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La Peste Negra y el coronavirus

La aparición del coronavirus, en diciembre de 2019, y su expansión por diversas partes del mundo, me hace pensar en el impacto emocional y espiritual que han causado algunas epidemias en la historia de la humanidad, de manera particular la Peste Negra en la Europa del siglo XIV. China está señalado hoy como el foco de infección del coronavirus así como también fue la tierra donde tuvo su origen la Peste Negra.

El probable origen del coronavirus fue un platillo culinario de murciélago. Se dice que los chinos comen todo animal que se arrastre, camine, nade y vuele; desde tarántulas, escorpiones y ratas hasta palomas y medusas. Con ese apetito y esa gastronomía nadie se libra de una infección de vez en cuando, ni de una buena diarrea.  De manera parecida, hace algunos siglos, el bacilo llamado "Yersinia Pestis" salió de tierras chinas a través del comercio de sus exóticos productos y, siguiendo la ruta de la seda, viajó por las estepas del Asia central hasta llegar al sur de Italia en 1347, donde desencadenó una de las epidemias más espantosas de todos los tiempos.

El mortífero bacilo de la Peste Negra se transmitía a través de las picaduras de las pulgas de las ratas que viajaban en los barcos. De esa manera los grandes puertos europeos se convirtieron en grandes focos de propagación de la epidemia. Una persona infectada manifestaba la aparición de pústulas de sangre o hemorragias en la piel llamadas `bubones´; de ahí que también se le llamó `Peste Bubónica´. La enfermedad se acompañaba de dolores de cabeza, temblores, sudor y diarrea. Muchos morían a los pocos días de contraerla.

La Peste Negra mató aproximadamente a un 30 por ciento de la población europea. En ciertas ciudades portuarias y comerciales murieron más del 60 por ciento de sus habitantes. Era terrible ver cómo sucumbían las poblaciones de las ciudades. En su introducción al Decamerón narra Bocaccio el ambiente que vivía Florencia, ciudad que fue profundamente afectada: “¡Oh, cuántos memorables linajes, cuántas opulentas herencias, cuántas célebres riquezas no tuvieron sucesor! ¡Cuántos hombres ilustres, cuántas bellas mujeres, cuántos jóvenes gallardos, a quienes Galeno, Hipócrates o Esculapio hubieran juzgado sanísimos, almorzaron por la mañana con sus parientes, compañeros y amigos, y cenaron por la noche con sus antepasados, en el otro mundo.”

San Roque, patrono de los infectados por epidemias (siglo XIV)
Aquel pánico que causó la Peste Negra entre 1347 y 1400 está lejos de causarlo el coronavirus. Es cierto que éste hoy se ha diseminado en 48 países, apenas a dos meses de su aparición. La buena noticia es que la tasa de fatalidad es muy pequeña. El coronavirus mata a muy poca gente. Únicamente entre el 2 y el 4 por ciento de los infectados han fallecido, y esto ha sido en Wuhan (China), y del 0,7 por ciento fuera de Wuhan. La mayoría de los muertos en China por la neumonía provocada por el coronavirus han sido personas muy mayores que presentaban patologías previas. Lo mismo ha ocurrido en Italia, el país con más infecciones en Europa.

En México no debemos caer en pánico si aparece el coronavirus. Simplemente hemos de seguir las indicaciones de la Secretaría de Salud y tomar las medidas preventivas, pero con toda la confianza puesta en Dios, sin dejar de asistir a las iglesias para celebrar la Santa Misa donde encontramos al Médico divino. 

Bien haremos en rezar a san Roque, quien vivió durante la época de la Peste Negra en Italia. El santo se dedicó a cuidar a los enfermos y consiguió curar a muchos haciendo sobre ellos la señal de la cruz. En un hospital contrajo la peste mortal, pero como no quiso ser carga para nadie, se trasladó a las afueras de la ciudad, a una cueva. Ahí fue alimentado milagrosamente por un perro, cuyo amo acabó brindando a san Roque cuidados y atención. Cuando se vio curado, el santo regresó a la ciudad donde curó milagrosamente a muchas personas y a numerosas cabezas de ganado. Hoy san Roque es invocado durante las epidemias.

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