Ir al contenido principal

Cinco claves para la felicidad sacerdotal

El próximo jueves 28 de mayo llegarán dos nuevos miembros a nuestro presbiterio. Serán ordenados Francisco Sánchez Loaiza y Eduardo Mendoza García, como frutos de años de formación en nuestro Seminario diocesano. ¡Los sacerdotes y el pueblo los recibimos con tanta alegría! Dicen estudios que el sacerdocio es una de las ‘profesiones’ –si se me permite usar términos seculares– que más felices hacen a las personas. Yo creo sinceramente que esto es cierto, cuando se vive como una apasionada entrega, y también una de las que pueden convertirse en un pozo de amarguras cuando se vive en el desánimo, la tibieza o el pecado.

He leído el testimonio del obispo Felipe Arizmendi en el que habla de su secreto para ser feliz, y me permito agregar mi propia interpretación.

Primero, estar en paz con Dios y con la propia conciencia. Hemos elegido un estilo de vida en el que es Jesús quien rige nuestra manera de pensar y de obrar. Nuestro programa de vida es escuchar su Palabra, seguir sus enseñanzas, vivir en sus mandamientos, conformar nuestro estilo de vida al suyo, imitar sus virtudes, enseñar lo que él enseña. Nada es más importante que buscar que Dios esté contento con nuestra vida sacerdotal. Nada puede compararse a tener una conciencia que vive en paz, y cuando uno descamina, ¡qué desasosiego! Hay que buscar el perdón en la confesión y volver a enfilarnos por el camino de la paz y la alegría.

Segundo, vivir en paz con los demás. El sacerdote tiene un sinfín de relaciones interpersonales, la mayoría de ellas en la armonía y en la serenidad. Sin embargo no estamos exentos de roces y conflictos. Puede ser, incluso, que se aniden rencores y relaciones espinosas con feligreses, religiosas y hermanos clérigos, incluso con los obispos. Pero ello solamente hace la vida miserable al sacerdote y desdice su ser cristiano llamado a perdonar siempre. Cuando somos libres de relaciones difíciles y dominamos el arduo arte de no hablar mal de nadie, cuando somos capaces de tener sanas relaciones con todos, y cuando cultivamos la virtud de la amabilidad, tan necesaria para la convivencia, ¡cuánta serenidad y alegría!

Tercero, ser felices con nuestra vocación. ¿Qué se necesita para ser feliz? Pues gozar con lo que somos: sacerdotes. Cuando uno camina con los dos pies bien metidos en el sacerdocio, y disfruta la enseñanza al pueblo cristiano sobre las cosas de Dios; cuando amamos tanto a Jesucristo que nuestra pasión es darlo a conocer y colaboramos para formarlo en los demás; cuando amamos a la Iglesia –sus enseñanzas, su liturgia y disciplina–, cuando vivimos en comunión con el obispo y el presbiterio en sanas relaciones de fraternidad, nos sentimos satisfechos con lo que hacemos y si hubiera una segunda vida, muy probablemente desearíamos ser nuevamente sacerdotes.

Cuarto, trabajar mucho. No se trata de vivir agobiados, lo que puede resultar en frustración y en una desintegración de la salud física y mental del sacerdote, que puede derivar hacia una búsqueda de malsanas compensaciones. Lo que sí estoy convencido es que recibimos la ordenación sacerdotal para ponernos a trabajar porque la mies es mucha y los obreros, pocos. Nada más pernicioso para el sacerdote que la holganza, la pereza y la dejadez. Por el contrario, el trabajo nos santifica, nos forja, desarrolla nuestra personalidad, nos permite ser creativos. Y cuando el sacerdote hace bien y con responsabilidad su trabajo, se gana la confianza de su comunidad y de sus hermanos.

Por último, saber descansar. No es fácil para muchos porque no sabemos hacerlo bien. El descanso no consiste en andar vagabundeando sin hacer nada, sino en encontrar las actividades que nos restauran las energías corporales, mentales y espirituales. Creo que el primer descanso debe ser en Dios. Él es nuestro refugio, Él nos conduce hacia fuentes tranquilas y nos restaura las fuerzas. Quien ora poco o nunca ora pronto se cansa y puede perderse fácilmente.

