Las culturas orientales ven la historia como algo cíclico sin dirección ni meta, y por ello les va bien el creer en la reencarnación o transmigración de las almas. El cristianismo, en cambio, mira la historia como un camino lineal que marcha hacia la consumación del mundo. Las Sagradas Escrituras indican que al final “el lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará con el cabrito” (Is 11,6). Nuestra mentalidad occidental está marcada por la idea de que vamos todos en un viaje hacia un lugar más dulce y feliz que esta tierra. Son los cielos nuevos y la tierra nueva que esperamos los cristianos (Apoc 21). Tenemos la esperanza de “habitar en la Casa del Señor, por años sin término” (Sal 22). Creemos, por eso, en la resurrección del último día.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
La idea de 'progreso' es una idea cristiana. Todo fluye a un final.
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