En el Imperio Romano, el jefe del hogar
romano tenía una gran autoridad. Su palabra era ley. Los niños crecían bajo la
atenta vigilancia del abuelo, del padre del abuelo, del abuelo de su abuelo… y
por si eso fuera poco, de una multitud de tíos abuelos. Cuando los mayores
morían, los familiares hacían máscaras de cera, o pequeñas figuras para
recordarlos. Eran los guardianes de la familia y de las antiguas tradiciones.
Eran lo que define a los hijos, y eran la esencia de lo que significaba ser
romano. A diferencia de los griegos, que esculpieron los cuerpos musculosos de
los jóvenes atletas, los romanos preferían esculpir los bustos de los ancianos,
aunque fueran calvos y tuvieran papadas y verrugas. Las feministas de hoy
habrían odiado el patriarcado de la Roma antigua. Sin embargo era era un
patriarcado que funcionaba.
Cecilia, Dios me concedió la gracia de cuidar a un anciano sacerdote de 90 años. Lo que en un principio creí que sería una carga, he descubierto, con gran alegría, que es una inmensa bendición y un privilegio. Saludos.
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