Personalmente disfruto mucho leer periódicos y libros, gozo escribiendo y de vez en cuando me gusta escapar a El Paso para hacer algunas compras, o disfrutar de una buena película en el cine. Saboreo las comidas o las cenas con amigos o con mi familia, me deleita escuchar jazz o bien, dar un paseo con mi perro por algún parque o con hermanos sacerdotes en las montañas. Procuro dormir siete horas y aprender a estar en intimidad con Jesús y con la Virgen, en oración, en soledad. No me gusta desvelarme y las vacaciones las prefiero tranquilas, en contacto con la naturaleza y sin ir a fiestas ruidosas. Así me siento feliz.

Francisco y Eduardo serán presbíteros esta semana. Nos alegramos con nuestra Iglesia para darles la bienvenida a una de las ‘profesiones’ más exigentes y sacrificadas, sí, pero que hacen más felices a las personas.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Confesionario sin absolución: a mi san Judas se le rompió la cabeza y estoy asustado

Pregunta: Vivo en El Paso Texas y soy devoto de san Judas Tadeo, del cual tengo dos imágenes de yeso que compré. Mi suegra fue a la Ciudad de México y me compró otra imagen más de san Judas. Acomodó la imagen en su coche y cuando llegó a su hotel vio que la estatua tenía la cabeza quebrada. Cuando lo supe quedé muy impactado porque dicen que, cuando eso ocurre, es porque se ha cumplido algo que se le ha pedido al santo. Mi desconcierto fue mayor cuando compré, acá en El Paso Texas, otro san Judas, de color oro, muy bonito, pero al llegar a mi casa uno de los san Judas que ya tenía, estaba con su cabeza rota. Estoy muy impresionado. No sé a qué se deba, padre. A veces creo que el santo está celoso porque tengo varias imágenes de él. Agradezco su tiempo y le pido que me ayude. Padre Hayen: ¿Cómo? ¿Dos imágenes con cabeza rota? ¡Seguramente tú y tu suegra se van a sacar la lotería! Por favor, muchacho, no peques de ingenuidad. Pero además dices que san Judas está celoso porque tien...

380 cadáveres

El hallazgo de más de 380 cadáveres apilados en un crematorio de Ciudad Juárez, esperando durante varios años el servicio de cremación de algunas funerarias que subcontrataron dicho servicio, suscita algunas preguntas. El macabro descubrimiento hace que muchas personas pongan en tela de juicio si las urnas con cenizas que entregan las funerarias a sus clientes contienen las cenizas reales de su ser querido difunto, o si son cenizas de alguien o de algo más. Al despedir después de una ceremonia religiosa o de la velación en la capilla ardiente a un ser querido que ha muerto, los deudos confían en que la funeraria cremará el cadáver y les entregará las cenizas verdaderas. Pero todo puede resultar ser una farsa. Es importante reclamar el cuerpo de un ser querido difunto. Cuando Sara, esposa de Abraham, murió, éste reclamó el cadáver a los descendientes de Het y les dijo:"Aunque yo no soy más que un extranjero residente entre ustedes, cédanme en propiedad alguno de sus sepulcros, para...

Izaguirre y el príncipe del mundo

Los acontecimientos del rancho Izaguirre, en el municipio de Teuchitlán Jalisco, ponen la pregunta sobre el enigma del mal. Tales campos de entrenamiento para el sicariato, narcopanteones y hasta hornos crematorios –reminiscencia de aquellos hornos en que los nazis calcinaban a sus prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial– nos habla de los niveles tan extremos de podredumbre que puede alcanzar el corazón del hombre. México se ha convertido en un gran cementerio donde deambulan –como fantasmas a los que nadie hace caso– las madres y padres de las personas desaparecidas."Que mi súplica llegue hasta ti, inclina tu oído a mi clamor", es la aflicción del salmista que bien podemos poner en los labios de tantos familiares angustiados que buscan a su pariente cuyo paradero permanece ignoto. La Sagrada Escritura nos habla de los niveles de maldad que alcanzan niveles sociales: opresión de los pobres, injusticia en los tribunales y adoración de ídolos acompañada de sacrificios hum...