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Caso Ayotzinapa, nuestro rol como católicos

Qué tal, padre Hayen, formo parte de Pastoral Juvenil de la parroquia de Nuestra Señora del Refugio. Le escribo para que me oriente y me dé su opinión acerca de lo ocurrido con los 43 estudiantes. Como joven y estudiante tengo sentimientos de impotencia y de desconcierto, pero sé que como católico mi posición no debe ser de anarquista ni mucho menos. Y es por eso mi siguiente pregunta: ¿cuál debe ser mi rol como joven católico en esta situación? No es menosprecio, pero en base a opiniones de otras personas, la oración les sienta corta. Le escribe, Julián Velo.

Estimado Julián:
El caso de los 43 estudiantes es una profunda y dolorosa herida que refleja el enorme desprecio que ciertos sectores de nuestro país tienen hacia la vida humana y la dignidad de la persona. Ciertos políticos y personas de las mafias se asocian para satisfacer su hambre de dinero y de poder, a costa de la vida de personas inocentes y a costa del verdadero progreso de México.

Comparto tus sentimientos de impotencia y desconcierto; así nos sentimos millones de mexicanos al ver la rampante corrupción que nos está destruyendo y que en Ayotzinapa ha encontrado su punto más crítico. Como ciudadanos de este país tenemos el derecho –y a veces el deber– de manifestar nuestra inconformidad con las autoridades públicas, pero hemos de hacerlo de manera firme y pacífica. El decepcionante espectáculo de jóvenes anarquistas que destruyen y saquean los bienes públicos y privados nos daña a todos, y sólo aumenta la barbarie y la confusión. A río revuelto ganancia de pescadores.

Como católico debes, en primer lugar, orar por la justicia y la paz en México. En la oración Dios nos aconseja y nos da su Espíritu para guiar nuestras acciones y ahí, en la intimidad con Dios, el corazón se inflama de caridad. Cierto que a veces no basta la oración, pero ésta debe ser siempre el punto de partida de cualquier acción. A Dios rogando y con el mazo dando. Así que si decides manifestar tu inconformidad en marchas, plantones o en cualquier actividad, que tu expresión sea firme, pacífica y que esté inflamada por la caridad, es decir, por el amor a Dios y a tu prójimo. Nunca la anarquía ni la violencia, que ese no es el estilo de Jesús. 


Bendiciones, padre Hayen

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