La vida tiene muchas alegrías muy legítimas: una graduación de la preparatoria o un diploma universitario, un partido de fútbol y subir una montaña, una buena charla de sobremesa con los amigos, las fiestas familiares, un hermoso concierto de algún artista admirado, ver a los hijos crecer y superar las pruebas de la vida… Pero hay gozos más profundos: ser discípulos de Jesús, entrar en su presencia, gastar la vida por él, amarlo y adorarlo, escuchar su Palabra y orar con ella, servirlo en los hermanos y esperar la posesión plena de los bienes que él nos prometió. Los gozos del mundo son más rápidos y pasan pronto. Los del espíritu son más lentos pero más profundos. Hay que saber gozar con todo lo legítimo del mundo, cuidando de no embriagarnos con esos gozos para no olvidarnos de Dios. Que nuestro gozo y consuelo más hondo sea la dulce presencia de Jesucristo en nuestras almas.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
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