figura del villano que se llevó el oro de los aztecas, destruyó la gran Tenochtitlan y torturó a Cuauhtémoc quemándole los pies. Leer "Vida de Hernán Cortés" de Christian Duverger no sólo me hizo abandonar esa idea de hombre perverso e inhumano que tuve del Conquistador durante muchos años, sino que me suscitó un profunda admiración por su figura y un amor grande por la historia de México.

La historia de la Conquista de México es una maravillosa epopeya llena de hazañas asombrosas y aventuras inverosímiles, de hombres de un temple y fortaleza que sólo poseen los grandes héroes de la memoria universal; es un relato épico donde se mezclan los ideales más nobles y las pasiones más bajas, la codicia, la intriga y la traición, pero también la generosidad, la lealtad, el amor y el espíritu de sacrificio. Nuestro pasado es una fascinante trama que involucró a hombres y mujeres grandes como Cortés, la Malinche, muchos indígenas y frailes franciscanos, pero también a personajes lejanos como el mediocre emperador Carlos V, y otros de oscuro talante como Diego de Velásquez y Nuño de Guzmán.

El autor de "Vida de Cortés" es Christian Duverger, un catedrático de antropología social y cultural de Mesoamérica nacido en Francia y con doctorado por la Universidad de la Sorbona en París. Duverger se ha dedicado a estudiar el México prehispánico y virreinal, fue consejero de la embajada de Francia en nuestro país, donde también ha realizado trabajos arqueológicos. Miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía de México, el autor sustenta su visión sobre Cortés en una rica bibliografía que incluye a más de 120 autores e investigadores. Entre sus publicaciones se encuentran "El origen de los aztecas", "La conversión de los indios de la Nueva España" y "El primer mestizaje, la clave para entender el pasado mesoamericano", entre otros.

Publicado en 2005 por Ediciones Coyoli y editado por Taurus en 2019, "Vida de Cortés" contiene 509 páginas que contienen cuatro partes de la vida del Conquistador: De Medellín a Cuba; La Conquista de México; El nacimiento de la Nueva España y La Corona contra Cortés. El relato, escrito con un lenguaje elegante y comprensible, nos describe las grandes batallas de los españoles aliados a los indios tlaxcaltecas contra el poderoso imperio de los aztecas, pero también nos conduce al alma del Marqués del Valle –así se conoció a Cortés en la última etapa de su vida– para conocer cuál era su proyecto social tras la Conquista: fundar una sociedad mestiza, una nueva cultura que fusionara la sangre indígena con la española. Lamentablemente sus planes para la Nueva España no coincidían con la visión que tenía la Corona española.

Cuando en 1519 Hernán Cortés desembarcó en las costas de Tabasco, que era la frontera con el imperio de Moctezuma, Cortés avanzó hacia Centla donde se libró una feroz batalla con los mayas. Después de hacer las paces, hubo intercambio de regalos. Los jefes mayas regalaron a Cortés veinte esclavas indígenas que hacían tortillas de maíz. Dentro del "regalo" estaba una mujer de deslumbrante belleza llamada Malitzin. Bautizada cristiana, Malitzin –Malinche, como la llamaron los españoles– llevó el nombre de Marina. Este encuentro fue clave en la historia de México, no sólo porque la pareja simbolizó la mezcla de las dos razas que dio origen al mestizaje, sino porque sin ella, quizá Cortés no hubiera podido conquistar México. Bien se dice que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer.

"Vida de Cortés" es uno de los libros más apasionantes que he leído en los últimos años. Si Dios me lo permite, en mi siguiente paseo por el centro histórico de la Ciudad de México tendré que visitar el Hospital de Jesús, fundado por Cortés en 1524, así como a la tumba del Conquistador que se encuentra en la iglesia de Jesús Nazareno, contigua al sanatorio. En las vísperas de la celebración de los 500 años de la Conquista de México, que será el 13 de agosto de 2021, fecha de aniversario de la caída de la Gran Tenochtitlan bajo la espada española, ahondar en la verdad de los hechos que dieron origen a nuestra patria nos quitará la venda que puso en nuestros ojos la historia oficial, para redescubrir a una de las personalidades más fascinantes, al padre de nuestra cultura mestiza.

Practicar yoga

Pregunta : La Yoga, ¿Va o no va en contra de la fe Católica? Hay quien dice que si es solo para ejercitarse, no hay problema. Respuesta : P...