La vida cristiana es un combate contra el demonio, el mundo y las pasiones de la carne. Así lo afirmó el papa Francisco en su homilía, el jueves pasado, en Casa Santa Marta. Señaló que no se puede pensar en una vida cristiana sin resistir las tentaciones, sin luchar contra el diablo, sin vestir esta armadura de Dios... Muchos en la Iglesia hoy defienden un cristianismo abierto y plural, sin verdades dogmáticas bien definidas, sin afirmar que la Iglesia católica es el camino ordinario de la salvación, y así se alían con todo tipo de religiosidad humanista. En esta visión sosa del cristianismo el combate carece de sentido. No hay ningún enemigo a enfrentar, no hay alguien a quién convertir, no hay diferencia entre trigo y cizaña. Es un cristianismo sombrío: la tristeza de vivir en la torre de Babel y renunciar a la emoción de vivir en las filas del Señor de los Ejércitos.
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