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Vanidad de vanidades

Hace unos días estuve en el cine viendo "Cantinflas". En la película se ven rostros de otros artistas de la época como María Félix, Marlon Brando, Joaquín Pardavé y muchos que los años van enterrando. Fueron grandes figurones de la pantalla, pero dentro de un tiempo difícilmente serán recordados. El circo de los medios de comunicación necesita mitos para exaltar y olvidar. Algún día veremos nosotros la película de nuestra propia vida. Quizá nos avergonzaremos de tantos momentos de humo, vanidad y auto complacencia. Sobrados motivos existen para temer morir y presentar cuentas a Dios de nuestras pobres vidas. Sin embargo -dice san Alfonso- más fuertes motivos tenemos para esperar la vida eterna. Los méritos de Jesucristo son de valor infinito. Él cargó nuestras culpas y canceló el acta de nuestra condenación eterna, clavándola en la Cruz. Nos dejó como herencia, antes de morir, no un anillo, casa o terreno, sino su Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad en la Eucaristía. Y mientras el tiempo pasa devorándolo todo, Él permanece eternamente. Nada más importante, entonces, que conocerlo, amarlo y darle humilde servicio.

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