Hace unas semanas el edificio de la antigua presidencia municipal, en el centro histórico de Ciudad Juárez, dio la bienvenida a decenas de masones de toda la república. El hecho de que el gobierno municipal les haya prestado el palacio municipal para su evento nacional nos habla de la relación estrecha que existe entre el gobierno mexicano y la masonería. Parece que afiliarse a las logias es condición indispensable para hacer carrera en la política y otros ambientes. Catolicismo y masonería son visiones muy diversas de la realidad. El catolicismo es una religión revelada por Dios donde el hombre se eleva hacia la Verdad por medio de la fe que ilumina y guía a la razón. El destino del hombre, para el católico, es sobrenatural. La masonería busca la perfección por medio de la razón, prescindiendo de la fe, y ve el orden natural como el destino más alto del hombre.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
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