La caída del Imperio Romano no se debió ni
a los cristianos, ni a la desenfrenada inmoralidad de sus últimos tiempos. El gran error de los romanos fue
subir los impuestos. Las consecuencias fueron fatales. Fueron los soldados quienes
empezaron a ser recaudadores, y se vino a tierra uno de los soportes de un
gobierno de ciudadanos. Mientras tanto los altos impuestos rebajaron el índice
de la natalidad, ya de por sí bajo debido a las pobres condiciones de vida y a
la escasez de tierras para heredar a los hijos. De esa manera el pueblo dejó de
renovarse. En realidad Roma cayó por la falta de natalidad. Y mientras la
Iglesia Católica exhorta a sus fieles a ser generosos en la procreación de los
hijos, nuestra cultura occidental parece no aprender las lecciones de la
historia.
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