Hace unas semanas el papa Francisco y el patriarca ortodoxo Bartolomé se abrazaron en Jerusalén. Fue una emotiva ceremonia ecuménica en la Basílica del Santo Sepulcro, donde los dos intercambiaron deseos sinceros y elevaron oraciones por la unidad de los cristianos. Bello fue el momento cuando oraron juntos dentro de la tumba que guardó el cuerpo santísimo del Señor. Pero las preguntas permanecen: ¿qué vino a cambiar este abrazo? ¿cuándo será la unidad verdadera? El verdadero ecumenismo no es el que busca únicamente puntos teológicos comunes, sino el que tiende a la unidad real de la Iglesia de Cristo, confesando la misma fe y celebrando unidos la Eucaristía, aunque siempre en el respeto a las legítimas diferencias. Falta mucho para el auténtico abrazo y será obra del Espíritu Santo. Mientras tanto, cada gallo a su gallinero.
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