Cuando se camina por las calles del centro histórico de Ciudad Juárez, se tiene la impresión de andar en una jungla de luces y sombras. Bullicio por todas partes, ruido de coches y camiones, olores de comida, fritangas y perfumes; pájaros, verduras, tenis y veneno para ratas; uñas postizas y machitos con salsa; adolescentes que regresan de la escuela y prostitutas que te dicen ‘adiós guapo’; honores a la bandera; negocios florecientes y casas abandonadas; ordenaciones sacerdotales en catedral y reuniones de logias masónicas; travestis y monjas que van y vienen; silencio y recogimiento en la Misión de Guadalupe, predicación estridente de grupos protestantes en la plaza; camiones descargando elotes; matachines a cualquier hora del día y de la noche y bandas de guerra; pregones de todo tipo de productos y lamentos de pícaros y pedigüeños que llaman a compasión; grupos de jóvenes que reparten abrazos anunciando a Cristo y pitonisas que dejan ver el futuro; negocios que exhiben imágenes de san Judas y otros donde la santa muerte guiña el ojo. Es el centro histórico de Ciudad Juárez, vital, misterioso, fascinante, embudo de nuestra ciudad. Y en medio de este caos organizado vivimos y rezamos los padres de la Catedral. Orate pro nobis.
La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
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