En este día de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, pienso en mi experiencia y me convenzo de que el sacerdocio es una vocación que hace inmensamente felices a los hombres que la abrazan. Transmitir al pueblo cristiano las enseñanzas de Jesús con la palabra y el testimonio, santificar a los hijos de Dios a través de los sacramentos, celebrar la Eucaristía tomando el lugar de Jesús, sanar enfermos y expulsar demonios, abrirse a una gran red de relaciones interpersonales donde se va viendo crecer el Reino de Dios, todo esto es sencillamente maravilloso.
Sin embargo el sacerdocio implica sufrimiento. Vivir entre las miserias propias y la gracia es motivo, a veces, de lágrimas sacerdotales; enfrentar las más diversas situaciones de miseria moral, espiritual y física de los demás también provoca agudos dolores. A veces el sacerdote es incomprendido, rechazado y hasta calumniado. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, mortificaciones y penas, las alegrías del ministerio superan -con creces- los momentos difíciles. Con razón la revista Forbes señalaba que se trata de una de las profesiones -vocaciones- que más felicidad traen a las personas en Norteamérica. Pienso que se puede decir lo mismo de la vida religiosa. Por eso vale la pena ser sacerdote y vivir en el esfuerzo de la muerte permanente a uno mismo, sabiendo que en la muerte está la vida, y en la cruz, la felicidad.
Sin embargo el sacerdocio implica sufrimiento. Vivir entre las miserias propias y la gracia es motivo, a veces, de lágrimas sacerdotales; enfrentar las más diversas situaciones de miseria moral, espiritual y física de los demás también provoca agudos dolores. A veces el sacerdote es incomprendido, rechazado y hasta calumniado. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, mortificaciones y penas, las alegrías del ministerio superan -con creces- los momentos difíciles. Con razón la revista Forbes señalaba que se trata de una de las profesiones -vocaciones- que más felicidad traen a las personas en Norteamérica. Pienso que se puede decir lo mismo de la vida religiosa. Por eso vale la pena ser sacerdote y vivir en el esfuerzo de la muerte permanente a uno mismo, sabiendo que en la muerte está la vida, y en la cruz, la felicidad.
Cierto, querido padre Eduardo, vale la pena ser sacerdote. Dios bendiga su entrega.
ResponderBorrarPadre, Hayen!!!!!!.....por favor...auxilienos....como podemos ¨evitar¨ de alguna forma...el pecado por ¨PROVOCACIÓN¨??????.... como yo, hay muchas personas que sufrimos a causa de la persecución y la difamación a la que son ustedes OBJETOS......u.u......yo me reconozco imperfecta, y como tal tengo que engullir mi coraje, cuando leemos un reportaje en el que la santidad de un sacerdote...se pone en entredicho......Hoy en el día de Corpus Christi.....los ataques, no cesan y me da miedo y tristeza a la vez...de cuanto ODIO tiene el angel malvado...por los obreros de la mies........porque???????
ResponderBorrarClaudia, una estrategia para destruir la obra de Dios es dar golpes a la cabeza de la Iglesia. El papa es la figura más atacada de todas porque es sucesor de Pedro, y punto de referencia para todos los católicos. Luego están los obispos y sacerdotes, que también participan del misterio de Cristo Cabeza de la Iglesia. Atacando al pastor se dispersarán más fácilmente las ovejas. Hay veces, y lo digo con tristeza, que los sacerdotes, con nuestros errores humanos, somos motivo de escándalo. Lo podemos ver en el caso del padre de Morelia con sus tontas publicaciones en Facebook sobre mujeres y autos de lujo. Muchas otras veces nos levantarán calumnias y nos difamarán injustificadamente. Es ahí donde ustedes, los laicos, deben ponerse alerta para defender a sus sacerdotes. Te mando un saludo, un abrazo y sigamos en comunión orando por la unidad de nuestra amada Iglesia.
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