Diputados se divirtieron en un lascivo reventón con prostitutas en Puerto Vallarta. El video salió a la luz pública y algunos fueron dados de baja de sus cargos en la Cámara. Los diputados no cometieron delito alguno, que se sepa. Sin embargo es doloroso que sean servidores públicos quienes incurren en este tipo de excesos en los que se da rienda suelta a las bajas pasiones. ¿Por qué? Los funcionarios públicos son quienes dirigen ciudades, estados, naciones. Nuestro futuro está, hasta cierto punto, en sus manos. El ciudadano común tiene la esperanza de que sus representantes vivan sus vidas regidas por la sabiduría, la inteligencia, la voluntad y la virtud. Pero si quienes conducen la vida pública –políticos, empresarios y sacerdotes– no pueden gobernar sus instintos, ¿hacia dónde llevarán a quienes tienen su esperanza puesta en ellos?
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
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