Hace unos días estuve en el cine viendo "Cantinflas". En la película se ven rostros de otros artistas de la época como María Félix, Marlon Brando, Joaquín Pardavé y muchos que los años van enterrando. Fueron grandes figurones de la pantalla, pero dentro de un tiempo difícilmente serán recordados. El circo de los medios de comunicación necesita mitos para exaltar y olvidar. Algún día veremos nosotros la película de nuestra propia vida. Quizá nos avergonzaremos de tantos momentos de humo, vanidad y auto complacencia. Sobrados motivos existen para temer morir y presentar cuentas a Dios de nuestras pobres vidas. Sin embargo -dice san Alfonso- más fuertes motivos tenemos para esperar la vida eterna. Los méritos de Jesucristo son de valor infinito. Él cargó nuestras culpas y canceló el acta de nuestra condenación eterna, clavándola en la Cruz. Nos dejó como herencia, antes de morir, no un anillo, casa o terreno, sino su Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad en la Eucaristía. Y mientras el tiempo pasa devorándolo todo, Él permanece eternamente. Nada más importante, entonces, que conocerlo, amarlo y darle humilde servicio.
La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
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