martes, 19 de agosto de 2014

Hizo reír y murió en la tristeza

Murió el gran actor Robin Williams. Dicen que fue un suicidio. Una vida que tenía tanto para ser feliz –profesión exitosa, familia, cariño del público– no lo era. Williams era una persona depresiva, envuelto en drogas y alcohol. Quien hizo reír a tantos, murió de tristeza. Hoy la depresión es un mal extendido en las sociedades materialistas. Si ayudamos a los deprimidos a percibir la ternura de Dios, a integrarlos en una comunidad de fe donde se sientan acogidos, comprendidos, amados… Si los llevamos a contemplar a Jesús y a dejarse mirar por él, será una experiencia –decía Pablo VI– que los abrirá a la esperanza y los impulsará a elegir la vida. Oramos para que Cristo, habiendo escuchado el grito de Robin Williams en medio de la tormenta, haya estado a su lado para tenderle la mano, en el último segundo, y guiarlo al puerto del perdón.

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