miércoles, 22 de abril de 2020

Y si muero en esta pandemia, ¿qué será de mí?


La crisis del coronavirus ha provocado el miedo y la inquietud en muchas personas. La posibilidad de enfermar, de morir o de enviar a los propios seres queridos al hospital sin volverlos a ver hace que algunos sean presos de la angustia. En medio de esta crisis y para tomar las mejores decisiones es necesario vivir en la verdad, buscando medios de comunicación confiables y fuentes seguras de información. Todos nos queremos salvar.

Hay algo más profundo y existencial. La posibilidad de contagiarnos y morir entristece a muchos. Es entonces cuando surge la pregunta sobre nuestro destino último: ¿a dónde iré después de la muerte? ¿Qué será de mi alma? Angustiados, quizá, por el pasado tan lleno de pecado y maldad, habrá quienes sientan un peso enorme sobre sus espaldas del que no se pueden deshacer.

En nuestras crisis Cristo Jesús viene a la Tierra para ofrecernos su salvación: "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él tenga vida eterna" (Jn 3,16). La verdadera crisis entonces es rechazar la fe y la salvación que nos es ofrecida en Jesús. Él no viene a empeorar nuestra situación por el Covid-19 sino a ayudarnos a salir de ella, fortaleciendo nuestra confianza en Él y ofreciéndonos su perdón.

¿Qué sucede si rechazamos este ofrecimiento puro, único y lleno de luz que Dios nos hace en su Hijo unigénito? Entonces encontraremos nuestra verdadera crisis, nuestra verdad más espantosa: solos, sin consuelo, sin fortaleza, sin perdón, sin Dios. Si rechazamos su salvación estaremos creando el peor de nuestros problemas sin la ayuda que Él nos ofrece.

Recibamos a Cristo con todo el corazón lleno de gozo y, arrepentidos, entreguémosle nuestros pecados. Por ahora no hay confesiones en las parroquias cerradas, pero podemos hacer un acto de contrición perfecta y, una vez terminada la pandemia, podremos acudir a recibir la absolución del sacerdote. Entendamos que rechazar a Cristo es tomar la peor decisión. De ello nos libre Dios con su misericordia.

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