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Introducción al Triduo Pascual


En el distanciamiento social por la emergencia del Covid-19 que estamos viviendo, celebramos la Semana Santa. Hoy comienza el corazón de la Semana Mayor con el Triduo Pascual. Es importante conocer la dinámica del Triduo para vivirla lo mejor posible desde nuestros hogares.

El Jueves Santo nos introduce en el Triduo Pascual. Nos hemos preparado durante la Cuaresma para contemplar los misterios que inician con las celebraciones de hoy Jueves. Estemos con el corazón abierto para contemplar lo que va a suceder en estos días santos, y para dejar que el misterio suceda dentro de nosotros.

El Triduo Pascual consiste en tres días. Sin embargo lo llamamos "Triduo" porque se trata de una sola cosa. Comienza con la Misa de esta tarde para conmemorar la institución de la sagrada Eucaristía, la presencia del Señor bajo las especies del pan y del vino. Fijémonos en un detalle: la celebración no terminará con la bendición final, sino que se traslada el Santísimo Sacramento a un lugar especial, que en muchos lugares llaman "monumento". Ahí se queda reservado el Santísimo mientras que la gente ora y se retira en silencio. Pero la celebración no quedó cerrada sino que continúa.

Llegamos al Viernes Santo. Los Viacrucis y otros actos de devoción no son lo más importante de este día. Lo más importante es la celebración de la Muerte del Señor, que se conmemora por la tarde. Cuando dicha celebración comienza, se omite el saludo tradicional "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo... el Señor esté con ustedes". Así no empieza la celebración. No nos despedimos el Jueves Santo ni nos saludamos el Viernes Santo porque se trata de lo mismo. Es una sola celebración que continúa. El Viernes, al terminar la celebración, tampoco hay despedida. La gente se retira en silencio después de besar la Cruz y recordar la muerte del Señor.

En el Sábado Santo al anochecer, se celebra la Vigilia Pascual. Esta comienza con la bendición del fuego. Fijémonos que tampoco hay saludo litúrgico porque es la misma celebración que comenzó el Jueves Santo. En la noche del jueves, Cristo se quedó con nosotros en las especies del pan y del vino. Al día siguiente, Viernes Santo, Jesús entregó su carne y derramó su sangre para otorgarnos el perdón de los pecados. Lo sucedido durante el jueves y el viernes es lo mismo: la entrega de Cristo. La diferencia es que el jueves ocurrió de manera incruenta sobre la mesa que se convirtió en altar. El viernes sucede de una manera espantosamente cruel sobre la cruz, que también quedó convertida en altar.

Tenemos, entonces, dos altares: la mesa de la Eucaristía y el altar de la Cruz. Ambos significan la ofrenda perfecta de Jesucristo. Durante la Vigilia Pascual del sábado celebraremos que dicha ofrenda fue aceptada y en Cristo hemos sido liberados del pecado, del demonio y de la muerte.

Aunque no podamos asistir presencialmente a estas celebraciones, que son las más hermosas y significativas del año litúrgico, vivámoslas desde la intimidad del hogar, siguiéndolas a través de los medios de comunicación, con nuestra familia, participando en ellas con amor y devoción. Así pasaremos de la muerte del pecado a la vida nueva y podremos exprerimentar la maravillosa libertad que Jesús nos conquistó.

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