Tenemos mucho que aprender de la historia. El Estado y la familia eran, para los antiguos romanos, algo sagrado. El Estado era concebido como una cooperativa de
familias, y no podía violar la santidad de la familia sin poner las bases de su
propia destrucción. La noción de que un estado podía inmiscuirse en el hogar, y
quitar a los padres la autoridad sobre sus hijos, les habría parecido a los
romanos algo bárbaro y blasfemo. Hoy el Estado se ha metido hasta el lecho conyugal sugiriéndoles a las parejas que deben tener el mínimo de hijos. En cuestiones de política, durante los siglos
I y II a.C., los romanos despreciaban la ostentación, los suntuosos banquetes y
la indecorosa necesidad de satisfacer su lujuria. Consideraban que todo eso era
afeminado y fuera de lugar. En lugar de esto, sus vidas adquirían sentido
gracias a los deberes y el patriotismo. Roma llegó a ser imperio fuerte porque
se fomentaba la virtud entre los jóvenes, la determinación de hacer lo
correcto, el amor por la patria y el rechazo a la rendición. Hoy la sociedad adora la ostentación, el buen vivir y el placer sexual. Los tiempos en que éramos cultura fuerte y sociedad virtuosa quedaron muy atrás.
La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
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