El peor de los males de México se llama impunidad. En nuestro país los narcos, los asesinos y los corruptos difícilmente irán a la cárcel. Somos el segundo país del mundo con los índices más altos de impunidad, sólo por debajo de Filipinas. Hablando de este mal, el sabio Sócrates decía que Arquelao era ciertamente el más desgraciado de los hombres, porque era un criminal tranquilo e impune. La ausencia de castigo era su peor castigo porque lo convertía en prisionero del mal, a tal grado de ni siquiera hacerlo sentir el deseo vivir en el bien. La impunidad deja al hombre sin corrección, corrompiéndolo en la perversión, en su camino de mezquindad y suficiencia. ¡Benditas cárceles que se encargan de colocarnos frente a nuestra miseria y nuestra nada! Cuando tocamos el fondo de nuestra desdicha podemos emprender el camino hacia arriba para llegar a ser verdaderamente hombres.
La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
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