El salario que Dios promete pagarnos es un super salario. Nuestro pobre trabajo en los campos de Dios, en realidad, no lo merece. Le ofrecemos pan y vino y Él, en cambio, nos entrega al Verbo Eterno. Nos reunimos en la Eucaristía, asamblea humana, y Dios, a cambio, nos introduce en la familia de la Trinidad. Le ofrecemos nuestra fe débil y Él, por contraste, nos promete ver a Dios cara a cara. Misterioso encuentro entre nuestra pobreza y la grandeza de Dios. Nosotros le ofrecemos las cosas que Él mismo nos ha dado y nos regala, a cambio, su misma divinidad. ¡Buen domingo!
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