Una menor mantenía relaciones sexuales con un adulto en el estado de Luisiana. La niña lo dijo en confesión a un sacerdote y éste, sin violar el secreto del sacramento, intentó disuadir al adulto de que dejara a la niña en paz. El hombre abusador murió y ahora los padres de la niña, asesorados por abogados, están demandando al sacerdote y a la diócesis de Baton Rouge por no haber denunciado a aquel hombre a la policía. El sigilo sacramental es el deber absoluto del sacerdote de callar todo lo que un penitente revela en el ámbito del sacramento. Si los sacerdotes estuvieran obligados a denunciar los pecados que escuchan en confesión, los fieles perderían toda confianza y el sacramento caería en desuso. El ámbito sagrado para abrir la conciencia, con la esperanza de tener el perdón divino y sin temor a ser denunciados, es justamente el confesionario católico.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
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