Dios es un tesoro escondido. No lo podemos encontrar tan fácilmente por el camino. ¿Cómo encontrarlo, entonces? Primero, el ardor para buscarlo. Como la cierva busca las corrientes de agua… Como el centinela, en medio de la oscuridad de la noche, aguarda con nostalgia las primeras luces de la aurora… Pero además, si queremos sentir la fascinación de haber hallado el tesoro o la perla preciosa –Dios– es necesario antes darnos cuenta de nuestra pobreza y fragilidad. Aquellos que están llenos de sí mismos o de basura, no buscarán a Dios. Solamente aquellos que entienden que son pobres, inmediatamente aceleran el paso de la búsqueda humilde y tenaz, y llegan a los brazos de Dios. ¡Buen domingo!
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