Debe ser angustiante llegar a la muerte y saber que ya no tenemos tiempo de hacer penitencia por el perdón de nuestros pecados, de participar en la Eucaristía y el la Confesión, de escuchar la Palabra de Dios, de visitar al Santísimo, de socorrer a los pobres y necesitados, de consolar a los enfermos, de leer salmos y hacer más oración. ¿Quién llegará a la hora final de su vida con la conciencia tranquila, sin remordimientos y con todos sus pecados ya perdonados? ¡Cuánto tiempo perdemos en cosas efímeras y no aferramos lo más importante! Si nos habituamos a encontrar a Jesús en cada acción de la vida. Si cada acto es ofrecido a Él y se vuelve un encuentro con Él, entonces no esperaremos la muerte sino esperaremos a Jesucristo, e iremos serenos y seguros a cruzar el umbral.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...
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