En Oriente la fiesta de la Dormición de la Virgen es antiquísima y se expresa a través de una iconografía cargada de mensajes. La Virgen se representa rodeada de los Apóstoles como en el día del Pentecostés, casi indicándonos que la comunidad de discípulos debe siempre acercarse alrededor de la Madre de Dios para invocar el don del Espíritu Santo, mientras Jesús tiene entre sus brazos a una niña: esa niña es María que se hizo pequeña por el Reino de los Cielos y es conducida por el Señor a la fiesta de los redimidos por su Sangre: Sangre que recibió del vientre de María. Hoy sábado permanece en mí el agradable sabor espiritual de la fiesta de ayer, la solemnidad de la Asunción de la Virgen al cielo. En medio de los problemas de la vida cotidiana sigo escuchando el grito que Dios nos sigue haciendo por medio de María, quien ya comparte la gloria con su Hijo divino: el paraíso existe y hay una habitación que, en él, el Señor nos tiene preparada.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
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