Cuando se camina por las calles del centro histórico de Ciudad Juárez, se tiene la impresión de andar en una jungla de luces y sombras. Bullicio por todas partes, ruido de coches y camiones, olores de comida, fritangas y perfumes; pájaros, verduras, tenis y veneno para ratas; uñas postizas y machitos con salsa; adolescentes que regresan de la escuela y prostitutas que te dicen ‘adiós guapo’; honores a la bandera; negocios florecientes y casas abandonadas; ordenaciones sacerdotales en catedral y reuniones de logias masónicas; travestis y monjas que van y vienen; silencio y recogimiento en la Misión de Guadalupe, predicación estridente de grupos protestantes en la plaza; camiones descargando elotes; matachines a cualquier hora del día y de la noche y bandas de guerra; pregones de todo tipo de productos y lamentos de pícaros y pedigüeños que llaman a compasión; grupos de jóvenes que reparten abrazos anunciando a Cristo y pitonisas que dejan ver el futuro; negocios que exhiben imágenes de san Judas y otros donde la santa muerte guiña el ojo. Es el centro histórico de Ciudad Juárez, vital, misterioso, fascinante, embudo de nuestra ciudad. Y en medio de este caos organizado vivimos y rezamos los padres de la Catedral. Orate pro nobis.
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