El bien no puede depender de aquello que da
más placer a un mayor número de gente por el menor sufrimiento, ya que el bien
es lo que nos indica dónde encontrar el placer, y no al revés. Dedicarnos sólo
a nuestros placeres puede impedirnos conocer el bien. Un hombre puede pasarse
los días tecleando en el mando de un videojuego, y no hace ningún mal. Pero si
quisiera tener la capacidad de poder juzgar lo que es bueno, mejor sería que
aprendiera algo, o incluso que buscara la sabiduría… El hombre bueno, tanto
para Platón como para Aristóteles, debe buscar la perfección, que es el
resultado de la ardua preparación moral. O sea que si hemos de criar un hijo
virtuoso, debemos enseñarle no solamente lo que puede que sea bueno, sino,
sobre todo, el deseo de poseer lo que es bueno. Hay que estimular su
imaginación con relatos de nobles hechos. Tal educación en función de la virtud
debe prevalecer en la comunidad política justa.
La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
¡Wow!, asignatura pendiente para quienes somos padres. Gracias padre.
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