En los pueblos medievales la diferencia entre los ricos y los pobres era mínima. Había más igualdad de vida. La razón de todo esto es que las enseñanzas cristianas, de que todos los hombres son preciosos ante los ojos de Dios, llegaba al corazón de los reyes. Así, el rey Luis IX de Francia era un talentoso político, pero sobre todo, era un verdadero rey cristiano. En su testamento espiritual dice a su hijo: “Querido hijo, si llegas al trono, haz un esfuerzo por tener aquello que es necesario a un rey, es decir, que en la justicia y en la rectitud debes ser fuerte y leal hacia tus súbditos y vasallos, sin irte hacia la izquierda ni hacia la derecha, sino siempre en línea recta, no importa lo que pase. Y si un pobre tiene una pelea con un rico, apoya al pobre antes que al rico hasta que la verdad se aclare, y cuando se sepa la verdad, haz justicia”.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
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