Hace unas semanas el papa Francisco y el patriarca ortodoxo Bartolomé se abrazaron en Jerusalén. Fue una emotiva ceremonia ecuménica en la Basílica del Santo Sepulcro, donde los dos intercambiaron deseos sinceros y elevaron oraciones por la unidad de los cristianos. Bello fue el momento cuando oraron juntos dentro de la tumba que guardó el cuerpo santísimo del Señor. Pero las preguntas permanecen: ¿qué vino a cambiar este abrazo? ¿cuándo será la unidad verdadera? El verdadero ecumenismo no es el que busca únicamente puntos teológicos comunes, sino el que tiende a la unidad real de la Iglesia de Cristo, confesando la misma fe y celebrando unidos la Eucaristía, aunque siempre en el respeto a las legítimas diferencias. Falta mucho para el auténtico abrazo y será obra del Espíritu Santo. Mientras tanto, cada gallo a su gallinero.
La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...
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